Wolf Hunter

XI

 Dejo de luchar con el último golpe que ataca mi rostro. Esta vez es en la nariz. Sangre caliente carmesí baja por mis labios y desciende por mi barbilla. He intentado zafarme del cruel agarre del cinturón en mis delicadas muñecas; he probado a usar la lógica con él; lo he golpeado,mordido y empujado hasta el cansancio; y nada ha surtido efecto. Nada va a detener lo que me espera. Nunca llegué a pensar que acabaría así: atada, suplicando y rogando por piedad. No al menos otra vez. No soy atractiva, simplemente soy una más del montón. Es cierto que soy alta y mis ojos son exóticos, pero en el territorio de lobos, todos presentan estas características. ¿Será porque soy humana?

  Intento recordar cada detalle de lo mucho que sé sobre el comportamiento de un hombre lobo. Las imágenes de la profesora explicando qué eran las almas gemelas llega en un destello a mi mente. ¿Seré yo su alma gemela?

  —¿Por qué haces esto? —sollozo.

  El hombre me dedica una sonrisa triste y una mirada de compasión. No obstante, en pocos segundos, esta cambia esta por una depredadora y una sádica mirada.

  —Me lo han ordenado, dulzura.

  Eleva su mano y cierro los ojos esperando el duro golpe que se avecina. Sin embargo, apoya su palma caliente en mi mejilla y limpia las lágrimas derramadas en ella. Sollozo más fuerte al pensar en que ni siquiera sabré quién está detrás de todo esto. Ningún cazador que supiera de mi existencia sobrevivió al ataque, por lo que mi teoría de la venganza se ve frustrada.

  <<Piensa, Ares; piensa>>.

  Elaboro una lista mental de todo aquello que podría ponerme en peligro y me decanto por uno de los muchos factores. Soy la hija de los alfas de la segunda manada más importante. El podría ser un lobo solitario, excluido de alguna manada que busca venganza.

<<No, hay alguien por encima de él>>.

  Mi cabeza parece querer explotar en cualquier momento. Nada tiene sentido. No puede ser integrante de cualquier otra manada ya que la relación entre estas es increíblemente fuerte. Es de buen saber que entre ellos sí existe rivalidad, pero bajo ningún concepto se atacarían entre sí. No después de que los cazadores entrarán en Lyon. El recuerdo de aquella noche todavía se asoma en una ligera niebla por mi mente y los gritos aún ensordecen mis oídos con cada pesadilla.

 —Te matarán —digo cuando la furia por fin hierve en mi sangre.

  Esto parece importale, ya que deja de acariciar frenéticamente mi piel y alza su mirada confuso. 

  —No tienes a nadie. No intentes distraerme. Puedo hacerlo rápido y duro si lo prefieres, pero prefiero disfrutarte un poco antes.

  Sus palabras me enfurecen aún más. Antes estaba sola, sí. Pero ya no. Ahora tengo amigos y unos padres que me quieren.

<<Es hora de sacar las garras, gatita>>.

  Pienso y sonrío por dentro.

 —Creo que no sabes quién soy —me mira sorprendido por mi cambio de actitud —. No, si lo supieras no estarías haciendo esto.

  —¿De qué hablas?

  —Ojalá que Rafael te conceda una muerte lenta y dolorosa. Estoy deseando ver tu cuello desgarrado por los feroces dientes de Colton después de que Sam y Luke te torturen. Martha te castrará, imbécil.

  Una sonrisa lenta y triunfante se dibuja mis labios cuando el temor lo sacude con fuerza. Ni siquiera sabe a quién le han  mandado atacar.

  —¿Por qué harían ellos algo así? Eres una simple humana, ni siquiera eres de la manada.

  Pobre infeliz, se arrepentirá en cuanto sepa la verdad.

  —Soy su hija. Mañana me presentarán en la manada.

  Sus ojos se abren de manera exagerada y su boca forma una perfecta "O". Levanta su peso de mí y camina nervioso de un lado a otro de la habitación. Mientras, yo busco con la mirada algo que me pueda ayudar. Existe una lámpara posada sobre una pequeña mesa de madera clara a mi derecha y una ventana por la cual podría saltar; pero nada de esto sirve cuando tengo las manos atadas.

  De repente, el extraño detiene sus pasos y vuelve su atención a mí. Se acerca hasta la cama y busca algo en sus pantalones caídos. Me congelo al ver un brillante revólver negro en sus manos. Alza su mirada y conecta conmigo.

  —No sabrán nada si no hay testigos.

  No puedo creer que vaya a matarme. ¿Es que no ha escuchado lo que acabo de decir?




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