Worlds

15. El fin de la tormenta

La puerta de la cafetería presumía un letrero pintado a mano que decía «cerrado»; afuera, una tormenta se arremetía contra la construcción y el viento golpeaba fuertemente contra los ventanales. En el interior, Vetusta Morla ambientaba una conversación ligeramente escandalosa en una de las mesas más pequeñas y otra bastante extraña en la barra.

—¿Tisana de qué dijiste? —Rebeldía preguntó a Julia dando un pequeño sorbo a la bebida, la cual le parecía de lo más curiosa por su sabor dulce y ácido a la vez.

—Fresa y kiwi, Naranjita —le contestó con una media sonrisa.

Dejando de lado el hecho de que la estaba molestando, le preguntó: —¿De qué tomas tú?

—Frutas de la pasión —dijo, abruptamente llevando la conversación a cierto lado perverso. Y, ante esta provocación, Rebeldía soltó una carcajada; con la mirada presuntuosa y encendida, alzó una pierna, alcanzando las de Julia, rozando suavemente su piel desnuda bajo la falda del vestido negro.

Una sonrisa pícara y sonrojada se escapó de los labios de la pelirroja.

Mientras tanto, en la barra, Donna preparaba un capuchino siguiendo las notas que Victoria había dejado a sus hermanos con las recetas de cada bebida del menú, y Experiencia aguardaba pacientemente con una cerveza en mano y una mueca bonachona acompañada de sus rojizos rasgos. La observaba casi paternalista, pero con mucha diversión y una risilla contenida ante el mal humor que la joven presentaba.

—¿Quiere probarlo? —le preguntó a Experiencia, acercando una taza humeante hacia él.

—Por mi está bien —contestó después de dar un pequeño sorbo—. ¿Por qué está tan concentrada en esto, señorita?

—Me dejaron el negocio. Julia es un desastre, Victoria fue a investigar cómo parar la tormenta, Jules se ha retirado a… no sé dónde. Y, bueno, no la dejaría acercarse a la cafetería ni por equivocación y Foer lo dijo muy claro: «Yo no voy a hacer esto. Mi deber es ayudar a Victoria con este problema, quizá unos rosarios ayuden a calmar la lluvia». Así que solo quedo yo.

—¿Y cómo lo lleva?

—He limpiado el lugar, el café no está tan mal… Pero detesto la lluvia. —Respiró profundo, se echó el cabello al frente y comenzó a trenzarlo—. Aparte, algo raro sucede en mí, me siento rara… Como si algo fuese a suceder.

—¿Quiere un trago de mi cerveza?

—Si bebo adquiero ciertas características de Foer… es peligroso. —Terminó la trenza, la amarró y volvió a suspirar—. De todos modos, no es un mal sentimiento. Es más como de calma y paz.

—Entiendo que usted no está de acuerdo con todo este asunto… Tylerskar se mantiene lejos y Joel se siente apabullado.

—¿A todo esto? —Donna respiró profundo, endulzó el café y bebió un poco—. Toda su tropa me ha malinterpretado. Yo sé que no soy la más carismática, rara vez me muestro viva y alegre como Victoria, o sentimental como Jules, conquistadora y confiable como Foer, tampoco tenaz y protectora como Julia. Soy fría, seca, apartada… exigente. Me ha costado todo esto como no tienes idea, en primera porque su aparición ha significado un cambio total en el sistema de funcionamiento de este mundo y no sé como arreglar esto para que funcione como debería. Todo esto es un gran cambio. Ya no tengo tanto poder como antes, me cuesta hacer que mis hermanos acaten las reglas y se comporten… hacen lo que quieren y no hemos podido reunirnos para solucionar esto. El mundo real está sufriendo por nuestro proceder y…

La voz de la joven era cada vez más rápida y nerviosa, iba perdiendo los estribos a cada palabra.

—Hey, hey, señorita… —Experiencia, sin parar de sonreír, alzó sus manos regordetas al frente y la tranquilizó—. Respire. La veo muy estresada. Permítame ayudarla un poco. Pero antes, acompáñeme con una cerveza.

 

La punta del pie de Rebeldía alcanzó su destino, jugueteó bajo la falda sintiendo el calor y la humedad que incrementaba en aquella zona y mientras lo hacía, su mirada estaba clavada en los ojos castaños de Julia, en sus mejillas sonrojadas y en la forma de sus labios; en cómo los mordía sugestivamente para controlar los efectos de aquellas sensaciones.

Entonces, cuando los dedos de Rebeldía hurgaban por el elástico de su ropa interior, no pudo más y se levantó de repente, haciendo un ruido seco con la silla.

—Donna, te dejo unos minutos —Julia dijo sin despegar los ojos de su alma gemela, con el rojo cabello ardiendo como si fuese una llama viva y ardiente, con la expresión llena de deseo —… en horas, en unas horas regreso. No. Mañana, regreso mañana… o pasado mañana.




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