Wolf Soul: La amenaza de los Lobos Sombra

Capítulo 10

La promesa de una guerrera lunar

Era una mañana tranquila en la zona del bosque más cercana a la ciudad. Algunos ciervos se hallaban comiendo el pasto que crecía abundantemente en aquella zona. El ciervo más pequeño se había alejado de su madre, sin darse cuenta de que se había convertido en el blanco perfecto para un grupo de perros salvajes.

—Primero iré yo desde el frente, y luego ustedes atacarán desde atrás —dijo el hermano mayor con aire de superioridad.

—¿Por qué debemos seguir tus órdenes? Nunca te nombramos nuestro jefe —se quejó la hermana.

—Yo los lidero porque soy el mejor para cazar —respondió el joven Pastor Alemán, mientras su hermana lo fulminaba con la mirada.

—De hecho, la mejor cazadora entre nosotros es Makoto —dijo el hermano menor—. ¿No deberíamos dejar que ella nos de las instrucciones?

El hermano mayor suspiró y luego asintió con su cabeza.

—Pero ella no está aquí —agregó el hermano de pelaje blanco.

—¡Estaba con nosotros hace un momento! —dijo Lewis dirigiendo su mirada hacia distintos lugares intentando encontrar a la loba.

En ese instante, un sonido interrumpió la charla de los perros, eran los ciervos corriendo despavoridos. Al observar con más atención, los cuatro hermanos divisaron a su compañera mordiendo el lomo del cervatillo. De repente, un ciervo golpeó a Makoto, haciendo que su presa escapara. Los perros se acercaron a la loba para asegurarse de que se encontrara bien.

—¿Qué fue eso? Se supone que íbamos a cazar todos en grupo.

—Lo siento, Lewis. Yo quería hacerlo por mi propia cuenta —dijo Makoto levantándose del suelo. La loba, que ya no era tan pequeña como antes, estaba cerca de alcanzar su tamaño adulto. Ella y sus amigos perrunos ya tenían un año de edad, seguían siendo muy jóvenes, pero habían ganado más tamaño y sus habilidades habían mejorado mucho gracias a su entrenamiento.

—No te preocupes —dijo Lewis con una dulce sonrisa—. Buscaremos otra presa. ¡Vamos! —exclamó con entusiasmo para luego correr hacia otro lugar, seguido por Nanook y Peter.

La loba se había quedado pensativa mirando hacia arriba. Kate, quien estaba a punto de seguir a sus hermanos, decidió quedarse, pues estaba preocupada por su amiga.

Makoto pensaba en todo lo que le había ocurrido desde su llegada a la ciudad. Conoció a muchos animales buenos, y también a unos malvados. También recordaba al chico humano que la rescató una vez. Pero sobre todo, encontró a una familia muy interesante y agradable, con quienes llegó a llevarse muy bien. Jess, una perra que siempre le ayudaba en situaciones difíciles y le daba consejos. Laika, al igual que Jess era muy amable y le ayudaba mucho, de todos los de la familia ella era la que interactuaba más con los humanos, después de todo era una mascota. Kazbek, un Pastor Alemán muy fuerte y valiente, a quien Makoto consideraba su entrenador. Luego estaban los cuatro jóvenes y traviesos hermanos. Lewis, el hermano mayor, que a pesar de ser algo mandón, orgulloso y olvidadizo, solía preocuparse mucho por Makoto. Kate era la que siempre discutía con Lewis, pero aun así era una buena chica. Se podría decir que Nanook era el perro más inteligente de esta familia, por su físico este parecía más un Husky que un Pastor Alemán, y era quien le ayudaba a la joven loba a crear las mejores estrategias para cazar, luchar o hacer cualquier otra cosa. El último y también el más pequeño, se llamaba Peter, él era el más travieso y juguetón de los cuatro, Makoto se divertía mucho cuando jugaba con él.

Aquellos caninos, a los que Makoto ya consideraba su segunda familia, la hacían sentirse en casa. Sin embargo, eso no era suficiente para que olvidara la calidez de su verdadero hogar y de su familia.

De pronto se escucharon varios aullidos. Se oían muy bajo, pues provenían de cierta distancia. Makoto alzó sus orejas y se quedó mirando hacia la montaña.

—¿Los extrañas mucho? —preguntó Kate, sacando a la loba de sus pensamientos.

—Sí —contestó sin desviar la mirada—. Extraño a mi madre y las leyendas que ella solía narrarme, me hacen falta sus caricias e incluso sus reprimendas. También extraño a Kyouya, él era como un padre para mi. Extraño a Kiyomi, a Tora y a todos los demás, siempre fueron muy buenos conmigo. Y Tsume... ya no está aquí, pero extraño a ese orgulloso guerrero que nunca se rendía, ni siquiera dudó en arriesgar su vida por mi.

—Por la forma en que los describes, se nota que te llevabas muy bien con cada uno de ellos. Si no es molestia... ¿me contarías más?

La loba miró a Kate y asintió con una leve sonrisa.

—Recuerdo bien el último día que estuve junto a ellos. Kyouya me enseñaba a cazar, pero luego por alguna extraña razón me dijo que me escondiera en una madriguera que hizo para mi. Después apareció Tsume y ambos nos dirigimos hacia el río, porque la manada iba a mudarse a ese territorio, del otro lado del río —dijo y se quedó boquiabierta por lo que acababa de decir.



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En el texto hay: lobos, animales, misterio y drama

Editado: 12.05.2019

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