Worlds

18. Flores

—Qué bonita queda la hoguera en la cafetería, Joel.

Así era. A Victoria casi se le escaparon esas palabras mientras perdía su vista en la generosa llamarada que fluía del montón de leña apilada con estilo en el centro de la chimenea.

Sonaba un tema tranquilo, de esos que, de sentir tristeza, te clavan el puñal de la aflicción hasta el fondo. Sin embargo, con el sol entrando a raudales por los impolutos ventanales y un cielo de intenso azul rodeándolo, aquella música era más bien un canto por parte de las musas.

Joel seguía con las labores de limpieza, que no se habían limitado a borrar la estela de la caótica destrucción de la noche anterior.

También había ejercido de decorador y organizador.

Vajillas de repuesto, que recordaban a las anteriores pero gozaban de ese punto aventurero que proporciona lo novedoso, ocupaban nuevos lugares en las estanterías bajas tras la barra.

En las más altas, multitud de copas colocadas por orden de altura encontraban al final de la fila pequeños jarrones de cristal en los que una única flor parecía bastar para hacer llegar a Victoria el olor a primavera.

—Cada día reemplazaré los jarrones con una nueva flor. Espero que la de hoy sea de tu agrado… — La voz de Joel resultaba para ella una especie de mantra del cual fluía un riachuelo de pura serenidad. Nada que ver con el frente de guerra en el que parecía sumirla Tylerskar cuando se pasaba de copas.

Distraída en sus pensamientos, no vio venir ni a su acompañante ni al beso que se posó en su mejilla con delicadeza y una duración sostenida que la condujo a girar su rostro muy lentamente, sintiendo como los labios de Joel se deslizaban por su piel hasta alcanzar sus labios.

Al abrir los ojos, sonrió ampliamente.

Ahí estaba esa cara bobalicona, mirándola con amabilidad y arrugas en los ojos por la mueca de felicidad que esgrimía.

—A mí también me parece que han hecho un muy buen trabajo.

—¿Han hecho? — Victoria frunció el entrecejo, sorprendida ante aquello. Había dado por hecho que la hoguera era un asunto que había salido de manos de Joel.

Éste, al contrastar su asombro, quiso explicarse, una vez más, de la mejor manera que podía: Libreta mediante.

Su chaqueta colgaba de uno de los taburetes. De ella extrajo una de sus libretas, que alcanzó a Victoria en un gesto grácil. Resultaba impresionante comprobar como apenas aquejaba las consecuencias de la locura de Tylerskar.

—¿Te apetece leer mientras caminamos?

La mirada de Joel brillaba.

Brillaba cuando acariciaba la cubierta de cuero oscuro de su libreta.

Brillaba al pronunciar esa invitación.

Brillaba al mirarla.

De modo que, asintiendo, Victoria agarró su mano y, juntos, salieron al exterior donde el invierno había parecido darse una tregua en cuanto a clima hostil se refería.

 

 

EXTRACTO DE LA LIBRETA

 

Las llamaradas de la reconstrucción

 

—¿Qué hacemos con él? — Resolución lanzó la pregunta a voz en grito, mientras se apartaba en un gesto enérgico para que una silla no le reventase la cabeza. Lanzada con furia por parte de Tylerskar, éste parecía completamente enloquecido, sumido en un torrente de improperios, insultos y maldiciones lanzadas con el mismo ímpetu malintencionado que los objetos que encontraba a su paso.

—Tranquilo. — Experiencia no parecía ni tan siquiera inmutarse. Trapo en mano, secaba las piezas de la vajilla que aún habían sobrevivido, manteniendo en todo momento la calma y luciendo un semblante concentrado.

Estaba molesto por la abrupta salida de Donna de la cafetería aquella noche.

Aunque, por otro lado, se alegraba de ello, pues aquél espectáculo nunca era algo agradable de ver. Podía resultar divertido, sí, pero la clase de personas que se entretienen con algo así están hechas de otra pasta que la buena de Donna.

Como Foer, que miraba sonriente las erráticas maniobras de Tylerskar.

Aquel hombre, ataviado con elegantes ropajes y de aspecto cuidado, le recordaba tanto por las tonalidades oscuras como por su estatura a la figura de Conciencia. Quizá se debía a la certeza que albergaba Experiencia de que, con Conciencia en el local, eso no tendría por qué estar pasando. Se le echaba de menos, pero hacía lustros que se había instaurado la ecuación: Si lo autodestructivo de Tylerskar se aliaba con el alcohol, Conciencia nunca haría acto de presencia.




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