🐺 El Filo de la Verdad
Narrado por Serena .
El amanecer llegó con un cielo teñido de gris. La nieve caía suave, como si el bosque quisiera protegerme del peso de mis recuerdos. Me vestí con ropas de entrenamiento que Erika me dejó sobre la cama: pantalones de cuero flexible, una capa corta y botas resistentes. Me miré al espejo. No reconocía a la mujer que me devolvía la mirada, pero algo en sus ojos me decía que estaba lista.
Erika me esperaba en el patio de entrenamiento. A su lado, Marcus observaba con los brazos cruzados. Ambos tenían posturas firmes, pero sus rostros mostraban respeto. No me trataban como una princesa frágil. Me trataban como alguien que debía despertar.
—Hoy empezamos —dijo Erika—. No para convertirte en guerrera. Sino para que recuerdes quién eres.
—¿Y si no quiero recordar? —pregunté, con la voz más firme de lo que esperaba.
—Entonces lucharás con el instinto. Y eso también es poder.
El primer ejercicio fue físico. Golpes, esquivas, equilibrio. Mi cuerpo respondió con torpeza al principio, pero luego algo cambió. Era como si cada movimiento ya estuviera grabado en mí. Como si mi cuerpo recordara lo que mi mente había olvidado.
—Tu loba está cerca —dijo Marcus—. La sentimos.
—¿Cómo lo saben?
—Porque el aire cambia cuando ella se mueve dentro de ti.
Me detuve, jadeando. Cerré los ojos. Y allí estaba. Rohana. Firme. Silenciosa. Observándome desde dentro.
—Estás lista —susurró.
Después del entrenamiento, Erika me llevó a una sala oculta en el castillo. Era circular, con símbolos grabados en el suelo y cristales que flotaban en el aire. En el centro, una piedra tallada con el emblema de la luna creciente.
—Este es el Salón de la Verdad —explicó—. Aquí, los recuerdos se enfrentan. Aquí, las reinas despiertan.
Me senté en la piedra. Erika colocó sus manos sobre mi cabeza. Un calor suave me envolvió. Y entonces, lo vi.
Sienna.
Jugábamos juntas en el bosque. Reíamos. Compartíamos secretos. Pero luego, su mirada cambió. Se volvió fría. Ambiciosa. Me llevó al lago. Me habló de una leyenda. Y me empujó.
El recuerdo me golpeó como un rayo. Me levanté de golpe, temblando.
—Ella… me traicionó.
—Sí —dijo Erika—. Y lo hizo porque sabía que tú eras la elegida.
—¿Por qué no me lo dijo? Yo… yo no quería el trono.
—Porque no se trataba de querer. Se trataba de ser.
Esa noche, no pude dormir. Caminé por los pasillos del castillo hasta llegar al balcón principal. El bosque se extendía ante mí, silencioso y eterno. Erkin apareció a mi lado, sin hacer ruido.
—¿Recordaste algo? —preguntó.
—Sí. Sienna. El lago. La traición.
—Lo siento.
—No lo sientas. No fue tu culpa.
—Pero fue mi deber protegerte. Y fallé.
Lo miré. Su rostro estaba lleno de culpa. Me acerqué y tomé su mano.
—No fallaste. Me encontraste. Y eso lo cambia todo.
Erkin me miró con intensidad. Sus ojos reflejaban la luna. Su lobo rugía dentro de él. Lo sentía. Lo escuchaba.
—¿Sientes el vínculo? —preguntó.
—Sí —respondí, sin dudar.
Y en ese momento, algo dentro de mí se rompió. O quizás, se liberó. Una luz azul emergió de mi pecho. La marca brilló. Rohana aulló dentro de mí. Y el castillo tembló.
—La Reina ha despertado —dijo Erkin.
Pero el despertar no vino solo.
Al día siguiente, un mensajero llegó con noticias inquietantes. Sienna había sido vista en los territorios del norte, reuniendo lobos desterrados. Su marca falsa ardía con magia oscura. Y su voz proclamaba guerra.
—Quiere el trono —dijo Marcus—. Y no le importa destruirlo todo para conseguirlo.
—Entonces debemos prepararnos —respondí.
—¿Estás lista para liderar? —preguntó Erika.
Miré el emblema de la luna en el salón. Sentí a Rohana rugir dentro de mí.
—No sé si estoy lista. Pero sé que no me rendiré.
Esa noche, me transformé por primera vez desde que salí del lago. Mi cuerpo cambió con dolor y gloria. Mi pelaje blanco brilló bajo la luna. Mis ojos se tornaron rojos por un instante, luego azules como el hielo. Corrí por el bosque, libre, poderosa, viva.
Y mientras aullaba junto a Erkin y los suyos, supe que el tiempo de la Reina Perdida había terminado.
Ahora, era la Reina Presente.
Y el mundo lo sabría.