Capítulo final
La relación entre cuerpo y alma es algo tan complejo, que nunca llegué a entender. Por más veces que me lo explicaron, yo no podía comprender cómo era posible verse a sí mismo al morir. Mucho menos creí en aquella luz blanca al final del túnel de la que todos hablaban. ¿Cómo iban a saber ellos aquello si no lo habían vivido? Para mí, todas esas teorías e ideas acerca de la muerte no eran más que un consuelo, una explicación al porqué de la pérdida y el dolor. Sin embargo, ahora que siento el gélido tacto de la parca en mi piel, creo un poco más en todo aquello que antes creí erróneo.
Estoy despierta, pero al mismo tiempo dormida. El dolor cesa y, sin embargo, mi agonía aumenta. Hace frío y calor al mismo tiempo. Llueven lágrimas saladas en mi corazón mientras algo, oscuro y terrorífico, dentro de mí ríe. Sus carcajadas retumban en mis oídos cuando pierdo la noción del tiempo, cuando ya no sé ni si he muerto. A lo lejos escucho voces desesperadas que me llaman y me exigen que no me vaya. ¿Irme a dónde? ¿A dónde no tengo nada? No, debo ir a donde nadie conoce y en donde todos acaban. Pero no quiero marcharme. Deseo seguir luchando aún cuando siento la vida abandonar mi cuerpo. Suplico de rodillas por una nueva oportunidad, un nuevo intento de vida. Sin embargo, mi alma se aleja y con ella mi esperanza.
Observo con detalle, desde un lado de la camilla, cómo los médicos intentan detener la sangre que resbala por mis labios. Sé que nada está bien. Estoy allí, admirando el empeño de los cirujanos y escuchando las súplicas de Hunter. Los especialistas intentan apartarlo para que no me vea así, para que no vea mi final; pero él lucha contra ellos y aferra con más fuerza mi mano entre las suyas, entrelazando nuestros dedos y besando cada nudillo herido. Entonces, mi pulso se detiene y el monitor cardíaco dibuja una fina linea recta en su pantalla. Hunter tiembla con fuerza y llora como nunca antes lo había hecho. Su cuerpo se sacude con fuerza cuando intentan llevarlo fuera y tranquilizarlo.
—No me dejes —solloza con fuerza—. Eres mi vida, Ares. No te vayas. ¡Haced algo!
Todos en la sala observan con pesar cómo el joven llora mientras que uno de los médicos intenta reanimarme sin éxito. Vivo con detalle mi propia muerte desde el exterior.
<<¡Estoy aquí! No me voy a ninguna parte>>.
Pienso, pero no logro decirlo. No puedo hablar. Lágrimas desconsoladas caen por mis mejillas de humo. Después, me acerco hasta él e intento abrazarlo. Sin embargo, mis brazos atraviesan su cuerpo como un espejismo, como si ahora fuese una sombra. Una sombra del pasado.
—¡Sigue intentándolo! Tienes que vivir...—su voz rota se hunde como un puñal en mi pecho.
De verdad deseo quedarme. No quiero morir si es sin vivir más tiempo junto a él. Todo este tiempo, el dolor y sufrimiento, debía ser el terrible comienzo de algo nuevo y mejor. Yo debía vivir sin miedo; aún debo hacerlo.
Entonces, lo intento una y otra vez. Grito, corro,insulto y golpeo con tal de hacerme notar. Intento una y otra vez volver, pero nada es efectivo.
—Lo estás haciendo mal—dice una voz dulce e infantil.
De repente, una niña pequeña camina hasta estar frente a mí. Su largo cabello negro se mezcla en increíbles rizos oscuros cuando me tiende una de sus pequeñas manos. Asustada, elevo mi brazo y toco con suavidad su piel. Está fría, pálida y golpeada. Una gran gama de colores oscuros y rojizos tiñe su piel desde sus delicadas muñecas hasta su pómulo izquierdo. En su cuello, dolorosas marcas de dedos confirman el maltrato al que ha sido sometida. No obstante, no es hasta que sus ojos se encuentran con mi mirada, cuando entiendo lo que está pasando.
Mi infancia, interpretada por la niña que una vez fui, me analiza con la desolación y desesperanza brillando en el vacío de sus ojos. Es esta una de las partes que ha muerto de mí, la que murió cuando Z cumplió su promesa.
—Debes volver. Vuelve por él—ordena con suavidad.
Después, niego conmocionada al ver cómo un gran lobo blanco corre hasta sentarse junto a la niña. El brillo de la muerte en sus ojos impacta contra mi pecho con fuerza. Es esta una de las partes que ha muerto de mí, la que murió cuando me dispararon y Seth pudo escapar.
—No sé cómo hacerlo— confieso.
Mis hombros tiemblan y amenazan con dejar caer todo aquel terrible peso que recae sobre ellos. Esto es lo que perdí durante el camino. Es la prueba de que, quizás, pierda algo más de mí, pero ganaré el comienzo de una nueva era mejor y brillante.
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Editado: 16.05.2018