Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 4

🐺 La Reina Silenciosa

Narrado por Serena

El calor me envuelve. No es el calor del sol ni el de una chimenea. Es un calor suave, protector, como si alguien me abrazara desde dentro. Abro los ojos lentamente. La luz me ciega por un momento, pero luego todo se aclara.

Estoy en una habitación desconocida. Las paredes son de piedra, decoradas con tapices que muestran lobos corriendo bajo la luna. El aire huele a madera, a tierra, a hogar. Me incorporo con dificultad. Mi cuerpo está débil, pero no roto.

—¿Dónde estoy? —susurro, aunque no espero respuesta.

La puerta se abre con suavidad. Una mujer entra. Es joven, de cabello oscuro y mirada firme. Me observa con curiosidad, pero también con respeto.

—Hola, mi Reina —dice con voz cálida—. Soy Erika, hermana del Rey Erkin. Estoy aquí para ayudarte.

—¿Erkin? —el nombre resuena en mi mente, pero no lo reconozco del todo.

—Sí. Él te encontró en el lago. Te trajo aquí. Te salvó.

El lago. La caída. El frío. La voz de Rohana. Todo regresa en fragmentos. Me llevo las manos a la cabeza. Me duele. Como si mi mente luchara por recordar algo que ha estado enterrado demasiado tiempo.

—No recuerdo quién soy —confieso, sintiendo una punzada de miedo.

— Y según la marca que llevas, eres nuestra Reina.

Reina. Esa palabra me pesa. No quiero ser reina. Nunca quise. Pero algo dentro de mí se agita. Como si esa palabra fuera parte de mí, aunque no lo entienda.

—¿Puedo ver a Erkin? —pregunto.

Erika sonríe.

—Está esperando que lo pidas. Te llevaré con él.

El pasillo es largo, iluminado por antorchas. Lobos tallados en piedra decoran cada rincón. Siento que me observan. Que me reconocen. Erika me guía hasta una sala amplia, donde Erkin está de pie frente a una ventana.

Se gira al verme. Sus ojos se iluminan. Es alto, fuerte, con una presencia que impone respeto. Pero cuando me mira, su expresión se suaviza.

—Mi Reina —dice, acercándose—. Me alegra verte despierta.

—Gracias por salvarme —respondo, aún insegura.

—No fue solo por mí. Tu loba me lo pidió. Ella me habló. Me dijo que debía protegerte.

—¿Rohana? —el nombre brota de mis labios sin pensar.

Erkin asiente.

—Sí. Ella es poderosa. Y tú… tú eres más de lo que crees.

Me siento en un sillón junto al fuego. Él se sienta frente a mí, sin apartar la mirada.

—¿Recuerdas algo? —pregunta.

—Fragmentos. Voces. Frío. Mi hermana…

Erkin frunce el ceño.

—¿Tu hermana?

—Sienna. Me llevó al lago. Me habló de una leyenda. Luego… me empujó.

El silencio se vuelve pesado. Erkin se levanta y comienza a caminar por la sala.

—Sienna se presentó aquí hace unos días. Dijo ser mi reina. Mostró una marca. Pero mi lobo la rechazó. Quiso atacarla.

—¿Tu lobo? —pregunto, intrigada.

—Leonard. Él sabe. Él siente. Y contigo… contigo fue diferente. Él se calmó. Se conectó. Te reconoció.

Me llevo la mano al pecho. Siento algo allí. Una energía. Una marca. No la veo, pero la siento. Como si siempre hubiera estado conmigo.

—No entiendo por qué Sienna hizo esto —digo, con tristeza—. Si quería el trono, yo se lo habría dado. Nunca lo quise.

Erkin se acerca y se arrodilla frente a mí.

—Tal vez no lo querías. Pero naciste para ello. Y el reino te necesita.

Sus palabras me estremecen. No sé si estoy lista. No sé si quiero ser reina. Pero algo dentro de mí comienza a despertar.

Esa noche, me quedo en la habitación contigua a la de Erkin. Erika me cuida con dedicación. Me da infusiones, me habla de la historia de la manada, de la diosa Luna, de los desterrados. Todo parece sacado de un cuento. Pero es mi realidad.

—¿Crees que recuperaré toda la memoria? —le pregunto.

—Sí. Pero debes estar preparada. A veces, recordar duele.

—Ya estoy rota. No puede doler más.

Erika me toma la mano.

—No estás rota. Estás renaciendo.

En sueños, Rohana me visita. Me lleva al bosque, al lago, a mi infancia. Me muestra a mis padres, a Sienna, a mí misma corriendo entre los árboles. Me muestra la marca. Me muestra el trono.

—Eres la Reina Perdida —dice—. Y ha llegado el momento de que el mundo lo sepa.

Me despierto con lágrimas en los ojos. Miro por la ventana. La luna brilla con fuerza. El bosque me llama.

Y yo estoy lista para responder.




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