Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 7

🐺 La Sombra de mi Sangre

Narrado por Serena

El bosque estaba inquieto.

Desde que desperté, los árboles susurraban más fuerte, los lobos aullaban con un tono distinto, y el aire parecía cargado de presagios. Rohana lo sentía también. Su presencia dentro de mí era más firme, más alerta. Algo se acercaba. Algo que no podía evitar.

—Sienna está en los límites del reino —informó Marcus esa mañana—. Ha reunido a varios lobos desterrados. Dice que viene a reclamar lo que le pertenece.

—¿Y qué dice el pueblo? —preguntó Erkin, con el ceño fruncido.

—Están divididos. Algunos creen en ella. Otros recuerdan la leyenda de la Reina Perdida… y empiezan a creer que ha regresado.

Todos me miraron. Yo permanecí en silencio.

No por miedo. Sino por contención.

Porque dentro de mí, algo ardía.

Erika me llevó al Salón de la Luna. Era un espacio sagrado, reservado solo para los líderes. Allí, las decisiones se tomaban bajo el reflejo lunar, y las verdades se revelaban sin máscaras.

—Hoy no entrenaremos —dijo—. Hoy te enfrentarás a tu reflejo.

—¿Mi reflejo?

—Tu pasado. Tu sangre. Tu sombra.

Me senté en el centro del salón. Rohana emergió dentro de mí, no como loba, sino como energía. Azul, brillante, envolvente. Erika colocó un cristal frente a mí. Al tocarlo, el mundo cambió.

Estaba en el lago.

Pero no como antes.

Esta vez, estaba de pie sobre el hielo. Frente a mí, Sienna. Su cabello negro ondeaba con el viento. Sus ojos eran oscuros, pero no vacíos. Estaban llenos de rabia.

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté.

—Porque tú lo tenías todo —respondió—. El amor de nuestros padres. La marca. El destino. Y yo… yo solo era tu sombra.

—Nunca quise el trono.

—¡Pero lo tenías! —gritó—. Y yo… yo solo quería ser vista.

El hielo crujió bajo nuestros pies. Rohana apareció a mi lado. Detrás de Sienna, una loba oscura, de ojos rojos.

—No eres tú quien debe gobernar —dijo Sienna—. Yo lo haré. Con o sin tu memoria.

—Ya la estoy recuperando —respondí—. Y con ella, mi poder.

La visión se desvaneció.

Volví al salón, jadeando. Erika me sostuvo.

—¿La viste?

—Sí. Y vi su loba. Está corrompida.

—Entonces no hay marcha atrás. Debes enfrentarte a ella.

—¿Y si no puedo?

—Puedes. Porque no estás sola.

Esa tarde, el consejo se reunió. Erkin me presentó oficialmente como la Reina Perdida. Algunos dudaron. Otros se arrodillaron. Pero todos escucharon.

—Sienna viene con guerra —dije—. Pero yo no responderé con odio. Responderé con verdad.

—¿Y si no basta? —preguntó un alfa anciano.

—Entonces responderé con fuego.

Al anochecer, salí al bosque. Me transformé. Mi loba corrió entre los árboles, libre, poderosa. Y en lo alto, la luna se tiñó de rojo.

Rohana aulló.

Y el reino escuchó.

Sienna llegó al día siguiente.

Vestida de negro, con una corona falsa sobre la frente. A su lado, lobos desterrados, con ojos apagados y marcas oscuras. Se detuvo frente al castillo, sin miedo.

—Vengo por lo que es mío —dijo.

—No es tuyo —respondí, saliendo al encuentro—. Nunca lo fue.

—Entonces lucha por ello.

Nos rodearon. El aire se volvió denso. Erkin estaba a mi lado. Erika detrás. Marcus y los guerreros listos.

Pero yo di un paso al frente.

—No lucharé por odio. Lucharé por justicia.

Sienna sonrió con desprecio.

—Entonces perderás.

—No —dije, y mi marca brilló.

Rohana emergió. Mi cuerpo se transformó. Mi loba blanca se alzó, más grande, más luminosa. Sienna retrocedió. Su loba rugió, pero no se acercó.

—La luna ha hablado —dijo Erika—. La Reina ha regresado.

Los desterrados dudaron. Algunos bajaron la cabeza. Otros huyeron.

Sienna gritó, pero su voz se quebró.

—Esto no ha terminado —dijo, antes de desaparecer entre los árboles.

Esa noche, el castillo celebró.

Pero yo no.

Porque sabía que la guerra apenas comenzaba.

Y que para salvar el reino, tendría que enfrentar no solo a mi hermana…

Sino a mí misma.




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