Wolf Hunter

XVIII

El constante ligero movimiento de su pecho bajo el mío calma la agitación de esta tormentosa mañana de noviembre.

  Hace unas horas, nuestros labios se han unido por primera vez. Centenares de minutos antes, sus manos han recorrido con ternura cada marca en mi piel. Y en tan solo unos segundos atrás, he descubierto que albergo algo nuevo dentro de mi pecho. Una luz cálida y brillante; un hormiguero placentero e incesante; y un amor incondicional en cada gota de mi sangre. Sin embargo, la duda y el rencor crecen con fuerza en mi mente.

  ¿Qué sé de él? Nada.

  ¿Cómo puedo decir que lo quiero si no se quién es realmente?

   <<Deja de pensar ya, pesada>>.

  Debo averiguar por qué en ocasiones mi consciencia se rebela ante mí. Esto no es normal, pero sí divertido.

  Con una pequeña sonrisa, acuno mi cabeza a la altura de su corazón. Éste marca un ritmo constante y, de cierta manera, consigue calmar mis temores y relajarme. Cierro los ojos y me concentro en todo lo bueno que siento ahora mismo. Tras varios minutos, su mano recorre cada hebra de mi oscuro cabello. Alzo la mirada y apoyo la barbilla en su pecho para poder verlo. Ninguno de los dos decimos nada, sino que su mano sigue acariciando tiernamente mi pelo y yo sigo mirando a los dos profundos bosques verdes que tiene por ojos.

  Después, cuando la puerta principal se abre y las voces inundan la casa, nos mantenemos inmóviles, batallando una lucha invisible entre el verde y el púrpura en la que no existe un vencedor. Las voces se acercan y la intensidad aumenta.

  —¡Benditos sean "Los Extras"! —anuncia Luke al entrar en el salón.

  Risas y pasos se detienen al vernos tan juntos y ensimismados en nuestro propio mundo de afecto. Sus caricias se detienen y su mirada abandona la mía para encontrarse con los recién llegados. En cambio, yo giro sobre su regazo hasta enfrentar a los más de diez hombres que ayer fueron de fiesta. Sus bocas están abiertas y la sorpresa se dibuja en sus expresiones.

  —Sigo sin saber que son "Los Extras" —añado y me encojo de hombros.

  De repente, todos comienzan a reír. Hasta Hunter, quien carcajea con fuerza.

  —A ver, muñeca. "Los Extras" son... —un gruñido detiene a Colton.

 —No ensucieis su mente, pervertidos—dice Hunter.

  Sin embargo, esto no me detiene. Quiero saber qué son, y lo voy a averiguar.

 —En realidad me gustaría saberlo.

  Cruzo los brazos sobre mi pecho y todas las miradas vuelan a este. Otro gruñido más brota de Hunter, quien me separa los brazos y pasa uno de los suyos por mi cintura de forma posesiva. Algunos de los chicos lo miran asustados, mientras que otros como Sam y el pelirrojo ríen. Niego repetidamente con la cabeza y le lanzo una mirada de  deja-de-gruñir-que-yo-te-quiero-a-ti a Hunter. Parece calmarlo, porque sus hombros se destensan y me sonríe de manera cálida.

  —En realidad, creo que no vamos a decírtelo. Será nuestro secreto de hombres —dice Sam.

 —Sí, creo que es lo mejor —lo apoya otro.

  Mi mandíbula se cierra y mis dientes chocan fuertemente entre sí. Todos ríen ante mi reacción. Después, me levanto del regazo de Hunter y camino bufando hasta la cocina. El volumen de las carcajadas aumenta a medida que me alejo.

  <<No merecen tu presencia. Somos demasiado divas para ellos>>.

  Dejó de pensar en qué pueden ser "Los Extras" y ensayo mentalmente mi discurso ante la Corte Real. Como dijo Seth, es imprescindible que asista al Palacio y aclare los hechos. Por eso, esta tarde Martha y Rafael me llevarán hasta el centro del territorio de Black Moon, donde habita la realeza. Decir que estoy nerviosa es poco, ya que lo que en realidad siento es un terror frío recorriendo cada centímetro de mis venas. Esta vez no serán periodistas ansiosos por nueva información quienes me hagan preguntas, sino los más altos cargos de cada manada. El alfa, la Luna y el beta de cada una de las cinco manadas existentes. Quince personas entre los cuales se encuentran el Rey y la Reina. A esto se le suman los múltiples consejeros reales, ya sean de guerra, economía...

  —Debo irme —susurra en mi oído Hunter.

  Sus fuertes brazos me envuelven en un abrazo desde la espalda.

  —¿Por qué nunca te quedas?

No obtengo respuesta. Nunca lo hago. Hunter sólo suspira y besa castamente mis labios antes de salir por la puerta y prometerme su ya tan conocido "te veo luego". Una oración que se traduce en que quizás vuelva en unas horas más tarde o tal vez en unas pocas en semanas. Sin embargo, preocuparme por algo que no voy a saber a corto plazo no es lo más inteligente. Dejó la cocina y subo hasta la sala de juegos, donde los chicos apuntan sus victorias en la gran pizarra blanca. Paso las siguientes horas esquivando sus preguntas acerca de mi relación con Hunter y riendo sobre las estupideces que cometieron las noche pasada. 




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