Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 10

🐺 La Primera Llama

Narrado por Serena

El Valle de los Susurros no era un lugar común. La niebla que lo cubría parecía tener memoria, y cada paso que dábamos resonaba como si el suelo recordara quién lo pisaba. Los lobos guardianes nos escoltaban en silencio, sus ojos dorados fijos en mí, como si esperaran algo más que mi presencia.

Erkin caminaba a mi lado, su energía firme, protectora. Desde que sellamos el vínculo, nuestras almas se entrelazaban con cada mirada, cada roce, cada pensamiento. Pero aquí, en este lugar sagrado, sentía que algo más se gestaba. Algo que iba más allá de nosotros.

—¿Estás lista? —preguntó uno de los guardianes, su voz grave como el eco de una montaña.

—Sí —respondí, aunque mi corazón temblaba.

—Entonces la primera llama puede comenzar.

Nos condujeron a un círculo de piedras antiguas. En el centro, una columna de cristal lunar flotaba sobre el suelo. Rohana emergió dentro de mí, su presencia más fuerte que nunca.

—Esta es la prueba del fuego interior —dijo el guardián—. Aquí, la reina debe enfrentar su verdad. No la que le contaron. Sino la que arde en su sangre.

Me acerqué al cristal. Al tocarlo, una luz azul me envolvió. El mundo desapareció.

Me encontraba en un campo nevado. Frente a mí, una mujer de cabello blanco y ojos como los míos. Su presencia era imponente, pero serena.

—¿Quién eres? —pregunté.

—Soy la primera loba. La reina original. Aquella que fundó el linaje que ahora corre por tus venas.

—¿Por qué estoy aquí?

—Porque tu sangre lleva una marca que no te han contado. No solo eres heredera de los lobos. Eres hija de la Luna.

El cielo se abrió. Una luna roja brilló sobre nosotras. Sentí que mi cuerpo ardía, pero no de dolor. De poder.

—¿Y qué debo hacer?

—Recordar. Aceptar. Y decidir.

La visión se desvaneció. Volví al círculo de piedras, jadeando. Erkin me sostuvo antes de que cayera.

—¿Qué viste? —preguntó.

—Mi origen. Mi verdad. Soy más que una reina. Soy parte de la Luna misma.

Los guardianes se inclinaron. La columna de cristal se iluminó con fuerza.

—La primera llama ha sido encendida —dijeron.

Esa noche, descansamos en el santuario del Valle. Erkin y yo compartimos una habitación de piedra, iluminada por cristales flotantes. Me senté junto a él, aún temblando por la visión.

—¿Crees que estoy lista para esto? —pregunté.

—No tienes que estarlo. Solo tienes que ser tú.

—¿Y si el poder me consume?

—Entonces lo enfrentaremos juntos.

Me apoyé en su pecho. Su corazón latía con fuerza, y el mío se sincronizó. Rohana y Leonard se entrelazaban en silencio, como si supieran que el verdadero ritual no era solo mágico.

Era emocional.

Era amor.

Antes de dormir, salí al balcón del santuario. La luna roja comenzaba a asomarse en el horizonte. Sentí su energía recorrer mi piel. Y entonces, escuché una voz.

—Serena…

Me giré. Nadie estaba allí. Pero la voz persistía.

—Serena, hija de la Luna. La segunda llama te espera.

Volví a la habitación. Erkin me miró con preocupación.

—¿Qué ocurre?

—La segunda prueba se acerca. Y esta vez… será sobre lo que más temo.

—¿Tu hermana?

—No. Mi elección.

Porque ahora sabía que no solo debía reclamar el trono.

Debía decidir si quería hacerlo.

Y esa… sería la llama más difícil de encender.




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