When She Was Obsessed

DÉCIMO TERCER INTENTO

Efecto Defne.

— ¿Puedes ponerte de pie?  —pregunta la señora Annie, y yo lo hago. Un poco insegura de su siguiente acción, pero obedezco sin rechistar.

Ella toma mis hombros y me observa con ojos un tanto brillosos. No comprendo por qué lleva una mirada muy triste pero sí puedo asegurar que está a punto de derramar unas cuantas lágrimas.

Me sorprendo aún más cuando envuelve sus brazos maternalmente en mi espalda y me obsequia un fuerte abrazo. Por un momento me quedo un poco atónita, pero no tardo en corresponderle. Aunque confundida, entiendo que ella está tratando de darme una efusiva muestra de bienvenida.

Segundos después, limpia unas cuantas lágrimas de su rostro y sonríe, mientras yo, no comprendiendo absolutamente nada, la miro boquiabierta.

— ¿Estoy contratada? —pregunto. Mi voz se oye como la de una niña que desea recibir su regalo de navidad.

Annie me muestra una sonrisa muy ensanchada.

— Mañana mismo puedes empezar, cariño.

Un pequeño grito de emoción escapa de mis labios, pronto lo cubro con una de mis manos y Annie echa a reír. 

— Muchísimas gracias —alcanzo a decir, antes de que el siguiente gritillo termine por escabullirse por mi boca.

Estaré cerca de él.

— Creo que eres la indicada para cuidar de Liana, además ya me demostraste una vez lo linda persona que eres, así que no necesito hacerte pasar más pruebas.

Quiero saltar en un pie, pero no puedo. No frente a mi nueva y bondadosa jefecita. No quiero que ella se arrepienta o crea que contrato a una loca... un poquito obsesionada con su hijo.

No qué va.

Annie me indica la documentación que debo traer el día de mañana para el siguiente contrato, y yo trato de grabar cada una de ellos en mi cabeza. Estoy ligeramente aturdida, pero no me siento mal por ello. Es mi primer trabajo y es natural que sienta nervios. 

Después de que charlamos un rato acerca de mis horarios en la universidad y el tiempo que dispondré para cuidar a Liana, Annie intenta mostrarme algunos lugares de la casa. Sin embargo, es detenida por una voz más aterciopelada y a la vez ronca, dulce y a la vez sexy, del planeta entero. 

La voz de mi Loann.

Ni siquiera sé de lo que están hablando, porque no entiendo absolutamente nada.  Mi cerebro no procesa sus palabras, solo estoy ahí, como un objeto más de la casa oyendo la sexy voz de Loann. Embobada por el bello tono de su voz, obsesionada por ese timbre que me enloquece y me tranquiliza a la vez. ¿Puedo algo causarte ese grado de perturbación? ¿Puedo sentir locura y tranquilidad con tan solo escuchar a este hombre hablando con su madre?

Diagnóstico:

Tienes estupiditis aguda.

Causa: La carita hermosa de Loann Cooper.

Cura: Tener una noche de pasión en sus brazos.

Contraindicaciones: Puedes volverte más estupiditis de lo que ya estás por él.

Mis pensamientos son desactivados cuando escucho la voz de Annie preguntándome si quiero cenar con ellos, a lo que yo me quedo muda. En otro momento me encantaría poder pasar tiempo con ellos y, sobre todo, conocer más de mi té helado, pero no ahora. No quiero que él piense que estoy siguiéndolo, y no quiero verlo junto a ella. Porque sé que Disney está ahí. Puedo oler su perfume barato desde aquí. 

Bueno no, pero me gusta ser una perra dramática.

— ¿Qué dices, Defne? ¿Te quedas a cenar con nosotros? 

Me encantaría suegra, pero no puedo.

Oculto ese tonto pensamiento tras una sonrisa media.

— Lo lamento, debo estar con mi madre. Ella y yo cenamos todas las noches juntas. Quizás en otra ocasión —chasqueo los dedos—.  Quizás el día que ingreso a trabajar con ustedes.

Annie asiente.

— Perfecto. Quiero presentarte a mi hijo, creo que él y tú se llevarán muy bien —Annie palmea mi hombro y yo me quedo completamente pensativa, ella lleva esas sonrisas en las que captas un plan malicioso. 

Me gusta su actitud, me hace recordar a mamá cuando se le meten planes locos en la cabeza. Annie y mi madre deberían ser amigas, espero que algún día puedan conocerse. 

— ¡Mamá! — escucho a Loann gritar. 

— ¡Ya voy! — grita Annie acercándose a las escaleras.

— ¡Se acabó el papel higiénico! — chilla Loann.

Quiero explotar en risa, y lo haría si no fuera por las mejillas enrojecidas de la señora Vega. 

Vaya, vaya Té helado. Puedes ser un jodido hielo, piedra, arrogante, mal humorado, pero no sabes que cuando entras a un sanitario lo primero que debes revisar es si papel o no. ¡Genio! Ojalá fuese tu amiga para molestarte si quiera un poco. Me odiarías, pero amarías, todos lo hacen.

— Perdona, él no sabe que estás en casa... — se disculpa Annie, luego dirige su voz nuevamente hacia las escaleras—. ¡Loann! ¡Tenemos visitas!




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