Genial, simplemente genial.
Me coloco de pie de un solo tirón. Mientras veo el rostro dormido de Loann, aliso mi camiseta con las manos y luego acomodo mi cabello. Mi respiración está extremadamente agitada, como si hubiera corrido la maratón de mi vida, así que tomo una bocanada de aire para tranquilizarme. Luego, poco a poco, voy botando el aire por mi boca. Cuando estoy lo suficientemente estabilizada, vuelvo a pensar en lo ocurrido hace unos minutos.
Mi corazón vuelve a acelerarse.
Mierda, debo dejar de pensar en eso.
Coloco las manos en mi cintura y doy vueltas como una loca por la habitación. Necesito respuestas, y Loann no puedo dármelas. Me detengo solo para admirar su bello rostro; su respiración es tranquila y tiene los ojos completamente cerrados. Ni un trueno despertaría a este hombre del sueño en el que ha caído. Alboroto mi cabello, estoy metida en un embrollo, lo sé. No quiero ni imaginarme qué es lo que ocurrirá cuando Loann despierte. Y lo peor de todo es mi corazón está esperanzado. ¡Mierda lo está! Y no puedo si quiera detenerlo, mi mente no deja de reproducir lo sucedido. Su boca, sus besos, sus manos sobre mi piel, todas las sensaciones arrolladoras que causó en mí, sé que son y serán inolvidables de ahora en adelante.
Y no quiero recuerdos, ¿cómo haré ahora para vivir solo de ese recuerdo?
Loann debes enamorarte de mí, hazlo, por favor.
Cuando mi voluntad de no despertarlo empieza a debilitarse, camino hacia la puerta de la habitación. Al abrirla, encuentro el rostro de un Larry un tanto preocupado.
— ¿Todo bien, rubia?
Por unos segundos solo me quedo mirándolo, luego me arrojo hacia sus brazos y echo a llorar.
No, Defne, no llores.
Larry me empuja fuera de la habitación y cierra la puerta.
— ¿Pero qué demonios tienes? — chilla.
Al principio solo balbuceo, así que Larry empieza a cabrearse un poco.
— ¿Te hizo daño? ¿Te echo de la habitación? ¿Te dijo algo malo?
Niego con la cabeza repetidamente, Larry parece tranquilizarse un poco, pero solo un poco.
— Nos besamos — digo, sin dar más detalles. No quiero que Larry me sermonee si le cuento absolutamente todo lo que pasó.
— ¿Y eso no es algo bueno?
— ¡Está ebrio! — recalco.
— Mierda sí, pero podría significar que tú puedes gustarle — su mirada se ablanda un poco y noto que trata de encontrar las palabras adecuadas para decirme... —. También debes saber que quizás en su estado de poca conciencia no sepa a quien está besando y... bueno... ¿Te has puesto a pensar que ha llevado al señor " Soy un maldito perfecto" a beber vodka en la casa de Trina Halth?
Niego con la cabeza como una niña pequeña siendo regañada por su madre.
Larry toma mis hombros. Antes de hablar, mira hacia sus costados.
— No quiero desanimarte, pero debes consideras muchas opciones. Recuerda que siempre te he dicho que el que vive de ilusiones muere de un cáncer llamado decepciones. No quiero que Loann te haga daño, creo que si él despierta quizás este un poco confundido.
— Tal vez no, tal vez...
— Defne, no eres una tonta y lo sabes.
— Sé que el alcohol hace que tus intenciones ocultas salgan a flote.
— La intención la tiene, pero no sabemos si es buena.
Emito un fuerte y pesado suspiro. Dejo caer mi cabeza en el hombro de Larry por unos segundos. Pienso en todo, en cada detalle, lo que él dijo. Quizás Loann me está tomando el pelo, quizás él ya es un poco consciente de mis sentimientos.
Odio estar tan vulnerable para él. Esta es la parte de enamorarse que no me gusta.
La voz de Larry me despabila.
— Mierda, ahí viene Trina.
Estoy erguida otra vez, Larry yo fingimos conversar de cualquier cosa. Mis manos tiemblan, no quiero que esta lagarta se encuentre a Loann en una de sus habitaciones. Conozco sus mañas y sé que son bajas, pero digamos que no dependería mucho de ella sino de Loann, y juzgando lo que acabo de pensar no puedo decir que él no correspondería. Me duele el pecho de solo imaginarlos.
— ¿Qué hacen aquí? Los he buscado por todos lados. Estamos a punto de hacer el juego de los dados.
Odio ese maldito juego.
— Trina, esas cosas muy infantiles — se queja Larry—. Pensé que en esta fiesta dejarías esas ridiculeces.
— ¿Que propones?
— Propongo que disfrutemos la fiesta como verdaderos universitarios de primer año.
Trina ríe y luego mira hacia la puerta detrás de nosotros. Sube una ceja, pero no dice nada.
— ¿Qué tal si jugamos el de la crema batida?
— ¿Crema batida? — cuestiono.
Trina me da un gesto de aburrimiento y luego agita una mano.