Los hermanos no sabían qué hacer tras haber escuchado las explicaciones y la misteriosa Profecía de Abssolette, el Oráculo del País de las Maravillas. Pensaron que una vez que hubieran consultado al Oráculo obtendrían todo tipo de respuestas aclaratorias y que, de alguna manera, sabrían lo que deberían hacer en adelante, pues la indudable sabiduría del poderoso Oráculo les iluminaria el camino a seguir.
Pero no fue así.
Sus dudas no habían sido resueltas, solo vagamente; y por si fuera poco, habían obtenido una Profecía poco esclarecedora que les creaba más intrigas. Todo ello les resultaba verdaderamente misterioso y siniestro. Además, Abssolette, el «gran Oráculo», era una vieja oruga antipática, borde y desagradable. Los había tratado con hostilidad y se había dirigido hacia ellos con duras palabras. Pero aún así debían agradecerle su «atención», y así lo hicieron cuando Abssolette les pidió «amablemente» que abandonaran el pequeño claro donde se hallaba.
Así que los niños siguieron avanzando por el Jardín sin ningún rumbo fijo ni dirección concreta. Se encontraron con todo tipo de flores gigantescas, coloridas y parlanchinas que charlaban animadamente y los saludaban con marcadas reverencias. Se toparon con todo tipo de criaturillas y animalillos inverosímiles y fantásticos. Los hermanos, asombrados, pudieron observar una bandada de mariposas cuyas alas estaban compuestas con pan de molde cubierto de mantequilla, miel o mermelada de diversos colores. También vieron extraños insectos parecidos a los abejorros pero con rayas naranjas y verdes, alas rosas y del tamaño de los pulgares de sus manos. Además, se encontraron con diminutos caballitos-balancín alados. Los chiquillos también observaron preciosos pajaritos violetas y celestes que poseían un largo, oscuro y afilado pico, semejante a una aguja. Estos pajaritos silbaban alegres cancioncillas y revoloteaban por el Jardín, posándose de vez en cuando en las gigantescas flores y extrayendo del interior de éstas un extraño líquido rojo.
Los hermanos, curiosos ante este extraño néctar, decidieron probarlo. Se acercaron lentamente hacia una de las enormes flores. Se trataba de un bonito lirio blanco cuya flor estaba inclinada y el tallo se encontraba doblado por la mitad. Ambos niños observaron que del interior de la extraña flor caía un fino chorro líquido de un curioso color rojo oscuro, y optaron por probarlo. Así que pusieron cada uno ambas manos a modo de cuenco debajo del fino chorro rojizo, y las llenaron de aquella extraña sustancia. Después, se llevaron aquello a los labios.
—Mmmm... Curioso, realmente curioso—susurró el niño.
—¡Curiosísimo!—exclamó la niña—. Este sabor... es realmente extraño y peculiar... Sabe como a óxido, puede que a metal...
—Es dulce y amargo... pero también salado—añadió el chico—. El sabor me resulta extrañamente conocido... Es como si ya lo hubiera probado antes...
Los hermanos se miraron durante un segundo, y por fin algo hizo click en sus cabezas. Todo les encajó de repente. ¡Sabían exactamente qué era ese sabor que les resultaba tan familiar! Los niños se miraron los pálidos dedos de sus manos, ahora manchados del asqueroso potingue granate pegajoso, y lo comprendieron al instante:
—¡¡¡ES SANGRE!!!
Y acto seguido se limpiaron las manos con las hojas de la flor. ¡Qué asco! ¿En el interior de las flores había sangre...? ¿Acaso su néctar, del cual se alimentaban aquellos pajarillos, era sangre? Los niños sintieron ganas de vomitar pero se contuvieron: no sabían cuándo había sido la última vez que habían comido, tampoco sabían cuándo sería la próxima vez que lo harían.
Ambos hermanos, asqueados, continuaron caminando por el Jardín. El paisaje poco a poco se iba transformando: las flores comenzaban a escasear, al igual que las criaturitas que allí habitaban. Eso significaba que iban a salir completamente del Jardín en breve.
Los pequeños avanzaban cogidos de la mano, como de costumbre. Iban pensado en la dichosa Profecía y en los tres destinos que Abssolette había advertido en ella: un Castillo, el Valle de la Locura y el Bosque Negro... ¿Qué lugares eran exactamente? No lo sabían, lo único que podían llegar a intuir era que tanto el Valle de la Locura como el Bosque Negro no podían ser lugares fantásticos y maravillosos a causa del nombre que poseían... Pero el Castillo parecía un lugar ideal para explorarlo y analizarlo. El hermano mayor ya lo había visto en la lejanía cuando trepó por una flor para encontrar el camino que seguían las señales de humo de Abssolette, y desde luego, el Castillo parecía un lugar bonito y encantador.
Editado: 27.08.2018