Rosie Harris
Esperaba poder salir más temprano, pero mi odiosa jefa era tan ambiciosa que ni siquiera obedecía las leyes del toque de queda. A las siete de la noche ya no se veía un alma por las calles, pero solo a las siete y media después de limpiar todo el local nos dejó ir. Éramos tres personas, dos chicos y yo, pero cada quien tomaba su camino apresurándose para llegar a la seguridad de su hogar.
Desde que empezaron las desapariciones, traté de distraerme hablando conmigo misma en el camino para no entrar en desesperación paranoica, pero desde que Ethan desapareció mi temor aumentó el doble. Por el hecho de que le sucedió a alguien cercano, alguien con quien tenía bastante contacto, lo que me hacía pensar que podría pasarme a mí en cualquier momento. Pero también, por el hecho de sentirme segura con él, tenía esa cualidad de transmitir calma, sus ojos color miel me inspiraban gran confianza y tal vez otros sentimientos.
Y dolió, el saber que posiblemente no lo viera más me causó una punzada en el pecho tan fuerte que lloré dos días enteros. Lo extrañaba mucho, temía por su seguridad, pero no había muchas esperanzas de que apareciera. Nadie lo había hecho, ni vivo ni mucho menos muerto.
Faltaban solo un par de calles para llegar al edificio donde vivo con mi abuela, sin embargo, en todo momento y a pesar de mis fuertes intentos por distraerme, me sentía vigilada. Miraba frenéticamente a todos lados, pero nada. Estaba sola, o eso creí.
A unos metros por detrás de mí, empecé a escuchar pisadas, pero no veía el origen. Hasta que del techo de la casa de la esquina cayo una enorme figura, su cuerpo completamente cubierto por un pelaje color caramelo. Creí que era un enorme perro o algún animal similar, hasta que se irguió en sus patas traseras. Tenía forme semihumana, pero sus fauces y garras eran como las de un lobo.
Retrocedí tres pasos sin creer lo que veía y caí, sacando de mis pulmones el poco aire que tenía. Me arrastré presa del pánico, sin saber que más hacer. Solo esperaba lo peor, la muerte. ¿Será el mismo destino que corrió Ethan y los demás desaparecidos?
A medida que retrocedía, más se acercaba la criatura. Traté de levantarme para salir corriendo, pero empezó a correr en mi dirección. Volví a caer cerrando los ojos y profiriendo un fuerte grito desde lo más profundo de mi garganta.
¡Grrr! ¡Crack!
Primero un fuerte golpe, después un chasquido de hueso al romperse. Esperaba que al abrir los ojos una parte de mi ser estaría empapada en sangre, pero no. Delante de mí había otro lobo, más esbelto, con el pelaje castaño, se había interpuesto entre mi atacante y yo dejándolo inconsciente. Me salvó la vida.
Me miró con esos ojos rojos brillantes, acercándose solo un par de pasos y olfateando a mi alrededor. Sus ojos brillaron aún más, terminando por eliminar el espacio que nos separaba. Cerré los ojos asustada, creyendo que me mordería o algo parecido. Pero no, su suave pelaje acarició mi mejilla con ternura. Respirando sobre mi cabello y dándome suaves empujones para que me levantara.
Al irse, se lo llevó cargado al hombro, no sin antes volver a fijar una mirada anhelante en mí. Fue extraño y dirán que estoy loca, pero me transmitió calma, justo la que necesitaba para poder levantarme y seguir mi camino a la seguridad de mi casa.
En mi mente quedaron marcados sus ojos, unos hermosos ojos color miel.
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Editado: 12.08.2025