Wolves: La Reina Perdida de los Lobos

CAPÍTULO 14

🐺 El Nombre Prohibido

Narrado por Serena

El castillo estaba en calma, pero no era paz lo que sentíamos. Era la calma que precede a la tormenta. Desde mi regreso, las manadas se habían unido bajo una misma bandera, pero la amenaza no era solo Sienna.

Era lo que la guiaba.

Esa noche, reuní al consejo en la Sala de la Luna. Erika, Marcus, Erkin y los alfas más antiguos estaban presentes. Sobre la mesa, un mapa del reino con marcas rojas en los territorios del este. Las zonas tomadas por los desterrados.

—Sienna no actúa sola —dije, señalando los movimientos recientes—. Su estrategia es demasiado precisa. Demasiado… calculada.

—Lo sabemos —respondió Marcus—. Nuestros exploradores han detectado señales de magia oscura. No es solo ambición. Es manipulación.

—¿Y quién está detrás? —preguntó Erika.

Todos guardaron silencio.

Fue Erkin quien habló.

—Hay un nombre que los ancianos no pronuncian. Un alfa que fue desterrado hace más de un siglo. Un lobo que desafió a la diosa Selene… y sobrevivió.

—¿Cómo es posible?

—Nadie lo sabe. Solo que desapareció en las Tierras Sombrías y nunca volvió. Hasta ahora.

—¿Tiene nombre?

Erkin asintió.

—Lo llaman Kael’Thar. El Alfa Caído.

El nombre me estremeció. Rohana se agitó dentro de mí, como si ese sonido despertara algo antiguo.

—Él es quien guía a Sienna —dije—. Ella cree que lo controla. Pero es al revés.

—¿Y qué quiere? —preguntó Erika.

—Lo mismo que quiso hace un siglo —respondió Erkin—. Romper el vínculo con la Luna. Convertir a los lobos en bestias sin alma. Sin destino.

—Y si Sienna realiza el ritual con su ayuda… —comenzó Marcus.

—El linaje se romperá —terminé—. Y el reino caerá en oscuridad.

Esa noche, me encerré en la biblioteca ancestral. Busqué todo lo que pude sobre Kael’Thar. Los textos eran escasos, fragmentados, como si alguien hubiera intentado borrar su existencia. Pero encontré una leyenda.

“El Alfa Caído no murió. Se ocultó entre las sombras, esperando que la Luna se debilitara. Su marca no es visible. Su poder no es físico. Es mental. Se alimenta del odio, del rencor, del deseo de venganza.”

Sienna.

Ella era la puerta.

Y él… la llave.

Al amanecer, escribí una carta. No como reina. Como hermana.

“Sienna, sé que aún puedes oírme. Sé que dentro de ti queda algo de la niña que jugaba conmigo en los campos nevados. No te escribo para suplicar. Te escribo para advertirte. No eres tú quien guía esta guerra. Es él. Kael’Thar. El Alfa Caído. Y cuando ya no te necesite, te destruirá.

Si aún queda algo de ti, ven. Hablemos. Una última vez. Antes de que el destino decida por nosotras.”

Erkin selló la carta con el emblema de la Luna Roja. Marcus la entregaría personalmente, bajo bandera de tregua.

—¿Crees que vendrá? —preguntó Erika.

—No lo sé —respondí—. Pero si no lo hace, sabré que ya no queda nada de mi hermana.

Esa noche, soñé con Kael’Thar.

No lo vi. Pero lo sentí.

Una sombra sin forma. Una voz sin boca. Un poder que susurraba desde el fondo del mundo.

—Tú no eres reina —dijo—. Eres una niña con miedo. Una chispa que se apagará.

—No —respondí—. Soy la llama que arderá hasta el final.

Rohana rugió. Y la sombra se desvaneció.

Al despertar, Marcus había regresado.

—¿Y bien? —pregunté.

—Vendrá —dijo—. Sola. Al claro del lago. Al anochecer.

Mi corazón se tensó. Erkin me tomó la mano.

—No irás sola —dijo.

—Sí. Debo hacerlo. Esta batalla… aún no es con espadas.

Al caer la noche, me dirigí al lago. El mismo donde todo comenzó. El hielo se había derretido, pero el recuerdo seguía allí. Me arrodillé junto a la orilla. Esperé.

Y ella llegó.

Sienna.

Vestida de negro, con la marca falsa aún brillando en su brazo. Pero sus ojos… sus ojos estaban cansados.

—Viniste —dije.

—No por ti. Por mí.

Nos miramos en silencio. Dos hermanas. Dos reinas. Dos caminos.

—Kael’Thar te está usando —le dije—. Lo sabes.

—Él me dio poder.

—Él te dio cadenas.

—Tú me quitaste todo.

—Yo no te quité nada. Solo nací con lo que tú deseabas.

—¡Exacto! —gritó—. Y por eso… por eso lo elegí a él.

—Entonces ya no puedo salvarte.

—No. Pero aún puedes detenerme.

Se giró. Caminó hacia la oscuridad.

—Nos veremos en el campo de batalla, hermana.

—No —susurré—. Nos veremos en el juicio de la Luna.

Y mientras la luna roja se alzaba sobre el lago, supe que la guerra había comenzado.

Pero Sienna no era mi enemiga final.

Era su herida.

Y Kael’Thar… su sombra.




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