Wolf Soul: La amenaza de los Lobos Sombra

Capítulo 30

Cacería con enemigos

El camino al territorio de los guerreros solares era largo, pues se encontraba cerca de las montañas, y estas aún no se veían desde donde estaba el grupo de lobos. A medida que avanzaban hacia el noreste, los árboles estaban cada vez más separados.

Un olor conocido atrajo a Atsu. Se detuvo y empezó a olfatear el aire y las plantas que se hallaban a su izquierda.

—¡Alce! —exclamó, haciendo que sus compañeros dejaran de moverse y lo observaran.

—No es solo un alce —informó Yukiko luego de oler las plantas que había olfateado el macho marrón—. ¡Toda una manada de alces pasó por aquí!

—¿Qué es un alce? —preguntó Makoto compartiendo una mirada de confusión y curiosidad con su hermano.

—Los alces son esos animales grandes y blancos, con enormes astas —explicó Ice moviendo la cola—. Son presas, pero son muy difíciles de cazar.

—Creía que los alces eran marrones —dijo Kiirotora arqueando una ceja.

—Los de aquí sí —informó la hembra ceniza—. Pero en el bosque invernal solo hay alces blancos.

—Entonces... ¿Son como ciervos pero más grandes? —preguntó Kabu.

—Hacia allá hay una pradera —dijo Takeshi señalando con el hocico el lugar hacia donde habían ido los alces—. Podemos ir y buscar a esa manada para que conozcan la apariencia de aquella especie.

—¿Y qué tal si cazamos uno? —propuso Kurotora—. Será más sencillo capturar uno, ya que somos varios.

El líder duró un momento pensativo, luego aprobó la idea.

—Nos desviaremos del camino, pero una cacería así mejorará nuestras habilidades. Los enemigos no han aparecido desde que abandonaron el territorio de los guerreros lunares, deberíamos aprovechar los ratos pacíficos para cazar, pues no sabemos cuando tendremos otra oportunidad. —Takeshi pasó sus profundos ojos celestes por cada uno de los integrantes de la alianza—. ¿Todos de acuerdo?

Los lobos lanzaron un aullido de aprobación, aunque fue bajo de volumen, pues eran conscientes de que los alces no estaban muy lejos y podrían oirlos. Rápidamente Takeshi los dirigió hacia la pradera.

Makoto sentía que el espacio se volvía cada vez más estrecho. Habían pasado de ir por donde los árboles estaban más separados, hasta donde los arbustos y otras matas estaban tan juntos, que rozaban los pelajes de los caninos. Además de eso, habían árboles con ramas muy bajas, donde los pelos del lomo de Makoto se quedaron enganchados, mas no le costó sacarlos.

El aroma de las presas se volvía más intenso conforme avanzaban, pisoteando las hojas y las ramitas caídas. Al frente solo se veían grandes arbustos un poco separados, los cuales rodeaban para poder seguir adelante. Los lobos se agazaparon cuando las ramas se volvieron más bajas y más numerosas. Makoto se detuvo al percatarse de que frente a ella había un enorme arbusto, y no existía forma de rodearlo. Parecía que había toda una barrera de arbustos que daban salida a la pradera. La joven tuvo que atravesarlo, sintiendo como las ramas arañaban levemente su piel.

Al salir se vio entre su padre y su hermano, que miraban fijamente hacia un punto. Makoto levantó la vista y quedó asombrada al ver la extensa pradera. Tenía un pasto amarillento tan alto que le llegaba casi hasta la barriga, y no había ni un solo árbol en kilómetros, solamente algunos arbustos, helechos y otras plantas distribuidas entre el pasto. Siguió las miradas de su hermano y su padre, encontrándose con una manada de alces no muy lejos.

—No se ven tan grandes desde aquí —dijo Kabu observándolos como si no fueran gran cosa.

—Eso es porque están lejos —explicó Kurotora.

—¡De cerca son más grandes que dos lobos adultos, uno sobre el otro! —añadió Atsu.

—Kabu, Makoto —los nombró su padre, logrando que dirigieran toda su atención hacia él—. Me gustaría ver que tan buenas son sus capacidades de caza. ¿Están preparados para ir por una de las presas más complicadas de atrapar?

Ambos asintieron con los ojos iluminados de la emoción. Aunque al volver la vista hacia los alces, Makoto no pudo evitar sentir algo de nervios por la idea de enfrentarse a tal animal. Por su parte, Kabu no sentía miedo, solo alegría y ansiedad por demostrar que podía ser un buen cazador, a pesar de no haber practicado mucho cuando vivía en la cabaña.

—¿Tú irás con nosotros? —preguntó la de pelaje oscuro, apartando cada rastro de nervios. Cazar junto a su padre seguramente sería una gran experiencia, y aprendería para mejorar sus técnicas de caza. La emoción de poder participar en una cacería con Takeshi se esfumó cuando recordó la pata herida de este.

—Yo los observaré desde cierta distancia, no participaré en la cacería.

Makoto se sintió aliviada. Por más que quisiera cazar con ese gran guerrero, prefería que se mantuviera fuera de situaciones como esa, mientras su herida se recuperaba completamente.



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En el texto hay: lobos, animales, misterio y drama

Editado: 12.05.2019

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