Elian decidió seguir la hebra de hilo.
No sabía cómo, pero al tocarla, el mundo se volvió más silencioso. Las hojas no crujían bajo sus pies. El viento no rozaba su piel. Todo era... quieto. Como si el tiempo estuviera
conteniendo el aliento.
La hebra plateada se alargó por sí sola y comenzó a moverse, deslizándose sobre el suelo como una serpiente de luz. Elian la siguió, sin pensar. Era como si sus pies ya supieran
el camino.
Así llegó a un claro que no existía antes, en el corazón del bosque. Allí se alzaba un edificio imposible: una biblioteca sin puertas, sin ventanas, sin entrada aparente. Las paredes eran de piedra oscura, cubiertas de símbolos que cambiaban cuando no los mirabas directamente.
En lo alto de la fachada, grabada como fuego dormido, una palabra lo esperó:
"∞°"
Elian rodeó la biblioteca una, dos, tres veces... y a la cuarta vuelta, sin aviso, apareció una abertura donde antes no había nada. No era una puerta. Era una pausa en la realidad, como si el mundo se hubiera equivocado por un instante y dejado al descubierto un secreto.
Entró.
Adentro no había estantes. No había techo. No había suelo. Solo páginas flotando, millones de ellas, como estrellas atrapadas en una noche sin cielo. Cada página llevaba un número. Algunas tenían dibujos. Otras, lenguajes que no existían. Y otras... otras
hablaban de él.
Encontró una hoja que decía:
"Parte 3. Elian encuentra la biblioteca sin puertas."
La dejó caer, temblando.
Una voz sin dueño le susurró al oído:
-No estás escribiendo esta historia. La estás recordando.
Elian levantó la mirada.
Y allí, flotando entre las páginas, vio una sombra con su forma exacta, escribiendo en un O
libro que aún no existía.
Editado: 02.11.2025