Un año después.
República Popular de China.
Si había algo en lo que HYDRA había destacado a lo largo de su historia era en eliminar cualquier rastro de luz. Encontraban regocijo en la destrucción, y era así exactamente como habían conseguido crear al equipo más temible y efectivo de su historia. Haciendo pedazos lo que una vez sus integrantes habían sido.
La oscuridad era todo lo que el Soldado de Invierno había conocido en las últimas siete décadas, la misma abarcaba su ser ennegreciéndole el alma y sombreando cada uno de sus movimientos. No importaba en qué lugar fuera a darse la próxima misión, la oscuridad siempre le seguía.
No obstante, en los últimos tiempos, había un pequeño atisbo de claridad en su mundo oscuro. Alguien que también había creído perder su propia alma tras todo lo que le habían obligado a hacer dentro de HYDRA, pero que inexplicablemente seguía brillando para él.
—¡James! ¡Eh, James! —Carla chasqueó los dedos frente a los ojos del Soldado de Invierno intentando sacarlo de su ensimismamiento—. Vuelve conmigo.
Su voz quedaba algo ahogada debido a la máscara que le había cedido él minutos antes mientras el asfixiante gas se acercaba tortuosamente por el pasillo del subterráneo.
Bucky tosió un par de veces cubriéndose con el antebrazo.
—Te orientas de pena. No vuelvo a hacerte caso. —musitó por lo bajo mientras se incorporaba tirando de ella. Debían seguir avanzando.
Carla suspiró al verlo reaccionar, asegurándose de que aún quedaban unos metros entre ellos y la muerte segura.
—Como si tuvieses elección. —soltó con ironía.
En el último año Carla apenas había podido avanzar en su plan de huida. Seguía siendo la agente al cargo del Soldado de Invierno, pero al mismo tiempo se le había asignado un controlador que la mantenía a raya mediante el poder de la piedra Sem Karpo. Y ese no era otro que Ryan.
El ex novio de la chica había descubierto que, así como la gema protegía al que la portaba del control mental de Carla, también era capaz de controlar a la misma obligándola a obedecer como si fuera poco más que un mero títere con conciencia.
—Recuérdame que cuando salgamos de aquí exija una de estas en mi equipo. —se señaló la máscara justo antes de llegar al final de pasillo.
Una gran puerta acorazada de hierro convertía el lugar en una ratonera. Carla se giró hacia James alzando la vista.
—¿Puedes hacer algo?
Invierno se limitó a asentir cerrando el puño de su mano metálica entorno a una de las visagras. El chirrido del hierro delataba que la fuerza del soldado era más que suficiente, pero la cuestión era si lo sería en el tiempo necesario antes de que el gas los rodease por completo.
Carla se quedó con la mirada clavada en la niebla mientras se aproximaba a ella.
—Están aquí. —anunció con voz queda al percibir los pensamientos del servicio secreto chino, bien equipados con máscaras de gas—. Te ganaré algo de tiempo. —agregó antes de desenvainar su dao y meterse de lleno entre la tóxica niebla.
—Belosnezhka.
Pero Invierno solo alcanzó a ver el escalofriante brillo nacarado en los ojos de su compañera al darse la vuelta.
Poco después, White Mind sintió una patada en el estómago y salió volando contra la pared para caer aparatosamente contra el suelo. Estar en la mente del adversario le daba una ventaja clave para adelantarse a sus movimientos, y le acababa de otorgar al mismo la confianza que necesitaba para relajarse.
La psíquica se incorporó de inmediato pegándole una patada en la rodilla mientras bloqueaba un puñetazo con la empuñadura de su dao. Al notarlo desestabilizado, le pasó la hoja por el cuello salpicándose de los borbotones de la sangre del asiático.
El que aún seguía en pie empezó a disparar a ciegas al oír el agonizante grito de su compañero. Una de las balas perdidas rozó el hombro de Carla, que notaba como iba quedándose sin aliento al estar manteniendo la respiración durante todo aquel tiempo.
Soltó una maldición al notar la picante quemazón en su carne y se cambió la hoja de mano para cargar contra el tirador. Los golpes ciegos se sucedieron en una serie de profesionales movimientos de kung fu dominados por ambas partes.
La pelea estaba muy igualada, al menos hasta que el asiático logró arrebatarle la máscara y la chica boqueó habiéndose quedado sin aire en los pulmones. Al respirar, la toxicidad de los componentes que flotaban en el ambiente le provocaron un agudo picor en la garganta.
La tos se mezcló con la sensación de ahogo y Carla se vio obligada a salir de la neblina para evitar morir allí dentro.
Al mismo tiempo, el Soldado de Invierno terminaba de hacer ceder la puerta acorazada.
—James... —jadeó ella, llevándose una mano al disparo.
Él se giró para verla renquear en su dirección, aunque no solo la morena había logrado salir de la nube de niebla tóxica.