Parte 1: El Eco del Infinito
Había una vez, en un rincón olvidado del universo, un niño llamado Elian que nació con un don peculiar: podía ver los finales de todas las cosas... menos uno.
Desde pequeño, Elian sabía cuándo una flor marchitaría, cuándo terminaría una tormenta, o cuándo el corazón de un anciano daría su último latido. Pero cada vez que intentaba mirar el final del cielo, del tiempo o de sus propios pensamientos más profundos, veía algo distinto: un eco sin fin, una voz que se repetía en todas las lenguas y en ninguno, susurrando una sola palabra: "infinito".
Elian creció obsesionado con descubrir qué era ese eco. Mientras otros niños jugaban a esconderse entre árboles, él se escondía entre números, palabras y estrellas. A los doce años, construyó un reloj que no marcaba las horas, sino las repeticiones del universo. A los quince, cruzó un umbral de luz en sus sueños y conoció a un ser sin rostro que le dijo: "Cuando llegues a la parte cien, entenderás".
—¿La parte cien de qué? —preguntó Elian.
Pero el ser desapareció. Desde entonces, comenzó a escribir. Cada página que escribía lo acercaba más a ese entendimiento, a ese infinito sin forma ni fin.
Lo que Elian no sabía era que su historia no era solo suya. Tú, que lees esto, también eres parte del infinito. Y tu historia... apenas comienza.
Editado: 31.10.2025