Mi corazón dio un brinco mientras asentía.
—Sí...si, ¡SI!
Sus labios encontraron los míos mientras me cargaba en sus brazos pegándome a su cuerpo intensificando el beso, cuando el aire nos hizo falta solo nos miramos a los ojos. Sus hermosos ojos que me dejan hechizada, como si en ellos pudiera encontrar paz con solo verlos y algo en mi sintió que de ahora en adelante todo iba a mejorar.
ALEX
Mire a Tracy entrar a la cocina donde me encontraba preparándome fresas con Nutella.
—¿Y Megan?
Ahogué una risa y eso la hizo enojar.
—Alex... ¿Qué hiciste con Megan?
Me hice la ofendida.
—No le hice nada.
—Entonces dime ¿dónde está?
—No lo se.
Metí una fresa a mi boca tratando de no reír, pero era inevitable. Note que tomaba un respiro solo para evitar gritarme y eso solo me causo mas gracia.
—Alex.
Una falsa sonrisa apareció en sus labios.
—Podrías dejar los jueguitos antes de que te saque los ojos y decirme donde está nuestra amiga.
Su forma pasiva de decirlo era tan tierna y aterrante al mismo tiempo, pero para mí solo era gracioso.
Unte una de las fresas en Nutella y sin mirarla dije.
—No puedo.
—¿Y porque no?
Posó sus manos en su cintura claramente enojada.
—Porque arruinaría la sorpresa.
Metí la fresa a mi boca.
—¿Qué sorpresa?
—Tampoco te lo puedo decir.
Ella gruñó de frustración comenzando a caminar de lado a lado.
—Sabes que odio que me oculten cosas.
—También sé que eres mala guardando secretos.
Ella me dio una mirada de estar herida y sorprendida, pero en el fondo sabe que es verdad.
—Tienes suerte de ser mi hermana en cambio te haría-
La interrumpí.
—Enserio crees que podrías conmigo— sonreí.
—Presumida.
—Yo también te quiero.
Antes de que ella pudiera decir algo más le metí una fresa bañada en Nutella a la boca que funcionó más que bien.
—Hablando de eso debería de ir a practicar ¿me acompañas?
—Luego te alcanzo.
Se comió otra fresa.
—Oh no eso es mío.
Agarre el barril de fresas y el bote de Nutella para luego salir corriendo ella detrás mío.
(...)
Esquive su puño y la tome del brazo para así hacerla caer al suelo y yo estar encima de ella, pero ella se las arregló para dar una pirueta y estar encima mío.
—¿Quién es la presumida ahora huh?
Mi tono burlón la irrito.
Se levantó y me ayudó luego me miró a los ojos y no veía buenas intenciones en ella.
—Creo que estás aprendiendo a controlar la ira.
Le sonreí.
—Es hora de subir la violencia.
Sin poder parpadear sentí como Tracy pateaba mi estómago y luego como mi espalda impactó con un pino.
Al caer lo primero que hice fue toser y tratar de recuperar aire todavía no me había percatado que una llama de furia crecía en mí. Mire a mi hermana quien seguía parada mirándome seria y eso solo me enfado más.
—Levántate.
La fulminé con la mirada.
—Levántate Alex.
—Tracy.
Advertí.
—¿Qué te pasa? Levántate tienes que aprender a controlarlo.
Enterré mis uñas en la tierra. Escuché sus pasos acercándose y no pude evitar que mis ojos se tomarán al color anaranjado con amarillo brillante.
—Levántate.
Di un suspiro, me levanté, pero mantuve mi cabeza agachada.
—Ser especial no es fácil, le prometí a mamá y al tío Damon que te ayudaría así que pon de tu parte.
Su sermón solo me enojo mucho más.
—¡¿Acaso crees que yo quería serlo?!
Vi como su expresión se formó en una asustada y me di cuenta de que estaba mirando mis ojos.
—Alex.
Había temor en su voz.
La tome del cuello y la acorrale en el pino. Sus ojos me miraban como si fuera una desconocida y no su hermana.
—Alex...con...contrólate.
Apreté mi agarre en su cuello y antes de poder llegar al límite fui forzada a dejarla ir, en el fondo si quería soltarla por mi voluntad, pero algo en mí solo pensaba en poner más presión. Jacob me sostenía mientras me alejaba de ella, gruñí en protesta.
—Cálmate Alex.
Mire como Ethan se acercaba a mi hermana y la ayudaba a levantarse. Jacob seguía sosteniéndome, aunque ya no forcejeaba mi mirada seguía puesta en Tracy como un depredador vigila a su presa.
—¿Qué fue lo que pasó?
Pregunta Jacob mirándome pero yo solo miraba a Tracy y Ethan lo noto. El volteo a verla.
—¿Qué hiciste?
Ella acarició la marca temporal que mi mano había dejado en su cuello.
—Creo que...no medí mis palabras.