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¿Qué hay afuera en el mundo?

Cuando se es pequeño y joven, siempre sientes que no sabes nada cuando te enteras de algo nuevo. Algo grande que siempre estuvo en todos lados y jamás lo viste. El mundo se hace más grande cuando descubres más cosas nuevas. Por eso, ser un niño es tan emocionante. Todo es grande, interesante y brillante. Y a la vez que eso sucede, se crean recuerdos coloridos debido a que son las primeras veces que experimentamos las cosas. La niñez puede que esté sobrevalorada debido a eso y al exceso de libertad que se tiene. Por lo general, todo es mucho más flexible para un niño.

Lía sentía como si hubiese abierto los ojos desde que habló con Ángelo. Desde que conoció a alguien del exterior, ella siempre se preguntaba qué había más allá del bosque. Hay un mundo allá afuera esperando. Y ella estaba ahí encerrada sin más compañía que libros de cuentos e historias. Pasando el tiempo en silencio, con sus libros o practicando su canto.

¿Por qué Lía no se ha decidido a escaparse un momento? Es por lo que dijo su “madre”. Que el mundo es un sitio terrible e injusto, mata ilusiones y te deja moribundo sin siquiera haberte acercado a la felicidad. Que las personas son egoístas y solo fingen amistad para tener un esclavo personal que piense igual a ellos. Y sobre todo, no importa cuánto se intente, no hay felicidad afuera. De todo lo que dijo Grida, solo tenía razón en una cosa:

“La felicidad nace desde adentro, no viene de afuera”

 

Una vez, mientras salía del sótano, Grida se encontró con Lía. Tratando de ocultar lo que había más allá de la puerta, Grida preguntó:

– ¿Qué quieres?–

–  ¿Puedo ir afuera?–

– Creí haberte dicho que nunca debes salir de esta casa. Es peligroso afuera, lleno de gente repugnante y de infortunio. Sin mencionar que tendrías que valerte por ti misma y ganarte el pan. ¿Para qué salir de esta casa donde lo tienes todo asegurado?–  Dice Grida mientras tiene una expresión de disgusto.

– Es que quería ir a jugar y recoger flores y…–   Entonces la niña es interrumpida por la bruja.

–  ¡Que no vas a salir y punto!–  Grida alza la voz con un tono de furia – Tuviste suerte que dejara entrar a ese vagabundo a la casa, no insistas más–

Lía, con ganas de llorar, se va a su cuarto. Triste y sin ánimos de salir, siente una extraña nostalgia. Es como si esa situación hubiera pasado muchas veces antes, pero no recuerda para nada a Grida en ello. Se siente como si fuese un sueño profundo. Más que nada, sabe muy en el fondo que esa mujer no es su madre. En eso se queda dormida.

Mientras tanto, Grida hace su habitual ritual fuera de la casa. Este consiste en rezar unos cánticos en latín mientras sacude una maleza y camina alrededor de la casa. Esto es para ocultarla de cualquiera que pase cerca, por eso Ángelo no la vio. Con esto, la casa será aún más difícil de encontrar. Sin embargo, tiene un punto débil. El hechizo solo funciona si la puerta de la casa está cerrada con seguro.

Los días pasan y Lía trata de distraerse con libros de cuentos y leyendas. Mirando por la ventana, esperando a que Ángelo u otro viajero llegue y anime las cosas. Dicen que para los niños, las esperas se perciben aún más largas. Y Lía sentía que había estado una eternidad en esa casa, esperando la oportunidad para irse y conocer todo lo que siempre vio en libros y en canciones. Ella quería salir y ver el mundo, tener aventuras, hacer lo que quisiera y comer lo que le diera la gana. Pero más que todo, quería tener amigos. Ser alguien en la vida de otras personas. Mientras más piensa en todo lo que se está perdiendo Lía se decide y planea salir a escondidas de su “madre” mientras ella está lejos de la casa.

 

En otro lugar, lejos de esa casa sofocante, está el pueblo natal de Ángelo. Acacios era un pueblo lleno de esos árboles amarillos, radiante y soleado. Antiguo, con una fuente en el centro del parque y el parque en el centro del pueblo. El parque está rodeado por la gobernación, la iglesia y algunos negocios pequeños. En uno de los muchos muros que lo rodean, hay carteles de se busca junto con la imagen del rostro de Ángelo. Una mano quita el cartel del muro.

– ¿Otro desaparecido?–  piensa Noé .Un hombre alto, fornido, de tez clara y cabello ondulado, vestido con una tiara plateada, lentes y ropas ligeras. –Debería avisarle a Jacob y a los demás–

Mientras tanto, en la plaza estaba un grupo de gente reunida en la fuente. Allí sentados, estaban cuatro personas que resaltaban entre los demás por sus tiaras plateadas.

Jacob, un joven de tez clara y cabello liso. Estaba vestido con ropas ligeras y una tiara dorada en su cabeza. Es el líder del grupo debido a su facilidad para la estrategia y su interés por el conocimiento general. Sin embargo debido a su razonamiento, suele ser alguien frio y con poca empatía. Aún así se esmera en tratar de comprender a otros.

Raquel, prácticamente una hermana mayor para Jacob. Tiene trenzas desde el frente hasta la coleta de su cabello y un collar con un crucifijo, es muy devota a su religión. Viste un vestido largo y blanco con un corsé de cuero, también tiene una tiara plateada. Por su instinto maternal, es la que más los protege a todos y a los pobladores. Esta ayuda también a Jacob con sus dificultades sociales.

Rubén, el hermano mayor de Asher. Un tipo de pelo corto, atado en una pequeña coleta y vestido similar a Jacob pero con una tiara plateada. Terco y un poco agresivo con personas que no sean de su confianza, pero suele ser protector con los niños. Es el que busca los recursos, representando la energía del grupo.

Asher, el hermano menor de Rubén. Estos dos fueron encontrados juntos de bebés. Es un joven de pelo lizo y piel oscura, vestido igualmente con ropas ligeras y una tiara plateada. Contrario a su hermano, es amable y sincero con todo el mundo. Es el cocinero y médico del grupo, debido a eso es el más preocupado por la nutrición, el conteo de calorías y la actividad física de los demás.




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