Un leve sonido de explosión se escuchó a lo lejos, un eco inquietante en la ciudad vacía. Las sombras parecían moverse sin propósito alguno , sus máscaras blancas con rayas de colores flotando en el vacío.
El silencio era casi absoluto, como si el mundo estuviera sumido bajo el agua.
–(¿Sombras? no puedo hablar. ¿Un temblor?)
Me acerqué a la puerta y me asomé lentamente, cuidando no ser visto. El ambiente estaba cargado, como si el aire mismo hubiera sido reemplazado por un peso opresivo.
Las sombras en la calle, con sus extrañas máscaras, se movían en silencio. No había sonido, solo un vacío aterrador.
—(¡Mierda!)
A lo lejos, en el horizonte, un meteorito gigante se precipitaba hacia la Tierra, cayendo rápido, demasiado rápido.
—(¡Ah... no puede ser! Esto no va a acabar con una simple explosión...)
Sin pensarlo dos veces, me lancé a correr. Cada paso me hacía temblar el cuerpo, no por los temblores, sino por el miedo. Las sombras estaban en todas partes, como presencias silenciosas.
Una casa o un edificio no servirían de nada... todo colapsaría. Necesitaba algo más seguro.
Mientras corría, vi una tapa de alcantarilla medio oculta bajo unas rocas. Eso podría funcionar.
—(¿Cómo diablos voy a abrir esto?)
Me agaché y traté de mover la tapa con las manos, pero no se movía... apenas un poco floja. El sonido de la ciudad se había convertido en un murmullo lejano, aplastado por la presencia opresiva de las sombras.
Solo tenía unos segundos antes de que fueran demasiado cercanas. Encontré una vara de metal oxidada tirada entre los escombros. Era lo mejor que tenía.
—(Vamos... ¡vamos!) —gruñí mientras la metía en la ranura de la tapa, haciendo palanca. Sentí cómo el metal se doblaba bajo mi peso, pero la tapa empezó a ceder.
Con un esfuerzo desesperado, la empujé lo suficiente para arrastrarla a un lado. El rugido del meteorito era ahora más fuerte, haciendo vibrar el aire a mi alrededor.
Apreté los dientes, aventé la mochila primero y me deslicé hacia abajo justo a tiempo para cerrar la tapa detrás de mí.
—(Uff...)
El rugido de la explosión se sintió como una onda de choque que atravesaba el suelo, y el eco del impacto reverberó en las paredes de la alcantarilla.
A pesar de estar escondido bajo tierra, el temblor era tan intenso que parecía que la alcantarilla iba a colapsar. Las vibraciones recorrieron mis piernas y me hicieron temblar.
El calor se colaba a través de la tapa de la alcantarilla, como si una ola de fuego se deslizara por el túnel. A lo lejos, el estruendo se amplificaba, un sonido atronador que se mezclaba con el retumbar de los escombros cayendo.
Sentí que el aire se volvía más denso, cargado con polvo y cenizas que se infiltraban en el espacio cerrado. El calor abrasador era casi tangible, incluso aquí bajo tierra.
Desde mi escondite, no podía ver el caos directamente, pero el sonido de la destrucción era inconfundible.
Las paredes de la alcantarilla vibraban con cada nuevo impacto, y el constante crujido de estructuras colapsando me llegaba en oleadas. Los ecos de cristales rompiéndose y el colapso de los edificios resonaban como un sinfín de estruendos lejanos, transformando el silencio relativo de la alcantarilla en una sinfonía aterradora de destrucción.
A medida que el tiempo pasaba, el zumbido constante de la onda expansiva comenzó a disminuir, pero el silencio que quedó era casi más perturbador. El aire estaba cargado con el aroma a humo y ceniza, una mezcla densa que me hacía toser. La oscuridad de la alcantarilla parecía más opresiva, amplificando el sentimiento de aislamiento y desesperación. No sabía cuánto duraría el caos, pero sabía que salir ahora sería suicida. Estaba atrapado en esta pequeña burbuja de relativa seguridad, mientras el mundo arriba se desmoronaba y el miedo se asentaba en mi pecho.
—Se terminó... ¿verdad?