[07]
OJOS DORADOS.
Êl aire fresco de La Push empujó los cabellos de Anatasha hacia todas direcciones, despeinando su coleta más de lo que ya estaba, pero aquello no le desagradaba.
El aroma fresco del mar lograba relajar cada extremidad de su cuerpo, así como también la leve ola que lograba alcanzar sus pies, y que su concentración sea más fluida a la hora de leer el libro que sostenía entre manos.
-Esto es relajante, ¿verdad, Nat? -murmuró a la nada, con una sonrisa leve mientras veía el horizonte neutro del mar.
-¿No te meterás, Ana?
Anatasha dirigió su atención del horizonte a Eric, quien vestía un ajustado traje de surfista.
-Neh. -sacude la cabeza, desviando la mirada a su libro- Doma unas olas por mí. -inspiró, Eric asintió un poco tenso y corrió al mar detrás de Mike y Jessica- Se debe estar cagando. -se burló Anatasha volviendo a mirar su libro.
«Uno es valiente cuando, sabiendo que ha perdido ya antes de empezar, empieza a pesar de todo y sigue hasta el final pase lo que pase. Uno vence raras veces, pero alguna vez vence» siguió leyendo, concentrada.
Hasta que se sintió observada, como buena Ivanovakof, fingió no sentir la sensación y, totalmente casual, fingió bostezar echando la cabeza para atrás.
Sus ojos recorrieron los árboles del bosque buscando el origen de la quemante mirada, pero no notó nada; siguió avanzando, hasta que se detuvo en una especie de nube color oro que sólo ella podía ver.
Se detuvo, sorprendida y fascinada por el precioso color y la forma tan elegante de su ser, y entrecierra los ojos tratando de penetrar la barrera mágica, pero la fuerza era superior a la suya, contrarrestando su magia.
La curiosidad fue suficiente para que se levantara de la silla y se dirigiera con paso seguro hasta la nube, quien parecía atraerla más y más... Hasta que se desvaneció, dejando como recuerdo un par de ojos dorados que la veían con curiosidad.
Fue como un flash, una imagen suplantada en su cerebro, igual a cuando recordabas alguna fotografía. Se detuvo, aturdida, y observó a su alrededor en busca de la nube bonita, pero no volvió a encontrarla.
¿Quién o qué sería?
●●●
Quizás se había obsesionado con la nube.
Como buena Ivanovakof, no se había quedado tranquila con la vista de ésa nube y esos ojos, así que agarró una linterna y salió a una búsqueda antinatural.
La linterna alumbró un punto muerto del bosque, sin rastro de alguna criatura, ser o espíritu maligno que le dijera que demonios era esa nube dorada que llamó su atención.
Suspiró y rascó su cabeza, bajando la mirada al piso, dando pasos vagos, pensando en volver a casa y resignarse por hoy en su búsqueda.
El sonido de los arbustos a sus espaldas llamó su atención, tensó el cuerpo y giró lentamente el cuerpo, alumbrando de paso lo que sus ojos veían, pero no había nada.
Otro sonido, a su derecha, ésta vez se giró con más rapidez y alcanzó a ver un pie humano pálido, sucio con algunos granos de tierra, pero la vista fue rápida pues volvió a desaparecer entre arbustos.
Anatasha empezó a alarmarse, agarró la linterna con sus muslos y empezó a girar su brazalete de cuero, viendo a sus alrededores.
-A...An.. -se escuchó una voz entrecortada a sus espaldas.
Sus piernas reaccionaron primero que su cerebro, echando a correr cual loca por los terrenos del bosque agitada y sorprendida.
Miró hacia atrás, y por ello no pudo prevenir la rama que interpuso su camino haciéndola caer.
Adiós rodillas, palmas y mejillas lizas.
Cuando se detuvo, las tres sonas mencionas le ardieron, Anatasha pasó el dorso de sus manos por las otras dos zonas para quitar la tierra y se incorporó.
-¿Quién eres? -gritó, sacando de su brazalete una navaja con la cuchilla encorvada, llena de símbolos plateados y dorados- ¡Muéstrate!
-¿Anatasha?
El grito más femenino que en su puta vida pudo llegar a emitir lo sacó al oír ésa voz a sus espaldas, sin querer retrocedió, tropezó y rodó hasta terminar de culo en la fría agua del río que dividía los terrenos.
-Dios, ¿estás bien? -exclamó Jasper viéndola con el entrecejo fruncido.
Ana lo miró con sospecha, pero el aura de Jasper era muy distinta a la de ésa criatura de la que corría, así que se relajó un poco.
-Es bueno oír que la primera emoción en tú tono de voz al dirigirte a mí sea la preocupación -fue lo que respondió, abriendo los ojos.
-¿Necesitas ayuda? -pregunta viendo los terrenos de los lobos con precaución.
«¿Le digo que sí y parecer una damisela en apuros o soy Mulán?»
-No, no la necesito.
Respiró hondo, miró su alrededor y decidió limpiar sus raspaduras con el agua del río.
-Estas herida. -comentó Jasper, cerrando las manos en puños.
-Son sólo raspones -simplificó juntando las manos en una cuenca para coger agua y dejarla caer sobre sus rodillas-, si te sientes incómodo puedes irte.
-No yo... -titubea cerrando los ojos-... Estoy bien. -aseguró abriendo los ojos, Anatasha hizo un vaivén con las cejas- Voy a ayudarte.
-Dije que no. -Reiteró con el ceño fruncido, Jasper hizo caso nulo a sus palabras y bajó la colina- Te vas a meter en problemas. -Advirtió.
Jasper se metió al río, mojando sus pies y luego piernas hasta las rodillas.
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Editado: 05.05.2020