Violet
Nick y yo volvimos a casa encontrándonos con nuestros papás en la sala.
—Creí que volverían en una semana —dijo Nick, sorprendido.
—Sí, ¿por qué no nos avisaron que venían antes para ir por ustedes? —pregunté yo, aún con la mochila colgando del hombro.
—Creí que primero nos abrazarían y después preguntarían —respondió papá entre risas—. Qué clase de hijos tengo…
Yo estaba por reírme también, cuando Nick soltó sin previo aviso:
—Tengo algo que decirles.
—Claro, hijo, dinos qué pasó —intervino mamá con curiosidad.
—Violet tiene novio.
Sentí que la tierra se abría bajo mis pies.
—¡NICK! —protesté, pero ya era tarde.
—¿Quién es? ¿Cuántos años tiene? ¿Lo conoces bien? ¿Hace cuánto? —empezó papá con su interrogatorio de velocidad.
Nick alzó las manos como si diera un anuncio importante.
—Tranquilo, pa. Su novio es nada más y nada menos que Logan Morgan… el hijo de sus amigos y, por cierto, también mi mejor amigo.
Papá abrió los ojos con sorpresa, mientras mamá intentaba ocultar una sonrisa.
—¿Y cuándo pasó eso?
—Pues… desde el momento en que los presenté. Digamos que quedaron flechados y llegó Cupido en persona. Y de ahí nació el amor —dijo Nick, teatral, con una mano en el pecho y la otra apuntando al cielo.
—¡NICK! —grité, roja como un tomate—. ¿No te puedes callar la boca, aunque sea una vez?
Papá se acomodó en el sillón, cruzándose de brazos con seriedad fingida.
—Bueno, me gustaría hablar con él.
—Y para su suerte —añadió mamá con un guiño—, hoy tenemos una cena con los Morgan.
Yo cerré los ojos y suspiré. ¿Cómo iba a sobrevivir a todo eso con Nick de metiche y mis papás listos para interrogar a Logan?
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Logan
Nunca había estado tan nervioso por una cena. Y eso que era con mis padres y los Blackwell, amigos de toda la vida. Pero ahora todo era distinto: ahora Violet y yo ya no éramos simples conocidos.
El restaurante estaba en el centro de Toronto, elegante, lleno de luces cálidas y mesas adornadas con velas. Cuando entraron Violet y su familia, sentí el estómago dar un vuelco. Ella llevaba un vestido sencillo, pero en mis ojos no había forma de que algo pudiera competir con ella.
La velada comenzó tranquila, con conversaciones sobre la universidad, el hockey y los viajes de nuestros padres. Yo intentaba mantenerme sereno, pero cada vez que el papá de Violet me miraba con esos ojos inquisitivos, me tensaba un poco más.
—Así que, Logan —dijo de pronto, bajando la copa de vino—. Me dicen que ahora eres algo más que amigo de mi hija.
Sentí que me quedaba sin aire.
—Sí, señor —respondí con firmeza, mirando también a Violet—. La quiero, y pienso cuidarla.
El silencio fue breve, pero intenso. Hasta que Nick, con su sonrisa traviesa, intervino:
—Vamos, pa. No lo amenaces tanto. Logan es el chico perfecto para ella… aunque yo todavía no sé qué vio Violet en él.
Todos rieron, incluso el papá de Violet, que terminó dándome una palmada en el hombro con falsa rudeza.
—Está bien, Morgan. Pero que quede claro: si la haces llorar… tendrás que enfrentarte a mí.
—Trato justo —respondí, sonriendo.
La cena continuó entre bromas y recuerdos, hasta que finalmente nos despedimos. Yo insistí en llevarlos a casa, y Violet subió al asiento del copiloto mientras Nick se acomodaba atrás, comentando cada cosa que se le ocurría.
El trayecto estuvo lleno de risas y de pequeñas miradas que intercambiábamos cuando Nick no se daba cuenta. Para mí, esos minutos fueron más valiosos que toda la cena.
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Al llegar, Nick se despidió primero con un abrazo rápido, y entonces quedamos solos, justo frente a la casa de Violet. No quise despedirme como si nada.
—Hoy fue un caos, pero un buen caos —dije, inclinándome un poco hacia ella.
Ella sonrió, jugando con el cinturón de seguridad.
—Sí… aunque Nick debería aprender a cerrar la boca.
—Créeme, nunca lo hará.
Nos reímos bajito, hasta que la risa se apagó en un silencio cargado. Me incliné despacio, buscando su reacción, y ella no retrocedió. Nuestros labios se encontraron en un beso profundo, distinto, intenso. Ya no era el beso robado de la fiesta ni el tímido de la cafetería. Este era una promesa.
Cuando nos separamos, su frente quedó apoyada en la mía.
—Logan… —susurró—. Gracias por quedarte.
—No pienso irme a ningún lado —respondí, acariciando su mejilla con el pulgar.
Ella me miró, y antes de bajar del auto, me soltó una última broma coqueta:
—Buenas noches, Logan —susurró.
—Buenas noches, Vi —respondí, aunque mi voz salió más ronca de lo que esperaba.
Ella me miró, y antes de bajar del auto, me soltó una última broma coqueta:
—Y… si sigues mirándome así, no voy a querer irme a dormir.
Me quedé helado, sintiendo cómo el corazón me golpeaba contra el pecho. Tragando saliva, me incliné un poco hacia adelante.
—Entonces no lo hagas —dije, intentando sonar confiado, pero ella ya había cerrado la puerta con esa risa suave que me volvió completamente loco.
La vi entrar en su casa, y mientras arrancaba de nuevo el auto, supe que ese cierre, ese beso y esa sonrisa eran todo lo que necesitaba para enfrentar lo que viniera.
El lunes por la mañana, los pasillos de la universidad estaban más ruidosos que de costumbre. Risas, pasos acelerados, voces mezcladas con el sonido metálico de las puertas de los casilleros. Yo caminaba con mis libros apretados contra el pecho, intentando pasar desapercibida.
Pero desde que Logan y yo habíamos empezado a salir, parecía imposible.
—¡Miren quién viene! —escuché la voz de Nick desde el fondo del pasillo. Lo vi levantar la mano como si estuviera anunciando un evento deportivo—. ¡La futura señora Morgan!
—¡NICK! —gruñí, sintiendo mis mejillas arder mientras varias cabezas se giraban.
Entonces apareció Logan, caminando con esa calma que siempre me desarmaba. Traía la chaqueta del equipo de hockey colgada al hombro y una sonrisa que me hizo olvidar por completo la vergüenza.
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mafia +18, drama y giros inesperados, sueños y secretos y un amor de película
Editado: 04.10.2025