La cafetería se encontraba desierta a esas horas de la noche.
Salvo por Victoria y Joel, que uno a cada lado de la barra se habían estado dedicando a sus quehaceres a lo largo de toda la jornada.
Algunas miradas se habían encontrado con la concentración del otro, permietiendo a ambos analizar, un poco sucumbir y un mucho suspirar. Otras, sin embargo, se habían encontrado de pleno, provocando que una calidez avivase la llama en el interior de ambos, acelerando su pulso hasta hacer bien notoria la conciencia de sus propios latidos.
En ese momento acababa de ocurrir uno de esos cruces de miradas, y Joel, fiel a la palabra, desvió rápidamente la vista a su libreta. A Victoria no le pasó desapercibido. Sonrió, tratando de no desvelar la enésima ensoñación literaria de aquel compañero por el que profesaba gran cariño.
Sintió una protesta de sus hermanos ante la modestia de lo que acababa de meditar. La imagen de gasolina vertida sobre una gran hoguera la asaltó de súbito, pero no quería escuchar en ese momento nada más que la respiración de Joel.
Quizá en breve la caligrafía de su bolígrafo llenaría de esa música especial la cafetería.
Sin embargo, él tamborileó sus dedos sobre la cubierta de la libreta, y extrañamente animado, se dirigió a la camarera.
—Vaya, ya ha anochecido. — Condujo una mano a su cabello, acompañando el gesto de una sonrisa que despertó otra cómplice por parte de Victoria. —Ni siquiera me he fijado en los horarios…
—Aún hay tiempo. — Mintió Victoria a medias. Solía cerrar la cafetería a esas horas, aunque en verdad no tenía ningún horario fijo. Se apoyó en zona de la barra frente a Joel. —Bien, ¿Qué va a ser?
Por unos instantes reinó el silencio.
Exisitía tensión, pero no ese tipo de tensión que se puede cortar con un cuchillo. Se trataba más bien de los nervios escénicos antes de presentarse ante un público expectante. Salvo que el público era, en esta ocasión, invisible.
De pronto la mirada de Joel aterrizó en los labios de Victoria, cuyo inferior mordisqueó casi inconscientemente provocando que él quedase boquiabierto.
Cuando, sacudiendo la cabeza e inhalando profundamente, Joel tiró su cabeza hacia atrás, Victoria efectuó un ágil salto sobre la barra, deslizando su cuerpo sobre el barniz de la madera clara y dejándose resbalar hasta caer grácilmente en el taburete contiguo al de su cliente.
—Te propongo algo, cajita de sorpresas. ¿Te apetece que cierre el local para que podamos hablar largo y tendido hasta la hora que sea?
Joel no necesitó articular palabra.
Asintiendo lenta pero concienzudamente, contempló como la silueta de Victoria se contorneaba llena de vitalidad mientras comenzaba las labores de cierre.
—¿Tendrías algo un poco fuerte?
La voz grave de Joel contenía cierto tono de súplica.
A Victoria aquello le tensó un poco los músculos de la espalda, sin llegar a ponerla en guardia.
—¡Claro! No están a la vista, pero dispongo de botellas de mediana y alta graduación.
Cuando se giró hacia Joel alzando una ceja en señal de fingida y coqueta chulería, fue Victoria la que quedó completamente boquiabierta.
—T… Ty… ¿Tylerskar? — Balbuceó como pudo el nombre, pues quién tenía enfrente no podía ser otro. La pose también chulesca, el aura de un generador de energía a pleno rendimiento y esa mirada… Esa mirada que perforaba y analizaba por igual.
Sin embargo, nada más pronunciar su nombre, como si de una alucinación se tratase, se esfumó para dar paso nuevamente a Joel.
El corazón de Victoria latía con fuerza. Su respiración era agitada.
—No se si es buena idea de hecho… — Joel se mostraba, de repente, avergonzado.
La camarera alcanzó la barra a grandes zancadas, y en un santiamén dispuso dos pequeños y pesados vasos junto a una misteriosa botella sin etiqueta ni marca.
—¿Qué es esto?
Mientras sonreía quitando el tapón con los dientes, Victoria vertió un líquido naranja en ambos vasos, llenándolos hasta casi rebosar.
—Es mi secreto. Mi brebaje preferido. — Condujo uno a las manos de entrecruzadas de Joel. —Bebe. De un trago. — Alzó el suyo al frente tras brindar con el de Joel. — Por nuestros mundos.
Como si de un acto reflejo se tratase, él hizo lo propio.
—Por nuestros mundos.
Unos segundos después Tylerskar besaba apasionadamente a Victoria sobre la barra de la cafetería. Sus cuerpos se fundían en un abrazo dinámico, que llevaba sus manos por el cuerpo del otro provocando algunos gemidos de placer que no hacían más que aumentar el deseo.
—Me encanta tu brebaje. — De pronto Tylerskar se quedó quieto, mirando con entusiasmo a Victoria. Ella, sonrojada, sonreía y le invitaba con breves movimientos de cadera a no detenerse.
Para su sorpresa, él condujo su mano diestra al lateral de su cabello, apartándolo para deslizar entre él sus dedos. Repitió lo mismo con el lado izquierdo, hasta que la cara de la joven quedó completamente descubierta.
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Editado: 19.03.2019