Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 9

🐺 El Camino de la Luna

Narrado por Serena

El castillo despertó con un aire distinto. Las antorchas ardían más alto, los lobos patrullaban con mayor intensidad, y los susurros en los pasillos hablaban de una sola cosa: el viaje hacia el Valle de los Susurros.

Erkin y yo nos preparábamos para partir. El ritual de la Luna Roja se acercaba, y si Sienna llegaba primero, su proclamación como reina sería irreversible. Debíamos llegar antes. Debíamos reclamar lo que era legítimo. No por ambición. Sino por justicia.

—¿Estás lista? —preguntó Erkin, ajustando su capa de viaje.

—No —respondí con sinceridad—. Pero eso nunca me ha detenido.

Él sonrió. Su mirada era fuego contenido. Desde que sellamos el vínculo, algo cambió entre nosotros. No solo éramos aliados. Éramos reflejos. Latidos compartidos. Y aunque el mundo se desmoronara, yo sabía que con él, podía enfrentarlo todo.

El consejo nos despidió en la puerta principal. Erika, Marcus y los líderes de las manadas nos entregaron bendiciones, provisiones y promesas de lealtad.

—El Valle está protegido por los lobos guardianes —advirtió Erika—. Ellos no responden a ningún alfa. Solo a la sangre real.

—Entonces me responderán —dije, sintiendo a Rohana rugir dentro de mí.

Erkin me tomó de la mano. Juntos, cruzamos el umbral del castillo y nos adentramos en el bosque.

El camino era largo y silencioso. La nieve amortiguaba nuestros pasos, y los árboles parecían observarnos. A veces, sentía que sus ramas se inclinaban levemente, como si reconocieran mi presencia.

—¿Qué piensas? —preguntó Erkin, mientras caminábamos entre raíces antiguas.

—Que este bosque guarda más secretos que los que conocemos. Que la historia que nos contaron… está incompleta.

—¿Crees que hay algo más detrás de Sienna?

—Sí. Su loba no es solo ambiciosa. Está corrompida. Y eso no ocurre sin intervención.

Erkin asintió. Su rostro se endureció.

—Los desterrados.

—Exacto. Alguien los guía. Alguien que quiere destruir el linaje de la diosa Luna.

—Y tú eres la última heredera.

Me detuve. Miré el cielo. La luna aún era blanca, pero su luz parecía más tenue.

—¿Y si no soy suficiente?

Erkin se acercó. Me tomó por los hombros.

—Serena, tú sobreviviste al hielo. Tu loba te protegió durante una década. Tu marca despertó el castillo. Y tu presencia ha unido manadas que llevaban años divididas. No eres suficiente. Eres más de lo que el reino esperaba.

Sus palabras me envolvieron como un escudo. Lo abracé. No por debilidad. Sino por reconocimiento. Porque en él, encontraba mi fuerza reflejada.

Al caer la noche, acampamos junto a un arroyo congelado. Erkin encendió una fogata, y yo me senté a su lado, envuelta en una manta de piel.

—¿Crees que el ritual nos cambiará? —pregunté.

—Ya estamos cambiando. El ritual solo lo hará visible.

—¿Y si no lo superamos?

—Entonces moriremos juntos.

Lo miré. No había miedo en su voz. Solo certeza.

—Prefiero vivir contigo —dije.

—Entonces sobreviviremos.

Mientras dormíamos, Rohana me llevó en sueños al Valle. Era un lugar cubierto de niebla, con árboles que susurraban nombres antiguos. En el centro, una piedra lunar flotaba sobre el suelo. Y alrededor, lobos blancos con ojos dorados.

—Ellos son los guardianes —dijo Rohana—. Ellos decidirán si eres digna.

—¿Y si no lo soy?

—Entonces el reino caerá.

Me desperté con el corazón acelerado. Erkin estaba despierto, observándome.

—Tu energía cambió —dijo—. ¿Soñaste?

—Sí. Con los guardianes. Con el ritual.

—Entonces estamos cerca.

Al amanecer, llegamos al límite del Valle. La niebla era espesa, y el aire tenía un aroma antiguo. Erkin se transformó. Su lobo era majestuoso, de pelaje oscuro y ojos dorados. Yo lo seguí. Mi cuerpo cambió. Rohana emergió, blanca como la nieve, con un brillo azul en su pecho.

Juntos, cruzamos la niebla.

Los lobos guardianes nos esperaban.

Eran cinco. Altos, silenciosos, con marcas lunares en sus frentes. Nos rodearon. No atacaron. Solo observaron.

Uno de ellos se acercó. Olfateó el aire. Luego, se inclinó ante mí.

—La Reina ha regresado —dijo, con voz grave.

Los demás lo imitaron.

Erkin se acercó a mí. Rozó su lomo contra el mío.

—El ritual puede comenzar —dijo Rohana.

Y mientras la luna se alzaba sobre el Valle, supe que el destino estaba en marcha.

Y que el amor que nos unía… sería nuestra mayor arma.




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