Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 13

🐺 El Retorno de la Reina

Narrado por Serena

El Valle quedó atrás, pero su energía seguía latiendo en mí.

Las tres llamas habían sido encendidas. El ritual de la Luna Roja estaba completo. Mi cuerpo, mi loba, mi alma… todo había cambiado. Ya no era la hija que soñaba con libertad. Ni la joven que temía gobernar. Era Serena, Reina de los Lobos, descendiente de la diosa Selene.

Erkin caminaba a mi lado, su mirada más intensa que nunca. Desde que sellamos el vínculo, nuestras almas se entrelazaban con una fuerza que ni el tiempo ni la guerra podrían romper. Y ahora, juntos, regresábamos al castillo. No como fugitivos. Sino como soberanos.

Al llegar, las puertas se abrieron sin que nadie las tocara. Los lobos guardianes que nos escoltaban se detuvieron en la entrada, y los soldados de la manada se arrodillaron al vernos.

—La Reina ha regresado —susurró uno de ellos.

Erika y Marcus salieron a recibirnos. Sus rostros mostraban alivio, pero también preocupación.

—Sienna se ha movido —dijo Erika—. Ha convocado a las manadas del este. Dice que tú eres una impostora. Que el ritual fue manipulado.

—¿Y qué dicen los líderes? —preguntó Erkin.

—Están divididos. Algunos creen en ella. Otros… han comenzado a soñar contigo.

—¿Soñar?

—Sí —intervino Marcus—. La Luna Roja ha tocado sus mentes. Ven tu loba. Tu marca. Tu luz.

Me quedé en silencio. Rohana rugía dentro de mí, no con furia, sino con determinación.

—Entonces es hora de hablarles. No como heredera. Sino como reina.

Esa noche, se convocó una reunión en el Salón de los Lobos. Los líderes de las manadas llegaron uno por uno, algunos con respeto, otros con desconfianza. El ambiente era tenso. Las antorchas ardían con fuerza, y la luna roja brillaba sobre el techo de cristal.

Me paré frente a ellos, con Erkin a mi lado. Erika y Marcus flanqueaban la sala. Todos esperaban.

—No vengo a pedirles lealtad —comencé—. Vengo a ofrecerles verdad.

Los murmullos cesaron.

—Fui traicionada por mi hermana. Arrojada al lago por el miedo que mi marca despertaba. Sobreviví gracias a mi loba, Rohana, y al poder que corre por mi sangre. No porque lo buscara. Sino porque lo heredé.

Algunos líderes bajaron la mirada. Otros se acercaron.

—He completado el ritual de la Luna Roja. Las tres llamas han sido encendidas. Y con ellas, el vínculo con la diosa Selene ha sido restaurado.

—¿Y qué nos garantiza que no eres como Sienna? —preguntó un alfa del este.

—Mi elección —respondí—. Porque cuando tuve la oportunidad de renunciar al trono, lo hice. Y cuando se me pidió que lo reclamara, lo hice por ustedes. No por mí.

El silencio se volvió reverente.

—La guerra se acerca. Y no podemos enfrentarla divididos. Sienna no quiere gobernar. Quiere destruir. Quiere borrar el linaje. Quiere apagar la luna.

—¿Y tú? —preguntó otro líder.

—Yo quiero protegerla.

Al terminar, los líderes se acercaron uno por uno. Algunos se arrodillaron. Otros ofrecieron sus marcas. Y cuando el último lo hizo, el Salón se iluminó con una luz plateada.

—La Reina ha sido reconocida —dijo Erika.

—Y el reino… está listo para luchar —añadió Marcus.

Esa noche, en mi habitación, me senté junto a Erkin. El fuego crepitaba en la chimenea, y el aire estaba cargado de magia.

—¿Crees que estamos listos? —pregunté.

—No. Pero estamos juntos. Y eso basta.

Me apoyé en su pecho. Sentí su corazón latir con el mío. Leonard y Rohana dormían en silencio, entrelazados en el plano espiritual.

—¿Y si Sienna no se detiene?

—Entonces la enfrentaremos. No con odio. Sino con verdad.

—¿Y si el amor no basta?

—Entonces lo haremos bastar.

Nos besamos. No como dos jóvenes enamorados. Sino como dos almas que habían esperado siglos para encontrarse.

Al amanecer, el castillo se preparó para la guerra.

Pero yo… me preparé para la redención.

Porque sabía que para salvar el reino, no bastaba con vencer a Sienna.

Debía salvarla.

O destruirla.




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