A pesar de lo extraño que parecía todo, los niños se recordaron que aquella era una buena idea. Se sentían un poco desconcertados pero el Sueño les había asegurado, es más, les había prometido que todo iba a ser divertido. Los dos hermanos siempre iban a estar juntos, nadie nunca más intentaría separarlos. Además, nunca más iban a regresar a aquel horrible orfanato, en el que no tenían amigos y todos les hacían la vida imposible.
Ese Sueño sería eterno, duraría para siempre y todo sería mágico y especial. Todo lo que quisieran, todo lo que desearan con todo su corazón, lo podrían obtener ya que ellos a partir del momento en que cruzaran el Umbral serían los soñadores de Wonderland. El País de las Maravillas sería suyo, sería su nuevo hogar. Un lugar único, hermoso y encantador del cual nunca saldrían, pero nadie más entraría. Solo sería propiedad de ellos dos, y entonces, cuando eso ocurriera por fin serían libres. Libres de cualquier pena, libres de la tristeza, la desgracia...
Libres de la guerra.
Solo debían sellar el trato.
Además, Wonderland parecía tan simpático y tan agradable... En pocos minutos los tres se habían hecho amigos. Los niños le habían contado su desagradable y triste historia, desde la trágica muerte de sus padres hasta cómo habían llegado a aquel triste asilo de menores. También le contaron que, en ese tiempo que llevaban habitando esas finas paredes de ladrillo gris, muchas adineradas y altruistas parejas interesadas en apadrinar a los huérfanos de la guerra habían intentado adoptar solo a la niña por ser la más pequeña y casi los habían separado en numerosas ocasiones de no ser porque empezaron a tramar planes para que no los separaran, pues solo se tenían mutuamente y se querían mucho.
Los hermanos le contaron que el orfanato era aburrido, los profesores eran severos y había normas muy estrictas; por no hablar de la comida, que era asquerosa. La relación con los otros niños no era buena ya que se burlaban de ellos porque siempre estaban juntos; incluso los profesores intentaban separarles. Los niños del orfanato siempre se burlaban de la pequeña, y su hermano mayor siempre la defendía y la protegía, lo que a veces le costaba que también se burlaran de él, le insultaran o incluso le pegaran. Por eso casi siempre estaba castigado y era obligado a hacer tareas de limpieza en el orfanato, aunque, según los hermanos, esto no era más que otra excusa para separarles.
De hecho, ese mismo día los otros niños se habían burlado de la hermana pequeña, y su hermano mayor, como hacía siempre, la había defendido. Los otros críos habían salido corriendo para contárselo todo a los profesores, que seguramente volverían pronto para castigarlos...
Mientras que los hermanos narraban su historia, el Sueño se compadecía de ellos aunque en su fuero interno estaba completamente feliz, pues estaba convencido de que esta nueva Alicia le serviría para sus oscuros fines y no le daría ningún problema... no como las Tres Alicias anteriores.
Los niños estaban emocionados: su vida iba a cambiar por completo. El trato que el Sueño les había propuesto era simplemente genial. Además, se notaba que era un buen Sueño, se había portado muy bien escuchando su historia, les había animado y consolado... El Sueño necesitaba ayuda y los niños iban a ofrecerle la suya. Un buen Sueño como este no podía desaparecer. Y aunque resultase extraño, era el único que no se había burlado, ni había hecho comentarios sarcásticos acerca de la situación de los pequeños. Se había comportado como el verdadero amigo que nunca habían tenido, y por eso ahora les tocaba a ellos devolverle el favor.
Wonderland tuvo que contener una escalofriante carcajada cuando ambos hermanos sentenciaron firmemente:
—Aceptamos el trato.
Editado: 27.08.2018