Wolf Hunter

XXXVII (Parte 1)

El capítulo XXXVII está dividido en dos partes, ya que es muy largo. 

Su postura es la de un hombre confiado, seguro en sí mismo y en lo que hace. Una sudadera oscura oculta con su capucha en rostro de aquel que eleva un arma contra nosotros. El silencio del lago, que antes era tranquilizador, se vuelvo oscuro y siniestro, al igual que lo va haciendo el cielo tras el atardecer. Trevor, sin apartar la mirada del extraño, lleva con cuidado su mano derecha a la cinturilla de su pantalón. El extraño niega y chasquea la lengua antes de reír de forma macabra y vil. Entonces,Trevor cesa su intento por conseguir su pistola y eleva los brazos por encima de su cabeza. Mi respiración es lenta y pesada, como si mi cuerpo se preparase para atacar. 

  He sido entrenada para esto.

  Doblo ligeramente las rodillas y, después, agudizo mis sentimos hasta que soy capaz de percibir todo aquello que me rodea. Escucho el chocar de las pequeñas olas del lago contra la orilla; siento la nieve derritiéndose bajo mis pies; veo el aire azotar las ramas de los árboles... Lo sé todo, y a la vez nada. Porque ese todo no es nada si yo no sé quien es él, por qué está aquí. y cuándo disparará. 

    —No hagas nada, Ares—ordena con  firmeza Trevor.

Giro mi rostro y observo impresionada cómo se contrae cada músculo de su mandíbula y cómo resaltan las prominentes venas de su cuello. Niego frustrada antes de volver a mi posición inicial. 

Correr, atacar, matar, correr.

Repito estas palabras como un mantra en mi mente mientras pienso en la mejor forma de sorprenderlo. Su cuerpo, grande y musculado, se encuentra a unos diez metros en frente de nosotros, lo que dificulta enormemente mi misión. Quizás si...

De repente, la estridente melodía de una bala cortando el viento llega hasta mis oídos. Respiro con dificultad y me llevo ambas manos a mis labios. Lágrimas se estancan en mis ojos esperando ser liberadas de la cruel prisión que son mis ojos. No transcurre mucho tiempo hasta que el olor a sangre caliente recién derramada llega como un huracán hasta mis fosas nasales. Y, en apenas unos segundos, el carmesí colorea el gran lienzo de nieve blanca bajo mis pies. Percibo cómo mi fuerza se debilita y mi esperanza huye, asustada, a cualquier otro lugar.

Armándome de valentía, giro mi cuerpo y enfrento la tragedia que sucede frente a mis ojos vidriosos. 

El cuerpo de Trevor yace sin vida, sangrante, sobre la pureza de los pequeños copos de nieve. Un orificio bastante notable atraviesa su pecho y sus ojos están cerrados. Sin poder controlar mi agonía, caigo de rodillas junto al que era el hermano de Kate y Luke y sollozo sin control su nombre. 

  — No te vayas. No, no,no...— susurro entre lágrimas mientras sacudo su cuerpo en busca de alguna reacción.

Desgarrando parte de mi camiseta, consigo una improvisada venda con la cual intento taponar la herida y detener la incipiente hemorragia. Pero nada vale. Es demasiado tarde para él. Demasiado tarde para Kate y Luke. Demasiado tarde para Leah. Demasiado tarde para recobrar mi honor. 

Me estremezco al oír pisadas a mi espalda. Después, odiándome a mí misma, abandono el cuerpo del militar y corro como nunca lo he hecho. Sus pasos aumentan el ritmo, pero yo soy más veloz. Esquivo ramas, piedras y arbustos mientras me adentro en el gran bosque. El rostro de Trevor, pálido y sin vida se proyecta en mi mente como castigo por lo que yo misma he provocado. Lo ha matado por mi culpa. Si le hubiera hecho caso, tal vez no hubiera muerto. 

De repente, un estallido de dolor atraviesa mi muslo derecho y caigo al suelo. Jadeo con dificultad en busca del aire que se escapa de entre mis labios. Sin permitirme detener mi huida, intento levantarme en vano. Mis extremidades no responden. Con sudor frío recorriendo mi nuca y lágrimas saladas cayendo por mis mejillas, me arrastro por el frío suelo mientras cientos de oleadas de dolor me atraviesan como cuchillas envenenadas. La herida es grande y profunda, pero no me detengo. No, hasta que un puño se cierra sobre los oscuros mechones de mi cabello y me obliga a levantarme del suelo. 

  — Oh, ¿te he hecho daño, princesa? Solo estoy probando mi juguete nuevo. 

Su voz, tan grave como la otra vez, llega a mis oídos junto con una ola de incredulidad. Desconcertara, y aún creyendo que no es cierto, miro estupefacta el gris metálico de su mirada. Algo en el ha cambiado desde la última y primera vez que lo vi. Sus largos mechones castaños han desaparecido para dejar paso a un brillante corte militar en su cabello y sus músculos son más fuertes. Pero no es su fuerza ni aspecto lo que me preocupa, sino su sonrisa macabra y el velo de maldad recubriendo sus grandes ojos. 

¿Dónde quedó aquel chico dulce y simpático que conocí hace un par de meses? ¿Qué ha pasado con su sonrisa tierna y el inocencia en sus ojos?




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