White Mind

3. Sem Karpo

 

Un año después. 
Región Autónoma del Tíbet.

Entre las elevadas cumbres de la cordillera del Himalaya, protegido y oculto por los enormes accidentes geográficos de formación rocosa, se encontraba el majestuoso templo de Theravãda. 

Mimetizado casi al cien por cien con el entorno, el santuario solo resultaba visible para aquellos que lo regentaban o bien para los escasos e intrépidos exploradores que se habían atrevido a ascender hasta semejante altura con el transcurso de los años. 

El santuario era un lugar de culto y retiro espiritual para los monjes budistas que habitaban en él, aunque en el último año también se había convertido en el refugio y hogar de otra alma que poco tenía que ver con la vida contemplativa.

Carla había sido acogida por los monjes tras ser hallada frente a los portones del templo con unas lesiones que le habían dejado rozando las lindes de la muerte.

La gravedad había sido tal, que la morena había necesitado un par de semanas para recuperarse por completo. Durante estas, el único contacto que había tenido con el mundo había venido de parte de Tenzei, el líder de Theravãda y el único de los monjes que comprendía y podía expresarse en el idioma de la joven.

El maestro había estado a su lado en todo momento cuidando de sus heridas y aclarándole lo poco que conocían sobre ella gracias a la documentación con la que había aparecido. Para Carla, todo había estado bastante borroso al despertar así que había tenido que ir recordando poco a poco para completar el desordenado puzzle que era su mente.

El destino le había deparado un fuerte golpe que no solo le había llevado a perder a su novio sino también cualquier posibilidad de regresar a su antigua vida. Después de aquella expedición y de haber tenido en sus manos la piedra Sem Karpo había desarrollado una serie de habilidades realmente extraordinarias que iban desde el control mental hasta la telepatía. Habilidades que la hacían poderosa y peligrosa a partes iguales.

Lejos habían quedado pues las intenciones de Carla de regresar junto a su hermana cuando ella ya ni siquiera era la misma. Por ello había decidido quedarse y, con el transcurso de los meses, había encontrado en la disciplina de los maestros la fuerza y voluntad para mantenerse en el camino de la rectitud.

Entrenaba todas las mañanas en el arte del kung-fu y dedicaba las tardes a cultivarse en los idiomas típicos de la región como eran el chino y el tibetano. Así día tras día durante 365 lunas. No era extraño pues que se hubiese convertido en una auténtica experta en el arte marcial y dominase las siete modalidades principales del mismo.

Sem Karpo.

Carla, sentada en el borde de la cornisa de una de las pequeñas pagodas distribuidas por Theravãda, bajó la vista hacia Tenzei que vestía la típica túnica budista de color bútan.

Nǐ hǎo, lǎoshī. —saludó acostumbrada a que usasen aquel nombre con ella.

(*Buenos días, maestro.)

—¿Sabes que día sel hoy? —preguntó el monje haciendo un esfuerzo por hablar su idioma.

Carla pegó un gran salto desde la cornisa hasta el suelo, aterrizando con elegante gracilidad sobre sus pies.

—Así es. Mi cumpleaños.

No obstante no era la fecha en la que se hacía un año más mayor, esa ya había pasado, sino el aniversario de su renacimiento como Sem Karpo tras casi perder la vida en manos del Soldado de Invierno.

Tenzei asintió con una vaga sonrisa al tiempo que descubría bajo la capa de su ropaje una brillante hoja de dao. Para el que no estuviese familiarizado con ese tipo de armas parecía una katana pero de filo característicamente más ancho.

—Presente. Para ti. —dijo tendiéndosela.

Xièxiè. —Agradeció ella tomándola entre sus manos para observar su belleza más de cerca—. Pero... No puedo aceptarla, lǎoshī. Es una pieza única.

—Tú serlo igual, Sem Karpo. Única.

Viendo como a Carla le costaba lidiar con ello posó una mano en uno de sus hombros instándola a andar hacia una balconada desde la cual se contemplaba la magnificencia de la montaña.

—Tú pensar que esto —Le señaló la cabeza dándole un par de toquecitos con el dedo índice— maldición, oscuridad, cosa mala en ti. ¿Me equivoco?

—No, lǎoshī. No te equivocas. —admitió ella dejándose guiar.

—Tú nunca preguntar porque nosotros llamarte diferente. —La miró arqueando una de sus afeitadas cejas—. Sem Karpo es expresión tibetana para White Mind en tu idioma. La mente blanca ser esa parte más radiante y pura de nosotros, pero solo se puede hallar en el lugar más oscuro. 

Carla fue a abrir la boca para hablar pero el maestro la detuvo alzando una mano.

—Yo sé, tú creer que negra tu mente. Pero nada malo en eso, porque blanco tu corazón. Y corazón siempre ganar aquí arriba. —Volvió a golpearle la frente con dos dedos—. No olvidar nunca, Sem Karpo. Nunca.

 




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