Para los que no entendisteis el capítulo anterior:
Ares está enfadada porque Hunter no le dijo que era de la Realeza ni que su hermano estaba vivo. Esto último le afecta más porque ella temía haberle hecho daño y que Hunter lo descubriese y la odiase. Tampoco Collins, ni los chicos ni sus padres le dicen que él es de la Realeza. Se siente engañada porque todos le ocultan cosas y no sabe por qué.
Espero que esto haya aclarado vuestras dudas. ¡Ahora a leer! :)
Han transcurrido nueve días desde que me marché del palacio. Nueve días en los que no he visto a Hunter ni a nadie que me hubiese herido. He estado caminando, corriendo, pensando y desahogando mi furia contra todo aquello que encontraba sobre mi camino. Nadie me impidió escapar, y aunque eso era lo que yo deseaba, una pequeña parte de mí esperaba que él viniese y me estrechase entre sus fuertes brazos mientras me susurraba un ''quédate a mi lado''. No obstante, eso no ha ocurrido y la tristeza me pesa cada día un poco más.
<<Admite que lo echas de menos>>.
Debo decir que mi conciencia estos días no ha sido diferente de cómo me encuentro. El egocentrismo de sus oraciones ha sido sustituido por melancolía goteante en cada palabra.
¿Lo echo de menos? Sí. ¿Tanto como para volver y perdonarlo? No.
No estoy preparada para enfrentarlo después de lo que hice. Lo que hizo. Lo que hicimos. No debí golpearlo de aquella forma, pero la violencia se apoderó de mi cuerpo y redujo mis emociones al enfado y la ira. Quería que sufriera; que se retorciera de dolor. Igual que yo hacía en ese momento y sigo haciéndo ahora. No soy buena expresando mis emociones. Aunque tampoco es como si lo hubiese intentado. La única vez que dejé ver lo que siento fue a Collins cuando me encontró en la biblioteca. En ese momento, yo no sabía si lo correcto era confiar en ellos, pero el acabó demostrándome que sí podía hacerlo. ¿Habrá sido también una estrategia su amistad?
Ya no estoy segura. No puedo creer en nada, ni siquiera en mi misma. Hunter sabía por qué estaba mal cuando me encontró aquella tarde bajo la lluvia y me llevó a casa. Él sabía que yo temía que me odiase por el secuestro de su hermano. Sin embargo, no tuvo la decencia de decirme que él estaba a salvo, que era Seth. Tampoco me contó que pertenecía a la Realeza.
¡Un príncipe, por Dios! No sabía nada de él. Todo aquel momentáneo terror que sentía al pensar en esto cuando estaba con él era justificado. Yo sabía que nada estaba bien y no hice nada. Fui una estúpida al caer frente sus encantos de chico malo. Porque eso era, el típico chico malo de revista. Lo peor de todo es que aunque intento odiarlo, no lo consigo. Mi pecho duele cada vez que recuerdo las lágrimas en sus ojos y su rostro golpeado.
<<Yo lo he dejado así. Yo he hecho esto>>.
Caigo de rodillas en el frío suelo del bosque y sollozo sin control.
Estos nueve días he estado cruzando el territorio. Al estar Black Moon en el centro, da lo mismo ir hacia el norte como ir hacia el oeste. Todo los caminos llevan a otra manada y, al cruzarlas, alcanzaré el mundo humano. Lo que no llegué a pensar es que fuera un viaje tan largo. Tras todo este tiempo, sigo en el bosque de Black Moon.
—¿Estás bien? —pregunta una nueva voz a mi espalda.
Asustada, me levantó y giro repentinamente hacia el desconocido. Un hombre de unos veinticinco años, alto y castaño me mira preocupado.
Sus ojos grises persiguen el movimiento de mis manos al limpiar todo rastro de lágrimas. Esbozo una suave sonrisa y asiento enérgicamente.
—¿Seguro?
Vuelvo a asentir, ya que las palabras se rompen en mi garganta. Él parece entender mi situación y se acerca con una sonrisa comprensiva. Pasa uno de sus brazos por mis hombros y comienza a caminar conmigo. Sigo sin ser capaz de decir algo, por lo que cuando él intenta entablar una conversación, no logro responderlo. Seguro que parezco una maleducada, pero no puedo hacer nada para evitarlo.
—Los tacos son lo mejor del mundo. No puedo dejar de comerlos, es ver uno y mm... —se gira dramáticamente hacia mí—. ¡Soy taco-adicto!
Río por la situación y el sonríe complacido cuando volvemos a caminar. De un momento a otro, no diviso más árboles ni tierra a lo lejos. Enfoco la vista e intento ver algo más que el blanco angelical que se extiende sobre el horizonte. Miro a mi acompañante extrañada y comienzo a pensar lo peor.
<<¿Y si estoy caminando con un asesino? Oh, Dios me va a matar y cortarme en pedacitos. ¡Soy demasiado perfecta para morir!>>
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Editado: 16.05.2018