Worlds

20. Café, otras adicciones y felicidad

DIARIO DE JOEL 3

 

Mis felices horas en territorio paradisíaco tocan, por el momento, a su fin.

Pronto, las hogueras darán paso a lo urbano. El bramido de un mar que ruge mediante su oleaje no será más que un rumor en mi memoria.

Aunque me llevaré conmigo la pequeña pero intensa llamita que he estado hurtando al amor que esta vida me ha brindado.

Es curioso como alguien de naturaleza como la mía, bipolar, errática e inquieta, puede despertar sentimientos bonitos en personas preciosas.

Cada una en su rol y cercanía.

Cada una llegando a mi vida para cuidar, a su manera, una jungla de emociones salvajes que no hacen más que querer vivir intensamente, creando así pequeñas parcelas donde los jardines florecen incluso en invierno.

Ahora que los días solitarios en parajes desolados encuentran su conclusión, admiro esos jardines con la pequeña llama contenida entre mis manos, recorriendo la senda que habrá de conducirla a lo más profundo de mí.

De ese modo, cuando el frío más terrible llegue, cuando el calor del sol alargue las sombras de la depresión, podré vivir de la renta de hogueras que ardieron en tiempos mejores.

Tiempos de felicidad, como estos días tan llenos de un amor que solo da la esperanza, de una ilusión que únicamente mana de la melodía que me acompaña: El cálido crepitar del fuego susurrando que todo ha valido la pena, que todo está bien y que uno puede al fin cerrar los ojos para tratar de descansar.

 

 

DIARIO DE JOEL 4

 

Hubo un tiempo en que las caricias de una suave brisa primaveral eran sinónimo de sonrisa y paz.

Antes de que las primeras sombras apareciesen, capitaneadas por la visión de la Muerte a la que algunos niños deben poner forma quizá demasiado pronto.

La imaginación, arma de doble filo, puede con sus visiones esgrimir el nombre de cualquier Monstruo que alcance a concebir.

Y en muchas ocasiones, la mera pronunciación de una identidad puede convocarla, dándole forma y voz.

En este diario de invierno las hogueras han dado paso a un cuadro que representa mucho de mi infancia.

Las recientes navidades pasadas, con sus claroscuros colores y grises, no han dejado de recordarme cuan lejos queda algo que juré atesorar contra viento y marea.

El viento.

Una fuerza que aliada con la enfermedad mental hace de la intensidad huracán y de su fuerza destrucción.

La marea.

Un elemento que en forma de depresión bien puede conducirnos a un desierto erigido sobre arenas movedizas.

Quizá mi osado juramento pecó de pretencioso.

Sin embargo, aquí me hallo, frente a la imagen que ilustra la primavera, esa estación que pasó a ser utopía, que se tiñó de un aura prohibida y esquivó la percepción de mis sentidos lanzándome al disfrute de cuanto me quedaba: Los días fríos sumidos en la oscuridad.

¿Nacerá de mi contemplación una invocación?

¿Se puede llamar a los ángeles del mismo modo que se atrae a los demonios?

Este espejismo al que llamo esperanza se ha visto reducido a cenizas del mismo modo que las hogueras que brillaron en diarios pasados.

No obstante, tiempos de guerra han entrenado a mi alma a saciar su hambre de cariño con el mero abrazo a la visión de la luna. A saciar su sed con el aroma de un té. A sentirse en paz con el sonido del viento.

Si eso son cenizas, que se adhieran a mis manos desesperadas, pues de ellas habrá de manar la construcción de un nuevo fuego.

No es que la felicidad sea plena en estos días.

Simplemente la vida fluye, permitiendo la magia en su interior.

Como cuando la naturaleza diseña un copo de nieve.

Un fenómeno tan trivial como precioso... Que con el tiempo puede cubrir de algo puro cuanto nos integra y rodea.

Sombras y monstruos.

Invierno y primavera.

 

 

DIARIO DE VICTORIA 2. CAFÉ Y OTRAS ADICCIONES

 

El café es, entre todas las adicciones de Julia, la que más disfruto. Tengo un gusto particular por el sabor a tabaco que algunos tostados dotan al grano, sobre todo cuando las ansias golpean duro y me quema la necesidad de llenar mis pulmones del humo de la vida para volver a funcionar. A veces lo que necesito es algo más dulce, algo que me caliente el alma y me llene de paz… para esos momentos, uno con ligeros toques de sabor a cacao con leche condensada y una cucharadita de azúcar mascabado es más que suficiente.




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