🐺 La Segunda Llama
Narrado por Serena
El Valle despertó cubierto de niebla. No era la misma que nos recibió al llegar. Esta era más densa, más viva. Se movía como si respirara, como si supiera que algo importante estaba por suceder.
Erkin dormía aún, su respiración profunda y tranquila. Me acerqué a él y acaricié su cabello oscuro. Desde que sellamos el vínculo, su presencia me daba paz. Pero hoy, esa paz no era suficiente para calmar el torbellino dentro de mí.
La segunda prueba me esperaba.
Y esta vez, no sería física.
Sería una elección.
Los lobos guardianes me condujeron a un claro oculto entre árboles milenarios. En el centro, una piedra negra flotaba sobre un círculo de fuego azul. El aire era espeso, cargado de energía antigua.
—Esta es la llama de la voluntad —dijo el guardián más anciano—. Aquí no se mide tu fuerza, sino tu deseo. Tu verdad.
—¿Qué debo hacer?
—Entrar en el fuego. Y no resistir.
Tragué saliva. Rohana se agitó dentro de mí.
—¿Estás lista? —preguntó.
—No. Pero lo haré igual.
Cerré los ojos y di un paso al frente.
El fuego no quemaba. Era frío, como el hielo del lago. Me envolvió por completo, y el mundo desapareció.
Cuando abrí los ojos, estaba en otro lugar.
Un campo abierto, sin nieve. El cielo era azul, y el sol brillaba con fuerza. A lo lejos, una cabaña de madera, sencilla, rodeada de flores silvestres. Frente a ella, una mujer colgaba ropa en un cordel. Tenía el cabello blanco, suelto, y reía mientras un niño corría a su alrededor.
Me acerqué.
La mujer se giró.
Era yo.
Más adulta. Más libre. Sin corona. Sin deberes. Solo yo, viviendo una vida tranquila, lejos de todo.
—¿Esto es lo que deseas? —preguntó una voz detrás de mí.
Me giré. Era la Reina Original, la misma que vi en la primera prueba. Su mirada era serena, pero firme.
—¿Qué es esto?
—Una posibilidad. La vida que siempre soñaste. Sin trono. Sin guerra. Solo tú. Libre.
Miré a la mujer que era yo. Se veía feliz. Plena. El niño la abrazaba. Un niño de ojos azules y cabello oscuro.
—¿Es… mío?
—Sí. Tu hijo. Tu familia. Tu elección.
Sentí un nudo en el pecho. Era hermoso. Era todo lo que alguna vez quise.
—¿Y si elijo esto?
—El reino caerá. Sienna tomará el trono. Los desterrados se alzarán. Y la luna se apagará.
—¿Y si elijo gobernar?
—Perderás esto. La paz. La vida sencilla. Tal vez incluso… el amor.
—¿Erkin?
—El amor verdadero sobrevive. Pero el amor probado por la guerra… cambia.
Me arrodillé. Las lágrimas caían sin control.
—¿Por qué debo elegir?
—Porque el poder no se hereda. Se acepta. Y tú… debes decidir si lo quieres.
Cerré los ojos. Escuché el viento. El canto de los pájaros. La risa del niño.
Y luego, escuché otra cosa.
Un aullido.
Rohana.
Y detrás de ella, Leonard.
Erkin.
Mi alma.
Mi manada.
Mi pueblo.
Me levanté.
—No quiero renunciar a esto. Pero si debo hacerlo para protegerlos… lo haré.
La Reina Original asintió.
—Entonces enciende la llama.
Extendí la mano. El fuego azul me envolvió. Esta vez, ardía. Pero no dolía. Era mi voluntad, mi decisión, mi verdad.
Volví al claro. Los guardianes me esperaban. Erkin también. Su rostro se iluminó al verme.
—¿Lo lograste?
—Sí —respondí—. Elegí el trono.
—¿Y tu libertad?
—La llevaré conmigo. En cada decisión. En cada batalla. En cada paso.
Erkin me abrazó. Su corazón latía con fuerza.
—Estoy contigo, Serena. Reina o no. Siempre.
—Lo sé.
Esa noche, la segunda llama ardió en el cielo. La luna se tiñó de rojo por un instante, y los lobos del reino aullaron al unísono.
La Reina Perdida ya no dudaba.
Ahora, era la Reina Decidida.
Y la tercera llama… nos esperaba.