Wolf Hunter

XIII

Aliso la suave tela del vestido con mis sudorosas manos hasta en siete ocasiones. Muerdo nerviosamente mi labio inferior e intento controlar mi impaciencia a través de pequeños suspiros. Ahora, mientras espero a que Rafael termine su discurso, lo único que deseo es salir corriendo por el bosque y esconderme tras el primer arbusto que encuentre. 

  Más de quinientas personas se encuentran hoy en la mansión. Mil pares de ojos van a estudiarme con detalle cuando salga allí arriba y me presente. Ojos que pertenecen no sólo a miembros de la manada Bronze, sino también a los representantes de cada manada restante y aquellos que acabaron los cazadores y me llevaron con ellos. 

  Debo admitir que mi miedo y ansiedad crece drásticamente al ver al mismo alfa que me agredió e intento asesinar antes de que Seth llegase. Persona que también está aquí, sentado en una de las cientos de butacas rojas de la primera fila. ¿Y quién creéis que está a su lado? ¡Nadie! El asiento a su derecha esta vacío. Es extraño que no haya ninguna persona en él, puesto que es uno de los asientos centrales; pero a estas alturas, pensar que ese alguien va a aparecer es ridículo. No importa, una mirada menos de la que ocuparse.

  Un guiño en la tercera fila llama mi atención. Sam gesticula exageradamente esperando que pueda leer sus labios y entender lo que intenta decirme, pero no lo hago y frunzo el ceño. Colton golpea el pecho de su amigo claramente frustrado y levanta sus pulgares. Sam lo mira y asiente a la vez que Luke acerca sus dedos a la comisura de sus labios y tira de ellas creando una sonrisa. Sam vuelve asentir y sus compañeros lo miran esperando a que haga algo. Los mira extrañado y se encoge de hombros. Colton y Luke ruedan los ojos y vuelven a hacer gestos que deben animarme.

 —Han pasado casi dieciocho años desde que perdí a mi pequeña. Y hoy, gracias al equipo especial de búsqueda, la vuelvo tener entre mis brazos —finaliza Rafael.

  Los aplausos estallan y entiendo que es el momento de subir los peldaños de madera que me separan del escenario. Mientras los subo dudosa, me felicito a mí misma por haber elegido sandalias en vez de tacones, como Kate quería.

  <<Por favor, que no me tropiece al salir>>.

  Un minuto después, estoy frente a centenares de personas que se han levantado de sus asientos y aplauden con evidente emoción. Rafael y Martha me miran con orgullo y lágrimas de felicidad navegando en sus iris. Me acerco hasta el estrado y espero a que cesen los aplausos.

  <<Mierda, ¿ahora qué digo?>>

  Aclaro mi garganta y bajo un poco el micrófono antes de hablar.

  —¡Ares, belleza! —exclama uno de los chicos.

  —¡Hazme un hijo!—reconozco la voz del pelirrojo.

  Las risas siguen a medida que el río de comentarios corre y el rubor invade mis mejillas.

 —¡Quiero una noche loca en tu cama!

  Colton y los demás sonríen cómplices mientras piensan en su siguiente actuación.

 —Chicos, sé que soy irresistible, pero disimulad —digo guiñándoles un ojo.

 Inmediatamente, los comentarios cesan y todas las miradas alegres se centran en mí. Sé que esto es una presentación, no una iniciación en la manada, por lo que lo único que debo hacer es contestar a sus preguntas y dejar que me conozcan. Si hubiera sido un rito de iniciación, habría tenido que hacer un pacto de sangre en el que seguramente me habría desmayado. Aunque he sido una cazadora durante toda mi vida y parece surrealista, la sangre me aterra. Ver el rojo brillante emanar de una herida me congela y transporta a un mundo de dolor y confusión.

  El sonido de papeles moviéndose llama mi atención y consigue que vea a una multitud de personas con libretas, bolígrafos y grabadoras. Giro mi rostro hacia Martha y me susurra un "periodistas" tan bajo que me cuesta oír.

  <<Voy a ser famosa. ¡Jódete Amber!>>

 —Ares, periódico Silver. ¿Qué se siente al descubrir que eres parte del enemigo?

  Trago saliva abruptamente. ¿Enemigo? Ahora entiendo la importancia de la presentación. Todos creen que estoy a favor de los cazadores, lo cual es comprensible ya que me he criado con ellos.

  —No sois mis enemigos y me siento bien, la verdad.

  Todos los periodistas apuntan rápidamente mi respuestas y los flashes de las cámaras me obligan a parpadear. Las preguntas llenan el tiempo y no dejan de ser comprometedoras. Respondo tan educada como puedo, aunque en más de una ocasión desee avalanzarme sobre sus micrófonos y clavarles sus bolígrafos en el cuello.




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