La Batalla de Nueva York contra la invasión Chitauri se mostró ante los incrédulos ojos de Carla, que había tomado asiento al borde de la cama.
—Manhattan. Miles de fallecidos y heridos desperdigados por calles, edificios, parques... Y todo por culpa de estos personajes.
Varias imágenes de los Vengadores, así como de diversos agentes de S.H.I.E.L.D. se mostraron en pantalla. De todos ellos, la chica solo había oído hablar del multimillonario Tony Stark.
—La mayoría los consideran héroes. —Continuó Ryan—. ¿Pero qué heroísmo hay en salvar el mundo si previamente te has encargado de condenarlo? La sociedad está perdida. Pero por suerte HYDRA tiene un plan.
—¿HYDRA?
Recordaba vagamente como él había hecho referencia a ese nombre con anterioridad. Concretamente en la gruta donde supuestamente había perdido la vida un año atrás intentando salvarla.
Ryan descubrió un tatuaje que Carla no había visto antes en su bíceps derecho con el logo de la organización: una calavera con seis tentáculos rodeada por un círculo. A juzgar por la inyección de color debía ser reciente.
—Nosotros traeremos el orden al mundo del caos.
La morena se pasó ambas manos por la cara tratando de despejarse.
—Hiciste que huyera de ellos... de vosotros. Me dejaste sola con unos poderes que no entendía, luego me perseguisteis a matar. ¿Y ahora me dices que sois la cura para el desapego de la sociedad? No veo ninguna diferencia entre vosotros y esas imágenes a parte de los uniformes horteras.
—La terminarás viendo.
—¿Cuándo? —Le espetó ella—. Deja de decirme que pronto lo entenderé todo, que lo que me hiciste lo hiciste por mí. Quiero saber ya el por qué. Si de verdad te importo tanto como dices explícamelo de una maldita vez.
Ryan avanzó hacia ella agachándose hasta quedar frente a sus rodillas al borde de la cama.
—Muy bien. Ahí va.
La pantalla cambió entonces mostrando tres grandes maquetas de masivas naves aéreas.
—El Proyecto Insight. —Anunció con un tono un tanto sombrío.
—Señor, no debe compartir esa información con...
—Cállate, Wolf. Necesita saberlo. —Cortó Ryan a la voz que se escuchó a través de los altavoces.
Eso significaba que los agentes seguían vigilándolos al otro lado del cristal.
—¿Saber qué? —Preguntó ella.
—El plan que salvará a la humanidad y nos brindará a unos líderes de confianza.
—¿Y qué tiene que ver ese proyecto conmigo? ¿Con el lío en el que me has metido?
—Que tú eras una de las 220.000 personas consideradas amenazas potenciales por el mismo.
Carla frunció el ceño sin comprender.
— ¿Yo? ¿Amenaza potencial? ¿De qué?
—Del nuevo orden que se impondrá en cuanto esas naves que ves tomen el cielo de Washington.
—No te sigo...
—Carla, la paz mundial requiere sacrificios. Y cuando me enteré de que tú ibas a ser uno de ellos... No pude consentirlo. ¿Entiendes?
—No. —admitió sintiéndose como una estúpida—. Yo quería trabajar en el gobierno para tener la opción de mejorar las cosas. ¿Cómo iba a ser yo una amenaza para la paz?
Ryan le estaba vendiendo ese cuento de un mundo idílico, pero las verdaderas intenciones de HYDRA distaban mucho del mismo. Y si Carla era considerada una amenaza, no era precisamente para la consecución de la paz, sino para los cimientos de la agencia liderada por Pierce.
—No lo sé, cariño. —Mintió por enésima vez rozándole una mejilla—. Pero no estaba dispuesto a perderte. No podía permitirlo.
Perderle. Sacrificios. Amenazas potenciales.
Estaba hablando de asesinatos en masa para conseguir —en teoría—, una sociedad mejor.
Carla lo contempló horrorizada, negando vagamente con la cabeza. Había estado saliendo con un auténtico psicópata.
—¿Qué ocurre? —Se preocupó él al captar su gesto.
—N-Nada. —balbuceó queriendo escapar de allí.
¿Pero cuáles eran sus posibilidades de no terminar con los pies por delante al hacerlo? La estadística fue precisamente lo que la detuvo de intentarlo.
Debía ser inteligente. Jugar a su juego. Y en cuanto tuviese la más mínima oportunidad, buscar a su hermana y poner tierra de por medio entre aquel grupo de locos y ellas.
—Hiciste todo esto para salvarme. —Así fue cómo maquilló el terror por falsa comprensión.
Ryan asintió sonriéndole al creer realmente que estaba entrando en razón. O al menos en el concepto que él tenía de la misma.
—Sabía de la existencia de Sem Karpo y de lo que podría suponer poseerla. Así que, si la conseguía para ti antes que cualquier otro, valdrías más viva que muerta. Y de ese modo podríamos negociar.
A Carla se le escaparon varias lágrimas fruto de los nervios e impotencia que sentía en aquellos precisos momentos. Había estado tan ciega. Tanto.