Worldwide Elites +18 [se actualiza]

3. Vestido y alborotado, pero no por falta de amor, ¡pa’ que veas!

Me siento un momentico.

—¡Otra vez esto, vale!

Desde hace como dos años, Owen no me deja en paz con su acoso.

Yo no quiero seguir casada con alguien que me faltó el respeto y ni siquiera tuvo la decencia de creerme. O sea, ¿cómo se supone que se ama así?

Owen sigue siendo mi esposo —al menos legalmente, pues—. He tratado mil veces de meter los papeles pa’ divorciarme, pero, debido a la situación del país, los tribunales en Venezuela están cerrados, o el abogado de él está de viaje, o mi abogada también se ausenta. Nunca se concreta el divorcio como tal. Esa falta de resolución legal es una realidad constante.

Conocí a Owen hace como cuatro años. Él es exmilitar. Al principio todo bien, chévere… pero después se puso tóxico, controlador. Sus preguntas eran constantes, invasivas. Me empezó a privarme de algunas cosas, ya no me dejaba ni respirar, dizque pa’ “protegerme”, pero solo eran celos disfrazados.

Un día, su actitud se agravó. La violencia se volvió física… hasta me levantó la mano. Eso también me llevó a terminar la relación.

Él no piensa como yo. Más adelante supe que también había dejado a Krysthel. A partir de entonces, Owen inició un hostigamiento psicológico que, hasta hoy, no ha cesado.

Lo que al principio fueron visitas sorpresivas e incómodas, se transformó en agresiones directas: contra mi propiedad, contra mí.

A pesar de que ya he puesto denuncias con pedido de prohibición perimetral, tanto en la provincia de Buenos Aires como en la Ciudad Autónoma, él siempre encuentra la manera de volver, de hacerse presente.

Ya no sé cuánto más voy a resistir.

Estoy agotada. De verdad.

No sé cuánto más puedo con esto.

No atiendo llamadas de números desconocidos o privados, porque Owen tiene las herramientas tecnológicas para modificarlos constantemente y llamarme todos los días. Las conversaciones son breves —«Hola, ¿cómo andás?»—, pero aterradoras.

Casi no uso mis redes sociales.

—¿Pa’ qué? Si cada vez que abro eso, lo único que veo son puros mensajes y fotos de Owen.

En una ocasión me envió la foto de una mujer desconocida, acostada en una camilla de hospital, con los ojos cerrados y conectada a un suero ( >﹏< ). Él le sostenía la mano. Llevé la imagen a la comisaría como prueba de acoso. Esperaba ser escuchada, pero los policías me miraron con burla, a punto de estallar en carcajadas.

—Me miraban como si les estuviera haciendo una broma. No se me olvida.

Las llamadas, los mensajes, las fotos… no cesan ni un solo día.

He presentado denuncias policiales y judiciales, no solo contra él, sino también contra la negligencia de las instituciones implicadas en el caso. Me mantengo en un estado de alerta permanente hasta que la justicia actúe. Ignoro cuándo y cómo Owen volverá a acercarse.

En medio de esa incertidumbre, se presenta una oportunidad de escape: La flaca me invita a su boda en Perú.

Después de tres días, decido tomar un descanso y salir de Buenos Aires por unos días. Necesito respirar. Cambiar el ambiente, pues. Visito a Flora justo cuando está por casarse con Jeremy. Quiero estar con ella, apoyarla en su gran día, aunque yo misma esté llena de problemas. Pero no imaginé que, al llegar, presenciaría algo tan inesperado.

Es 14 de febrero en Jaén, un mediodía moderadamente lluvioso. La muni ha decorado su auditorio con flores plásticas y cortinas blancas. Afuera suenan baladas románticas viejas, pero ni se entienden por el bulla de los carros y los ambulantes gritando ofertas. Dentro, veinticuatro parejas esperan su turno para declarar ante todos que han elegido amarse. Entre ellas, mi amiga Flora y Jeremy.

Flora está vestida de blanco. Lleva un vestido sencillo y medio ajustado, prestado por una amiga pero igual lo planchó con cariño anoche, retocó su peinado con pinzas, imaginando la escena. Fue ella quien propuso casarse ese día, quien insistió en que fuera una boda comunitaria, y también quien se encargó de todos los trámites ante la municipalidad. Jeremy aceptó, aún impresionado por la rapidez con que todo se organizó.

—Estás preocupada —le dice él en voz baja mientras esperan su turno.

—Estoy nerviosa —responde ella, intentando sonreír.

Pero no es solo nervios…

Flora está tensa, agarra con fuerza su celu entre las flores del ramo. Ya no tiene la misma cara de alegría de la mañana. Algo pasó, fijo, algo que solo ella sabe. Sus manos tiemblan de forma incontrolable.

Cuando finalmente se paran frente a la regidora y les piden que se tomen de las manos, Jeremy nota que las de ella están frías, húmedas.

—Flora Ximena Modrić Montero —dice la regidora de la muni de Jaén—, ¿aceptas, de manera libre, voluntaria y legal, al señor Jeremy Sariñana Mendoza como tu esposo?

Y entonces, todo se detiene.

La respiración de Flora se corta por un instante. Mira al frente, luego al celular, después a Jeremy. Él le aprieta suavemente los dedos, como dándole permiso de hablar sin miedo. Y ella, con un hilo de voz entrecortada, lo dice:

—Disculpen… pero no puedo.

El silencio se rompe como un cristal. Algunos sueltan una exclamación ahogada; otros se quedan paralizados. Jeremy no entiende. La mira con los ojos muy abiertos, mientras Flora, se echa a llorar, le suelta la mano y sale corriendo del lugar sin mirar atrás, pese a los intentos del novio por detenerla.

Las cámaras de la farmacia la graban corriendo sin saber a dónde, con el vestidito recogido entre las piernas; cruza la calle apresurada.

Jeremy sale detrás de ella, sin comprender, incapaz de alcanzarla. La ve correr hacia la avenida Pakamuros y luego desaparecer entre los árboles cercanos al puente Magunchal.

Ahí la encuentran minutos más tarde, gritando:

—¡No quiero que lo maten, es mejor que yo muera en su lugar!… ¡No quiero que lo maten!

Más tarde, ya en calma, pide que la llevemos al puente del distrito El Milagro. Dice que allí le revelarán los nombres de quienes están detrás de las amenazas. Jeremy la acompaña.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.