El viaje hacia las ruinas llevó tres días. Ielthar se alzaba entre los riscos del norte, oculto por nieblas eternas y protegida por una magia antigua que solo respondía a la verdad del corazón.
—Aquí es donde los antiguos hacían su Juramento de Unión —dijo Cael al acercarse a los arcos de piedra cubiertos de musgo—. No era un contrato. Era una promesa. De dos almas, un solo vuelo.
Lysiane sintió que algo en su interior respondía a esas palabras. Su colgante brillaba suavemente, en sincronía con el fragmento de Devoción que guardaba en la caja de piedra lunar.
—¿Y crees que ese fragmento… de Coraje… nos estará esperando?
—No es un objeto. Es una emoción. Si lo encontramos, será porque lo hemos despertado.
Al ingresar, los rodeó un silencio profundo. Las ruinas estaban vivas. En cada columna tallada, escenas antiguas de hadas entrelazadas en batallas y abrazos. Y en el centro, una plataforma circular donde dos espadas flotaban suspendidas en el aire, cruzadas como una X.
—Sólo aquellos que se eligen, pueden cruzar —susurró una voz.
Lysiane giró. De la niebla emergió una figura masculina envuelta en ropas negras, alas de obsidiana plegadas a su espalda. Su rostro era hermoso, severo… y familiar.
—Elarion —dijo Cael con una tensión inmediata.
—Guardían Cael. Heredera Lysiane. El Consejo los convoca. Rindan los fragmentos y nadie saldrá herido.
—¿Viniste solo? —preguntó Lysiane, retrocediendo.
—No necesito más. El poder del Consejo fluye en mí.
Sin esperar respuesta, Elarion alzó una mano. El viento se comprimió, se volvió filo. Cael reaccionó al instante, creando un escudo de aire para protegerlos. Lysiane sintió el poder brotarle desde el pecho, no por rabia… sino por miedo a perder a Cael.
El suelo tembló. Las espadas flotantes cayeron al suelo… y un brillo anaranjado emergió desde el centro del círculo. Un nuevo cristal, en forma de llama, se elevó ante ella.
—¡El fragmento del Coraje! —gritó Cael—. ¡Tócalo!
Lysiane lo hizo. El fuego no la quemó. Al contrario, la abrazó.
—No peleo por poder —dijo, con los ojos brillando—. Peleo por amor.
Una explosión de energía la rodeó. Elarion cayó de rodillas, sorprendido.
—Esto… no es posible…
Lysiane y Cael aprovecharon la apertura. Cael invocó un vendaval que los elevó y escaparon entre la niebla, dejando atrás el eco de una verdad que el Consejo no quería ver:
El amor también era fuerza.