When She Was Obsessed

TRIGESIMO QUINTO INTENTO

— Eso estuvo demasiado agotador.

Mi cabeza descansa en el pecho de Loann. Puedo oír las palpitaciones rápidas de su corazón y su respiración entrecortada. Cierro los ojos, me encanta la sensación. Me encanta estar así con él. Es como un milagro.

— ¿No lo crees? — pregunta.

No me muevo de mi cómoda posición. Quiero disfrutar estar recostada en su propia cama, en su habitación y, sobre todo, junto a él.

— Uhmm — murmuro.

Uno de sus manos empieza a acariciar mi cabello. Me estremezco y siento una sonrisa formarse en mis labios. Podría quedarme aquí para siempre y solo levantarme para comer algo. Lo juro, eso sería posible.

— Muy, muy agotador — digo, plácidamente.

— Pero igual me agradó.

— A mí también. Lo haces muy bien.

Loann emite una pequeña risa. Me gusta escuchar su risa áspera.

— Mamá me enseñó a usar un trapeador desde que tengo uso de razón — comenta, esta vez levanto mi rostro un poco para mirarle. Me encanta la vista que tengo desde aquí.

Sonrío y vuelvo a acostarme en su pecho.

— ¿Defne?

También me encanta escuchar mi nombre en sus labios. Escucharlo pronunciar Defne sin ese tono amargo de antes, es reconfortarle. Hasta ahora, no me había dado cuenta de lo que mucho que me ha estado afectando su hostilidad.

— Dime.

— Estás muy callada.

— ¿Lo estoy?

— Sí.

— Bueno, intento atesorar este momento.

Loann se silencia, pero en segundos vuelve a hablar.

— ¿Qué dices si paseamos por la tarde?

Salto como un gato de mi posición y me coloco de cuchillas junto a él. Loann parece sorprendido por lo rápido que me he movido.

— ¿Estás hablando de una cita?

Loann asiente, apenas hay una sonrisa en su rostro, pero me agrada.

Tomo su rostro entre mis manos y le doy un beso fugaz. Cuando me separo, empiezo a recordar que mamá probablemente me asesine antes de dejarme cruzar el umbral de mi puerta esta tarde.

— No puedo — digo con pesar.

La sonrisa de Loann se difumina.

— ¿Tienes planes?

— Tengo problemas — me arrastro hasta el borde la cama—. Lo que me recuerda que debo irme si quiero vivir hasta los veinte.

Los brazos de Loann se colocan bajo los míos y me arrastra nuevamente hacia el cabeza de la cama. Boca arriba, parpadeo varias veces con los labios semiabiertos. Loann apoya su peso en sus brazos mientras se encuentra sobre mí. Mis manos se colocan en su pecho para mantenerlo a una distancia que deseo.

Me gusta, pero no estoy idiota. Las cosas despacio, guapetón.

— Dame un minuto más — me pide, mueve uno de los mechones de mi cabello sobre mi rostro. Su piel haciendo contacto con la mía me derrite, y me encanta ver lo cerca que tengo a ese atractivo rostro. Loann es bello, en verdad lo es. Sus facciones no son duras, son suaves y perfiladas, sus labios son rosados y carnosos, y sus ojos, Dios son lo mejor, son tan azules como un zafiro. Y para finalizar, su cabello. Es hermoso, mucho más que el mío. Es un color café, pero en la oscuridad se ve negro, como ahora. Ojos azules y cabello oscuro. La mejor combinación. Entiendo perfectamente porqué estoy tan obsesionada con él. Bueno, no obsesionada, enamorada de él.

Te tengo en mis manos.

Achico los ojos y sonrío.

— Depende.

— ¿De qué?

— De lo que quieras hacer en ese minuto.

Muerde su labio inferior para pensarlo. Me gusta como lo hace y me aterra. Es terrible que quiera ver ese gesto durante una hora.

— Quiero besarte.

— Pues entonces sí.

Apoyo mis brazos en su cuello y él acerca su rostro al mío. Nos besamos. Ni siquiera puedo describirlo. Es un beso que solo me deja pensar en él y en las sensaciones que deja en mi cuerpo con algo tan pequeño. Sus labios moviéndose sobre los míos, húmedos y suaves, los labios de Loann Cooper. Los labios que siempre he añorado. Labios que me saben a gloria. A triunfo.

Lo he conseguido, es todo mío.

***

Loann permanece con los brazos cruzados, apoyado sobre la parte lateral de su auto, contemplando sombríamente la fachada de mi casa. Lleva así más de un minuto desde que le dije que debía entrar. Exactamente desde que decidí interrumpir nuestro beso de despedida para decir "debo irme". No creo que sea por eso en realidad, es como si mi casa tuviera una magia sobre él. Opaca su ánimo. Opaca todo. Hasta la ilusión que sentía hace un momento.

— ¿Qué te ocurre?

— Nada, creo que debes irte, tu madre puede enfadarse aún más — dice, jugueteando con las llaves de su auto.

Controlo mi molestia sugiriendo algo que podría ser divertido.

— Me gustaría presentarte a mi tía. Aunque a estas horas debe estar durmiendo, pero seguro a ella le encantará...

Loann deja de mirar hacia en frente y clava su mirada en mí.

— No, eso no — me interrumpe.

— ¿Por qué?

Suspira.

Desenvuelve los brazos de su pecho y se coloca de espaldas a mi casa. Inclina la cabeza hacia un costado y vuelve a suspirar.

— Tu madre debe estar esperándote.

— Actúas extraño. Hace cinco minutos estabas diferentes, ¿qué ha pasado?

Loann aprieta los ojos. Se coloca frente a mí y extiende un brazo para tocar mi rostro. Lo tomo antes de que pueda tocarme.

— No, debes responderme.

La retira, nuestras palmas se rozan hasta que él decide llevar su mano al bolsillo delantero de su pantalón.

— ¿Por qué no hablamos de esto mañana? ¿Crees que tu madre pueda permitírtelo?

— Creo que no.

— Entonces lo hablaremos en la universidad.

— ¿Hasta el lunes?

— ¿Hay otra opción?

— No — respondo incómoda.

— Bien, entonces nos vemos en la universidad.

Me da un beso en la frente y se prepara para irse. Lo detengo con una pregunta que me aquejado todo el trayecto a casa.




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