Wolf Hunter

II

 Un dolor punzante se instala en el centro de mi frente. Intento llevar a este lugar una de mis manos para poder aliviarlo, pero estas parecen ser de cemento. Mis párpados también pesan demasiado, por lo que no puedo abrir mis ojos. Es entonces, cuando decido hablar para pedir ayuda, pero mi voz parece haber desparecido en algún lugar dentro de mi garganta. Sin nada más que hacer, empiezo a recordar los motivos que me han llevado a esta extraña situación de parálisis completa. 

 Escapé de la residencia; fui a un concierto; bebí y bailé; volví a casa; y los hombres-lobo me atacaron. Un momento, ¿hombres-lobo? Sigo visualizando las imágenes que mi memoria guarda y noto mi respiración más pesada y dificultosa. Me han capturado, eso es lo que ha pasado. Me falta el aire cuando comienzo a pensar en todo lo que me harán. Todo el mundo sabe que es mejor morir que ser capturado. 

  Algo cerca de mí comienza a emitir un sonido alterado y molesto. Cualquier expectativa que tengo sobre mi futuro va a quedar reducida a cenizas. Tenía planeado escapar de la Residencia de Cazadores, pero no por unas horas, sino para siempre. Tomaría el primer autobús hacia Alaska, donde la blanca nieve reina y el frío vuela. Una vez allí, alquilaría un pequeño apartamento con el dinero que había ahorrado durante años. Comenzaría a trabajar y seguiría estudiando. Cuando hubiese acabado el instituto, iría a alguna universidad cercana o, quizás, a alguna academia de arte. Conocería a muchas personas y a un hombre que me haría la mujer más feliz del mundo. Nos casaríamos y compraríamos una bonita casa con una gran chimenea en el salón que nos resguardara del duro frío del invierno. A partir de entonces, yo viviría una vida normal como cualquier otro. Pero ahora, no podría cumplir mi pequeño sueño. Moriría torturada y mi cadáver sería quemado o enterrado en algún lugar oculto para que nadie pudiese jamás encontrarme. 

  La odiosa máquina aumenta la velocidad de sus pitidos y yo ya no puedo respirar. Mi pequeño cuerpo tiembla de miedo en un lugar que todavía no reconozco, pero que supongo que será algún tipo de celda. Lucho por abrir mis ojos y poder controlar las acciones de mi sistema, pero no logro conseguirlo. Oigo cómo choca contra la pared una puerta y cómo varias personas caminan rápidamente hacia mi posición mientras gritan palabras sin sentido o que quizás, no logro comprender. Yo me limito a encogerme más y pensar en el oxígeno que me falta. Después, noto mi cuerpo relajado, y dejo de pensar. Solo sé, que estoy muriendo, y siento mi alma escurrir entre mis dedos. Estoy a punto de irme cuando algo se clava en mi pecho, provocando un dolor agudo en todo mi cuerpo. 

  Me incorporo rápido mientras grito y llevo mis manos a mi pecho, donde se ha producido el daño. Cierro mis ojos con fuerza y muerdo mi labio inferior en un intento de calmar la horrible sensación y acallar los sonoros gritos que intentan escapar de mi boca. El oxígeno llena rápidamente mis pulmones y mi pecho sube y baja sin descanso. Soy consciente de que al menos cuatro presencias se reúnen a mi alrededor. Poco a poco, abro mis ojos, pero me veo obligada a cerrarlos inmediatamente por la cegadora luz blanca que se cierne sobre mí. Segundos más tarde, vuelvo a intentarlo, y esta vez lo consigo. 

  Poso mi mirada en todos aquellos que me miran en expectantes y sedientos de emoción. En frente de mí, un hombre de cabello oscuro y ojos zafiros posa su mano izquierda en la cintura de una mujer castaña con lágrimas en los ojos. En el lateral derecho de la cama, dos mujeres y un hombre, todos vestidos con batas blancas y camisas azules, me observan con detalle. A la izquierda, se encuentra él. Su pelo dorado y sus grandes ojos avellanas me miran con tristeza y preocupación. Su mano busca la mía, pero la aparto en un acto reflejo. Un destello de ira cruza su mirada y yo cierro fuertemente los ojos cuando su brazo se eleva rápidamente y se mueve hacia mi cara. Va a golpearme. Pero después de unos segundos tan solo noto el calor de una cálida mano que acaricia mi mejilla.

 —Nadie va a hacerte daño, Ares —dice calmado.

  Niego con la cabeza mientras intento hacerme a la idea de que él está vivo. Seth está junto a mí, acariciando mi mejilla como yo solía hacerlo dos años atrás, antes de que todo ocurriera. Aquella noche nada salió bien porque. Sé que van a volver a hacerme daño porque es lo que merezco. Primero lo harán ellos y después, cuando algún cazador me encuentre, será peor. A pesar de lo que pude haber pensado tiempo atrás, no deseo morir. Puede sonar típico y repetitivo, pero soy demasiado joven. Aún me queda demasiado por experimentar y miles de lugares que visitar. No conozco el amor, aprecio o cariño. Tan solo he podido sentir el dolor, la ira, la tristeza y las ansias de libertad. Quiero saborear el lado bueno de la vida. Aquel que tanto prometen y que nunca he llegado a ver y mucho menos a sentir. Vuelvo a experimentar la tan conocida opresión en mi pecho, aquella que noto cada día al acostarme y pensar en que quizás nunca pueda ser libre.




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