— Pues yo también vine a visitarla.
— ¿Son amigos? — cuestiona Stefan.
— ¿A visitarme?
Ignora mi pregunta y la de Stefan, y luego nos mira de forma acusatoria.
— ¿Interrumpí algo?
— No — confiesa Stefan.
— Sí — digo, cruzándome de brazos.
Loann mira hacia el piso y luego asiente un par de veces, como tratando de convencerse de algo que desconozco.
— Vine por Lily.
— Planeaste algo con Lilian. Ella me dejó muy en claro que no me quedaré con mi cerda — suelto.
— ¿Qué? Lily no haría eso.
—¿Lo ves? Confías en ella. No eres confiable.
— Se quedará conmigo, no con ella. Vine por Lily, no por Lilian — me aclara, luego se toma el puente de la nariz—. Vaya, creo que no vine en una buena hora.
Se coloca de pie.
Es dos cabezas más alto que yo y media más que Stefan. Introduce las manos en su bolsillo y mueve sus talones hacia adelante y atrás.
— Sólo estábamos charlando — dice Stefan sonriente.
— No es algo que me interese — masculla.
Stefan muestra un gesto de confusión ante su abrupta respuesta, y yo, por mi lado, me mantengo sin expresión alguna. Mi corazón se parte en dos al oír la indiferencia de sus palabras.
— No sé si sea buena idea que Lily se quede contigo — empiezo a decir.
— ¿Quién es Lily? — pregunta Stefan.
Cuando estoy a punto de decir mi cerda, Loann me adelanta con la palabra "nuestra". Casi lo decimos al unísono. Stefan se mantiene aún más confundido que antes, mientras yo no puedo dejar de mirar el rostro de Loann.
— Es la mascota que tenemos asignada en nuestro taller de la universidad — explico.
— Oh vaya, ¿es un perrito?
— No, es una cerdita — aclaro.
— Wou.
— Sí, wou — dice Loann, con una sonrisa fingida—. Defne la rescató y yo pagué por ella. Ahora es nuestra responsabilidad cuidar de ella. Es nuestra.
— No parecías tan comprometido cuando la saqué de las manos de ese viejo matón — le recuerdo.
Él inclina la cabeza hacia un costado.
— Bueno...
— De hecho, querías que ella se quede en la granja.
— Eso no es cierto, solo estaba molesto, pero no hubiera dejado que le hagan daño.
—Ya, claro — digo poco convencida.
— La prueba es que ahora estoy aquí para cuidar de ella — sus ojos azules van directo a los míos. Ruedo la vista tratando de ocultar bajo ese gesto que me he derretido al ver lo guapo que está.
— Ese taller debe valer una gran cantidad de crédito — deduce Stefan en una forma amable, pero aún confundido por la tensión irracional que hay entre Loann y yo.
Sí, lo entiendo perfectamente, porque ni yo misma puedo descifrar lo que pasa entre nosotros. Es extraño, porque cuando me convenzo de que estoy perdiendo mi tiempo con alguien que nunca va a enamorarse de mí, él se rehúsa a salir de mi vida. Inconsciente o consciente de lo que hace, está volviéndome loca.
— Aún tengo una hora antes de llegar al trabajo, Loann — sonrío de manera fingida, y camino un paso más cerca de Stefan—. Puedo pedir un taxi.
—¿Trabajan juntos? —cuestiona el rubio. Antes de que pueda inventar algo, Loann me adelanta.
—Trabaja en mi casa cuidando a Liana.
Stefan parece recordar algo.
—Oh, Liana. Era un bebé la última vez que la vi —me mira asombrado—. Trabajar con los Cooper seguro tiene un buen pago —me dice, en un tono en el que yo capto recelo.
—Solo voy de lunes a viernes por las tardes, mañana tengo día libre —le informo. A mi lado, Loann parece tensarse.
—Entonces todo sigue en pie — me dice sonriente—. Bueno — sacude las manos—. Tengo clase en pocos minutos y no puedo llegar tarde. Mi horario este semestre apesta, lo sé.
Trago saliva. Extrañamente, no quiero estar cerca de Loann ahora.
— ¿Ya debes irte? — pregunto, apenada.
— Sí — dice, tomando mi mano—. Mañana te visitaré y luego podemos comer un helado. ¿Te parece?
— Creo que es mejor que espere afuera — murmura Loann.
De reojo, veo su imagen caminar hacia la salida. Ojalá pudiera tener una mejor de visión de su rostro.
Me concentro nuevamente en Stefan y él me obsequia una sonrisa tan amable, que me hace sonreír de vuelta.
— ¿Qué dices? — vuelve a preguntar.
— Es una buena idea.
— Perfecto.
Asiento.
— Ten, no puedes ir a la universidad así — le entrego la camisa de mi padre.
— Oh, casi lo olivdaba — dice. Lo veo vestirse y no puedo evitar por un segundo que mi mirada caiga en sus marcados oblicuos. Aclara la garganta y giro para darle privacidad, me muerdo el labio inferior y sonrío. Aprieto los ojos uno segundos y cuando vuelvo a abrirlos, veo el rostro de Loann en el umbral de la puerta. Hay una arruga en medio de sus cejas. Mantenemos la mirada uno sobre el otro por cinco segundos hasta que él gira repentinamente y baja los escalones del porche.
Suspiro.
— No sabía que tú y Loann, bueno... hablaban.
Giro, Stefan tiene la camiseta puesta. Me causa cierta melancolía ya no ver ese cuerpo caliente. Y me pregunto si podré verlo de nuevo alguna otra vez.
Toso.
— Hablamos poco, pero solo por temas de estudio. No suele estar en su casa, así que ahí también lo veo muy poco.
— Bien, solo preguntaba por curiosidad.
— Lo sé — sonrío.
— Y también es bueno saberlo. Te confieso que por un momento creí que entre ustedes había algo, y no lo digo por la fotografía.
— ¿Por qué?
— Porque Loann no le hace favores a nadie.
—No era un favor, es parte de su calificación.
— Sí, eso he pensado — dice, no muy convencido.
Veinte minutos después, he despido a Stefan y me preparo para llevar a Lily a su nuevo hogar. En un maletín guardo sus lazos, su bebedero, su plato de comida y otros útiles de limpieza. Mientras lo hago, no puedo evitar que las lágrimas se esparzan en mis mejillas. Me he acostumbrado demasiado a verla por las mañanas y a que me reciba por las tardes cuando llego de la universidad. Su ausencia será un gran hueco en esta casa. Pero sé que, por el bien de todos, ella debe cumplir su rol como mascota del grupo, eso hasta que encuentre la forma de quedármela por completo. Lily es mía y no se la daré a nadie jamás. Sin embargo, debo admitir que en casa de Loann estará segura y muy bien cuidada. Tendrá a Liana de compañía y mucho espacio para correr. Además, podré verla todos los días, aunque, definitivamente, no será lo mismo. Nunca lo será.