Después de dejar atrás las ardientes tierras del Fuego, el entorno comenzó a transformarse drásticamente. Las rocas volcánicas se convirtieron en musgo húmedo, el calor fue reemplazado por una bruma fría, y el sol desapareció tras una neblina persistente. Todo se volvió más silencioso, como si el mundo contuviera la respiración.
Lysiane se estremeció cuando las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer, ligeras y constantes. El aire era denso de humedad y magia antigua.
—¿Crees que nos estarán esperando? —preguntó, apretando el colgante que llevaba colgado al cuello.
—No lo sé —respondió Cael—. Pero si este lugar es como lo pintaban los textos antiguos, no seremos bienvenidos.
El Reino del Agua era el más aislado de todos. Mientras los demás elementos convivían con cierta fluidez, el agua permanecía distante, contemplativa. Según Ignis, el Guardián del Agua no hablaba con forasteros desde hacía décadas.
El paisaje comenzó a abrirse a una laguna de aguas negras y quietas. En el centro, una pequeña isla flotaba, iluminada por una luz azulada que parecía emanar del mismo lago. Un puente de piedra se extendía hacia ella.
—Debemos cruzar —dijo Lysiane. Y sin esperar respuesta, comenzó a caminar.
A medida que avanzaban, las voces comenzaron a escucharse. No eran voces humanas, sino susurros, como ecos atrapados en las gotas de agua.
—¿Oyes eso? —preguntó ella, deteniéndose.
Cael asintió.
—No son voces reales. Es el agua... leyendo nuestra alma.
Cuando por fin llegaron a la isla, una figura emergió del lago. Era una mujer de cabello azul oscuro, piel pálida y ojos completamente blancos, como si estuviera hecha del propio océano. Iba descalza, vestida con un manto de niebla.
—Soy Nerida, Guardiana del Agua —dijo con voz melódica pero distante—. ¿Qué buscáis aquí, viajeros de aire y fuego?
—Buscamos equilibrio. Sabiduría —dijo Cael—. El Reino de Liria está cambiando. Todo el mundo lo está.
Nerida los observó largo rato, en silencio. Luego, señaló el agua.
—Entonces sumérjanse. La sabiduría no está en mis palabras, sino en lo que están dispuestos a soltar.
Lysiane tragó saliva. El agua estaba gélida, pero no dudó. Se tomó de la mano de Cael y juntos caminaron hacia el lago. Al sumergirse, todo se volvió oscuro.