When She Was Obsessed

OCTAVO INTENTO

Clarisse Renaldi I.

Tengo el cabello como un nido de pájaro, el rímel corrido, moretones en los brazos y un taco roto.

Si eso gano siendo amable, linda y generosa...

¡Que se joda Loann!

De la mano llevo a Liana, mi nueva amiguita, y quien es tan dulce como el pie de limón que dejé hecho pure en el parque. Y es que resultó que la tipa que tenían como niñera esas mocosas irrespetuosas, poseía un escaso conocimiento de los buenos modales por lo que no dudó en, al menor descuido, arrojarme sobre el césped y convertirse en un orangután rabioso. A pesar de que traté de quitármela de encima tomándola de los cabellos, ella logró hacer añicos la mayoría de mi atuendo. Sin embargo, me fui con la cabeza en alto al mostrarle el dedo de en medio y decirle, no sin antes taparle los oídos a la pequeña Liana, que era una grandísima hija de...

Ustedes saben a lo que me refiero.

— Gracias por hacer eso por mí, Defne —me dice ella de camino a casa —. Siempre han sido crueles conmigo.

Me detengo y coloco de cuclillas para mirarla.

 —  No tienes qué agradecer, pero te aconsejo hablar sobre esto con tus padres. Apuesto a que ellos harían más de lo que hice hoy.

— Mamá cree que Paula y Chloe son buenas niñas. Mamá no sabe que ellas me insultan y golpean cuando no hago lo que desean —una lágrima recorre su mejilla.

Me coloco de cucillas La limpio.

—¿Por qué estabas sola?

—Quería salir a jugar y mamá no podía llevarme. La novia de mi hermano estaba en casa cuando se lo dije. Ella tiene una hermana y esa es hermana es Chloe.

La escucho atentamente.

—Chloe tiene una niñera y salen todas las tardes al parque. Así que ella se ofreció en llevarme hoy con su hermana. Pensé que se quedaría con nosotros, pero se fue y me dejó con Chloe y su bruja niñera. Luego llegó Paula, todo estaba bien, jugábamos a las princesas, pero de repente quisieron que yo sea su caballo y no quise. ¡No soy un caballo!¡Soy una princesa!

Malditas enanas diabólicas.

— ¿Por qué no se lo has dicho a tu madre?

— Porque se enfadaría con ellas, no me dejaría salir a jugar y entonces ya no tendría amigas. Estaría sola.

 — Hey —la mira ceñuda —. ¿Y qué ves en frente de ti? Yo soy tu nueva amiga. ¿Quieres que seamos amigas?  —pregunto, estirando una mano para cerrar el trato.

— Tú eres una señorita y yo una niña. Los adultos no son amigos de los niños.

Algo en ella me resulta familiar. No sé su forma testaruda de hablar o el olor de sus ojos.

 — Claro que sí —insisto—. Tú serías como mi hermanita menor, siempre quise tener una. ¿No quieres?

Ella se tira hacia mis brazos y gimotea en mi hombro.

 —Sí quiero — dice, envolviendo sus pequeños brazos alrededor de mi cuello.

Hace mucho tiempo que no me sentía verdaderamente especial. Y no me refiero a ser la chica deseada de la escuela, o a tener una popularidad envidiable por las chicas. Es ese tipo de magia indescriptible que solo se da cuando te conviertes en un verdadero ser humano. Uno con humanidad.

Y como, no estoy en una película de cuento de hadas, pierdo el equilibro producto de mi tacón roto y ambas caemos de culo sobre el asfalto. Sin embargo, nos carcajeamos. Esto es mejor que el pie de limón para aliviar las penas.

Creo que por fin tengo una verdadera amiga.

 

***

 

 —¿Esta es tu casa?  —pregunto. Mirando hacia la construcción de dos pisos, paredes color gris, un techado hermoso en color marrón y un porche de madera muy elegante. La casa es moderna y de un estilo minimalista, muy lujosa, a decir verdad, pero, sin duda, lo más hermoso es el camino de mayólica con diseño de piedra y los solares de tierra a lo largo de este.

Trago saliva. Esta familia sí que tiene mucho dinero.

—Sí, ¿quieres pasar? Mamá debe estar en casa. Ella te ayudará con esos moretones. Mi abuela le enseñó primero auxilios porque es doctora. Y estoy segura que puede obsequiarte unos zapatos. Tiene muchísimos en su armario.

 —Espera —la detengo—. ¿No crees que sería mejor otro día?

Respondo, un poco avergonzada por el estado tan bochornoso en el que estoy.

Ella estira una mano, restándole importancia a mi comentario.

 —¡Claro que no! ¡Mamá es increíble!

Antes de que pueda emitir otro argumento en contra, ella me hala de un brazo y me lleva hasta el porche. Cuando llegamos, encuentro muebles en color blanco y cojines color naranja, así como una mesa de centro y libros sobre este. Es más grande lo que pude apreciar.

Trato de arreglar el nido de pájaro alisando mi cabello con las manos. Tomo de mi bolso un espejo y me encuentro con que tengo algunos pedazos de hojas en mi rubia cabellera y he almacenado legañas negras en las esquinas de mis ojos.




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