La niebla se espesó aún más mientras Lysiane y Cael corrían a través del Bosque Dormido, con el sonido de sus pasos como único eco entre los árboles. La sensación de peligro estaba en el aire, palpable, como si la misma tierra temiera lo que venía.
—No los oigo —dijo Cael, sus ojos escrutando la oscuridad—. Pero siento su presencia. Están cerca.
Lysiane se tensó, su corazón acelerado. Podía sentirlo también, la presión de la magia oscura que rodeaba el bosque. A medida que avanzaban, el colgante en su pecho comenzó a brillar con una luz cálida, pero ansiosa, como si quisiera alertarlos de algo.
—¿Dónde está Eliara? —preguntó Lysiane, buscando entre las sombras.
—Está en su cabaña, protegiendo el lugar —respondió Cael, sin detenerse—. Pero no podemos regresar. Nos están siguiendo.
Lysiane asintió, sabiendo que era cierto. El Consejo no solo los rastreaba por su poder, sino que sabían que el amor como elemento había despertado. Y si no los detenían, el mundo cambiaría.
De repente, el viento comenzó a levantar con fuerza, soplando de forma errática, como si la propia naturaleza se rebelara contra lo que estaba ocurriendo. Lysiane cerró los ojos, intentando concentrarse. Recordó lo que Eliara le había enseñado: el amor no era solo para ser dado, sino también para ser controlado.
—Cael, espera —dijo Lysiane de pronto, con los ojos brillando con determinación—. Tengo que intentar algo.
Cael se detuvo, mirándola con preocupación.
—Lysiane, no estamos en un lugar seguro. Necesitamos seguir moviéndonos.
Pero ella se adelantó, extendiendo las manos hacia el aire. El colgante brilló con una intensidad que la sorprendió a ella misma. Fue como si su magia estuviera finalmente aceptando su naturaleza. Con un suspiro, su energía se liberó.
El amor, la esencia de todo lo que existía, comenzó a fluir desde su pecho, atravesando el aire y haciendo que el bosque a su alrededor respondiera. Las raíces se levantaron, formando una barrera natural, bloqueando el paso de cualquier intruso.
Cael observó asombrado mientras el suelo se cubría de flores brillantes y la niebla se dispersaba, haciendo que el paisaje se iluminara con tonos dorados y plateados.
—Lo lograste —dijo él, sorprendido.
Lysiane, exhausta pero satisfecha, asintió.
—Pero esto no durará mucho. Debemos irnos antes de que el Consejo encuentre una forma de atravesar mi magia.
Con la barrera de protección temporalmente establecida, Cael y Lysiane siguieron su camino, ahora con más urgencia que nunca. Sabían que el Consejo no tardaría en encontrar una forma de romper la barrera. Y en ese momento, tendrían que estar preparados para enfrentarlos.