Whispers in the Ice

Capitulo 14

Iker

Bajamos de la camioneta en silencio. Violet caminaba a mi lado, rígida, con los hombros tensos y la mirada fija al frente. Su expresión era seria, distante… dolida. Cada paso que daba me dolía verlo, porque sabía que yo había creado esa barrera entre nosotros.

Patrick se acercó a nosotros con su porte imponente, una sonrisa tranquila en el rostro.
—Princesa, necesito ver uno de mis negocios, me tengo que ir —dijo, mirando a Violet con cariño—. Pero Iker se queda contigo. Toma la tarjeta, compra lo que quieras.

Violet me lanzó una mirada rápida, un destello de alivio mezclado con su habitual resistencia, y yo simplemente la sujeté de la cintura, firme, asegurándome de que no se alejara demasiado mientras Patrick y los demás se despedían.

—Vamos —le susurré, con voz grave, mientras ella caminaba a mi lado sin mirarme. Su silencio era ensordecedor, pero no me moví de su lado, porque a pesar de todo, estaba decidido a cuidarla.

Patrick se despidió con una sonrisa cómplice y un gesto hacia nosotros:
—Cuídala bien, Iker —dijo antes de girarse y marcharse con Luck y Marco.

Quedamos solos. El centro comercial se abría frente a nosotros, pero Violet apenas parecía notarlo. Su rostro seguía serio, sus ojos verdes evitando los míos, y yo sentí un nudo en el pecho.

—No digas nada si no quieres —le dije finalmente, manteniendo mi mano cerca de su cintura—. Solo… estoy aquí.

Ella no respondió. Solo caminó unos pasos más, con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, y yo me mantuve firme a su lado, conteniendo todo lo que quería decirle.

Caminamos entre las tiendas del centro comercial. Violet mantenía su expresión seria, caminando a pasos medidos, como si intentara ignorarme. No hablaba, y yo me limité a seguirla, mis manos siempre cerca de su cintura, aunque ella ni siquiera se inmutaba.

—Toma, princesa —dije, ofreciéndole la tarjeta que Patrick me había dado. Ella la miró un segundo y luego guardó las manos en los bolsillos de su abrigo, fría, distante.

—Solo compra lo que necesites —murmuré, tratando de que mi voz sonara neutral.

Ella me lanzó una mirada rápida, como quien evalúa a un subordinado, y no como al hombre que alguna vez había sido su mundo.
—Perfecto —dijo con frialdad—. No me estorbes, Iker. Solo cuida mis cosas.

Un dolor punzante se instaló en mi pecho, pero asentí.
—Como quieras —respondí, sin dejar de seguirla.

Minutos después, Violet había elegido ropa, zapatos y accesorios, casi llenando un carrito. Cada bolsa que tomaba, yo la cargaba, moviéndome entre las tiendas mientras ella me daba instrucciones secas y directas.
—Cuidado con eso —me decía, señalando una prenda—. No lo arruines.
—Sí, señorita —contestaba, conteniendo la mezcla de frustración y deseo de acercarme a ella.

Ella caminaba unos pasos adelante, confiándome sus compras, pero sin una palabra amable, sin un gesto que dejara ver que todavía éramos más que un guardaespaldas y su protegida. Y, aun así, mi mente no dejaba de recordarme lo mucho que la amaba, lo difícil que era mantenerme frío cuando cada mirada suya me atravesaba como una flecha.

Cuando finalmente nos dirigimos a la caja, Violet organizaba sus bolsas con eficiencia, sus movimientos impecables, y yo las cargaba todas, soportando en silencio el frío con el que ella me trataba. Ni una sonrisa, ni un atisbo de cariño; solo instrucciones y distancia.

—Listo —dije, colocando las bolsas en el carrito—. Todo bajo control, princesa.

Ella giró apenas la cabeza hacia mí, con una mirada calculadora:
—No me trates como si fueras mi amigo, Iker. Eres mi guardaespaldas. Solo eso.

Cada palabra era un golpe directo a mi corazón, pero asentí.
—Sí, princesa. Solo tu guardaespaldas —murmuré, aunque por dentro quería romper las reglas y tomar su mano, decirle que jamás dejé de ser suyo.

Y así seguimos, entre tiendas, bolsas y silencios cargados de tensión.

Salimos del centro comercial cargando bolsas hasta el techo. Violet caminaba delante de mí, rígida, con las manos cruzadas sobre el abrigo y la mirada fija al frente. Cada paso suyo me dolía, porque sabía que yo había construido esta muralla entre nosotros.

—¿Ya terminamos, nena? —pregunté, tratando de sonar neutral, aunque mis brazos temblaban por el esfuerzo y la tensión.

—Sí —respondió secamente, sin mirarme—. Ahora llévame a casa.

Asentí y abrí la puerta de la camioneta, cargando las bolsas con cuidado. Violet se subió sin una palabra, acomodándose en el asiento con la misma rigidez que mostraba todo el día. Cerré la puerta, ajusté el cinturón y encendí el motor. El camino de regreso estaba envuelto en un silencio pesado, solo roto por el zumbido del motor y el tráfico distante.

No dije nada. No quería forzarla a hablar. Ella, por su parte, se apoyó ligeramente en la ventanilla, mirando la ciudad pasar como si fuera ajena a todo, como si yo no existiera.

—Iker —dijo de repente, su voz corta y fría—. Solo asegúrate de que estas bolsas no se arruinen. Nada más.

Asentí, conteniendo un suspiro. —Sí, nena. Solo tus compras.

El camino de regreso estaba envuelto en un silencio pesado, solo roto por el zumbido del motor y el tráfico distante. Violet se apoyó ligeramente en la ventanilla, mirando la ciudad pasar, pero de pronto su mano se llevó al abdomen, y un pequeño gesto de incomodidad cruzó su rostro.

—¿Nena… estás bien? —pregunté, mi voz baja y preocupada, mientras mis ojos buscaban los suyos.

—Solo… un dolor—murmuró, tratando de ocultarlo, pero su mandíbula se tensaba y su respiración se volvió un poco más rápida.

Mi instinto no dudó ni un segundo. Sin decir palabra con una mano acomode su asiento. —Tranquila, nena. Voy a cuidar de ti.

Ella cerró los ojos, dejando escapar un suspiro corto, y apoyó la cabeza ligeramente en el respaldo. Sentí un nudo en el pecho al verla así, vulnerable y a merced del dolor, y quise arrancarle cualquier molestia que sintiera.




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