Unos cuantos botes de pintura, un pincel y un lápiz para dibujar, parecen no tener mucha relación con mis tacones rosas y carteras Tommy, pero eso no significa que no pueda utilizarlos.
Ninguno de mis amigos es consciente de que me encanta pintar, ni siquiera Larry. He mantenido este pasatiempo a oscuras desde la secundaria porque no era "cool" y no me aportaba en nada para conseguir entradas a las fiestas clandestinas de mis compañeros de clase. Sin embargo, eso no ha impedido que día a día mi gusto por las pinceladas aumente. A medida que el tiempo ha transcurrido, me he vuelto mucho más segura en cada uno de mis trazos y he aprendido nuevas técnicas, gracias a las clases que he tomado a escondidas en vacaciones.
Ahora trabajo en mi segundo retrato. Desde hace unos años, tuve la imperiosa necesidad de pintar rostros que me parecían realmente bellos. Hoy día es turno del dueño de mis desvelos, el chico que esta mañana rompió mi corazón al tener una desafiante discusión con el profesor River. Como lo esperé, sus intentos por hacer que el catedrático considere su retiro del taller, fueron rechazados. Loann debería saber que la frase de River al iniciar sus cursos es "Si estás abordo, sigue hasta el atraco".
Soy consciente de que para Loann Cooper mi apatía está puesta sobre la mesa y que, ocultos y debajo de esta, están mis sentimientos más nobles. Ellos son como mi cuartada, mi as bajo la manga y el último intento que utilizaré en caso no funcione ninguno de ellos. Sé que será difícil pero no me preocupo, nunca he sido una cobarde siempre he preferido intentarlo a vivir con el pesar de que lo pudor ser y no fue.
Hace unos meses, ambienté un espacio en el viejo estudio de mi madre para poder trabajar con comodidad. Ella solía utilizarlo para sus trabajos como correctora en una editorial de la ciudad. Sin embargo, hace un año consiguió un lugar dentro de las instalaciones de su trabajo, debido a que le quedaba más cerca y no tendría que llevar todos los manuscritos a casa. Ahora el estudio se ha convertido en mi lugar preferido de esta casa. Quizás no está decorado elegantemente como los demás espacios y no tiene nada costoso en las paredes, pero tiene lo necesario para que me sienta en libertad.
¡Libertad! Tal y como exclamó William Walace en BraveHeart.
La única película en la que lloré como una niña mocuda.
Mientras trazo las primeras pinceladas sobre el boceto, he dejado la radio en una emisora de baladas antiguas. Me gusta pintar mientras escucho música al azar porque me resulta placentero sorprenderme cuando tocan una canción que no había escuchado hace mucho tiempo. Justo ahora suena uno de los éxitos de Roxette, "I must have been love". Dejo que la música me relaje y provoque que mi cabeza se balancee al compás de esta, al mismo tiempo que realizo las pinceladas. Sé que me llevará un poco de tiempo terminar mi segundo retrato de Loann, pero soy optimista. Pintar con sentimientos tan fuertes como el amor y el desamor siempre han sido la clave del éxito para las obras de arte.
El tiempo en el viejo estudio de mamá, pasa como si fueran tan solo segundos. Solo los golpecitos en la puerta provocan que mi concentración se rompa, por lo que me veo obligada a echarle un ojo al viejo reloj de la pared. Siete de la noche, he estado sumergida en mi trabajo más de dos horas. Cuando me muevo del asiento para abrir la puerta, siento un agudo dolor bajo mi nuca probablemente por la mala posición que he adoptado para pintar.
Corro hacia la puerta y en cuanto la abro, encuentro el rostro amable de mi madre. La estrecho en un abrazo y seguido de esto ella ingresa en la habitación un poco maravillada por la transformación que le he dado. Cuando me percato que el retrato sobre la mesa está expuesto, me sonrojo y corro a cubrirlo con una sábana blanca que encuentro en el camino. Mamá me mira con ojos entornados y con un gesto netamente curioso.
— ¿Qué ocultas? —pregunta ella.
Muerdo mi labio inferior. No me gusta ocultarle cosas a mamá. Desde que ella se divorció de mi padre prometimos ser inseparables y eso incluía tenernos absoluta confianza, pero el tema de Loann es algo que no quiero que ella sepa.
— No es nada — me limito a responder.
Mamá es curiosa, agita su rubio cabello hacia un costado y se cruza de brazos.
—Es un muchacho, ¿cierto?
Mis mejillas se encienden un poco, lo sé porque experimento un ligero calor en ellas. No obstante, trato de sonar casual para no despertar más su curiosidad.
—Es solo un paisaje más —respondo de manera sosa.
—Defne...
—Hablo en serio, mamá —mi vista se clava sobre el retrato cubierto por la sábana —. No es nada importante, es solo algo en lo que estoy trabajando. Estoy practicando una nueva técnica, así que no me gustaría que veas lo mal que me ha salido —vuelvo la vista hacia ella, no luce muy convencida que digamos, así que agrego más —. Te prometo que en cuanto la termine, serás la primera en echarle un vistazo.
Mi madre suspira y luego camina hacia mí para acariciar tiernamente una de mis mejillas.
—Conozco esa mirada y sé que estás ocultando algo... —cuando intento convencerla de lo contrario, ella me detiene —. Tranquila, mi vida, no quiero ser una mamá entrometida. Solo espero que esa mirada de tristeza no se deba a un corazón roto. Sabes lo que pienso de eso.