Wonderland: el Origen de Alicia

CAPÍTULO 8: LA CUARTA ALICIA

 

En esa infinita e inalterable oscuridad, una nueva y brillante luz surgió de pronto en el Pasillo de los Recuerdos e iluminó una zona concreta del corredor: aquella en la que estaban colocados aquellos tres cuadros con las fotografías de la guerrera, el músico y la reina. Sin embargo, esa misteriosa luminosidad no brillaba en el techo sino que procedía de un cuarto cuadro: aquel que estaba situado al lado del retrato de la joven soberana.

El cuarto cuadro se transformó; dejó de ser un simple marco plateado para convertirse en un cuadro completo con fotografía incluida. Su marco se tornó de un amarillo intenso. No era el típico amarillo chillón que daña la vista y resulta desagradable, sino que se trataba de un color tan cálido y brillante que parecía que el marco estuviera hecho de oro. Ese amarillo recordaba al color de las margaritas, y sobre todo, recordaba al Sol. El brillo dorado que desprendía el cuadro iluminaba gran parte del pasillo.

Pero lo más curioso era lo siguiente: dentro del marco del cuadro apareció una imagen que mostraba un jardín repleto de árboles y flores. En el centro de la imagen se podía observar un árbol más alto y ancho que el resto de árboles del jardín. Bajo ese árbol, descansando en la sombra, había un niño y una niña más pequeña todavía. Los dos chiquillos estaban sentados sobre el césped, con la espalda apoyada en el tronco del árbol y las piernas estiradas al frente. Ambos niños vestían con uniforme escolar y permanecían cogidos de la mano. Los dos pequeños poseían rasgos y características similares: ambos tenían el cabello liso y rubio claro —el niño lo llevaba corto y revuelto mientras que la niña poseía una melena que le llegaba hasta los hombros y portaba encima de la cabeza un gran lazo blanco—, y los ojos grandes y grises. A simple vista, parecía que el niño aparentaba unos once o doce años, y la niña aparentaba alrededor de nueve. Pero había algo aún más extraño en la fotografía, y era la expresión en la cara de los dos infantes. Ambos permanecían totalmente serios y sus miradas estaban completamente vacías, carentes de expresión.

De pronto, bajo el cuadro, el letrero en el que aparecía con grades y delicadas letras plateadas el nombre de Alicia, cambió. Ahora, Alicia se iluminó con un bonito color amarillo; un dorado intenso, tan cálido y refulgente como el color de las margaritas y el brillo del Sol.



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En el texto hay: fantasia, retelling, distopia

Editado: 27.08.2018

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