White Mind

9. Aliados inesperados

 

Carla despertó horas después con la respiración pausada y oyendo el golpeteo de su corazón en los oídos. Estaba en la enfermería de nuevo, lugar que debería haber estado bastante concurrido tras la misión, pero al mirar a su alrededor no localizó a ninguno de sus "colegas".

—Estás sola. —informó Alina caminando hacia ella con su bata blanca.

Con total confianza la enfermera tomó asiento a un lado de la camilla y posó el dorso de la mano en su frente comprobando su temperatura.

—Y completamente recuperada. Te alegrara saber que la misión ha sido todo un éxito. Ryan ha venido a verte, pero seguías dormida.

—Qué lástima. Con las ganas que tenía de celebrarlo con él. —respondió Carla emanando sarcasmo por los cuatro costados.

—¿Sigues molesta por lo del veneno? Vamos, no ha sido nada. Has superado la prueba.

—Podría haber muerto de no ser porque el Soldado de Invierno me pinchó a tiempo.

Decir aquello en voz alta le hizo asimilar lo que Invierno había hecho por ella. Se sintió agradecida, aunque una oleada de incomprensión la siguió de manera casi instantánea. ¿Por qué? ¿Por qué él le había salvado? ¿Acaso no había dejado en claro que ganar la guerra era más importante que la vida de cualquier soldado?

Había escuchado historias sobre aquel hombre en lo que llevaba en HYDRA. Sabía que era un asesino experto. Indiferente, frío, letal, que mataba sin remordimientos y de cualquier forma imaginable. Que cumplía órdenes como ningún otro agente lo hacía.

Carla estaba alejada de las esferas de poder desde que se había negado a desarrollar sus habilidades psíquicas a favor de la organización terrorista, de modo que pocos conocimientos tenía sobre la verdadera situación del Soldado. Pero creía que era un hombre completo, perturbado, sí, pero fiel a la causa por iniciativa propia. Como todos allí menos ella.

No obstante, tras la misión en DD Enterprise y la breve conexión entre ambos en aquel callejón de Brooklyn, la psíquica se empezaba a replantear todo lo que le habían dicho sobre él. Aun recordaba su mirada torturada y confusa, y como había parecido genuinamente preocupado por ella tras la inyección. Algo no encajaba.

—¿Muerto? De eso nada. Eras su misión, debía protegerte. Él nunca falla.

—Y yo que creía que lo había hecho por voluntad. —musitó... ¿decepcionada? Su fe en la humanidad empezaba a ser irrisoria.

¿A quién pretendía engañar? Él solo había cumplido órdenes al fin y al cabo.En HYDRA la gente no destacaba precisamente por sus escrúpulos, más bien por la falta de ellos. No había razón alguna por la que el Soldado fuese a ser diferente.

—¿Voluntad? No me hagas reír. —se carcajeó Alina negando con la cabeza—. Ese hombre no tiene voluntad ninguna, Harper.

—¿Qué quieres decir con eso?

La enfermera enarcó una ceja mirándola con un tinte burlón.

—Hay poca comunicación entre Ryan y tú, ¿eh? Me parece que no te lo ha contado todo sobre uno de nuestros mayores orgullos.

—Ya... Le va lo de ocultarme cosas. —se encogió de hombros contemplando la alargada sonrisa que se dibujaba en los labios de Alina—. Cuando te canses de regodearte puedes contármelo tú.

A veces le parecía que ese par había compartido algo más que palabras durante su ausencia, pero no le importaba. Por muy contradictorios que fuesen sus sentimientos hacía él, Ryan podía meter la pija donde le placiese mientras a ella la dejase tranquila. No era como si fuese a ponerse celosa de alguien que le había hecho pasar por todo aquello.

Alina tomó aire tras las risas.

—El Soldado de Invierno no está en HYDRA por elección propia que digamos. —informó—. Es un veterano de la Segunda Guerra Mundial. Y no estaba en el bando del Tercer Reich precisamente.

Carla frunció el ceño dedicándole una miradita desdeñada. No tenía ningunas ganas de que le tomasen el pelo y lo que le estaba contando Alina le parecía una broma.

—Y yo puse la primera piedra en las pirámides de Egipto. Venga ya.

—No seas necia. Lo extraordinario existe. Deberías saberlo a estas alturas.

Ahí la enfermera tenía un buen punto. El mundo al que había vuelto Carla tras un año de retiro en las cumbres del Himalaya no era el mismo que había dejado atrás. Superhéroes, dioses, invasores alienígenas... Hasta ella tenía la increíble habilidad de dominar mentes. No debería costarle tanto creer en lo que le contaba Alina.

—Pero han pasado casi setenta años y él...

—¿Apenas luce como un bombón de treinta? Lo sé. Deberías verlo sin camiseta. —volvió a reír a costa de la sorpresa de la psíquica—. Lo conservamos bajo cero y lo usamos solo cuando es necesario. Por eso apenas ha envejecido.

Carla no pudo evitar estremecerse conforme una molesta sensación de culpabilidad crecía en su interior. Hasta entonces había pensado que el Soldado de Invierno no era más que un perturbado cumpliendo fervientemente con su misión en HYDRA. El asesino de su mentor. El culpable junto a Ryan de que ella estuviese allí. Había creído a pies juntillas en aquella macabra idea que justificaba el terror y la aprensión que había desarrollado hacía él. No obstante, acababa de descubrir que no era más que un títere.




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