Chava se aseaba en los lavaderos cuando Rosa se acercó a él ofreciéndole una toalla.
―¡Señorita Rosa! ―dijo con asombro―. Yo… eh… per-perdone, es que no la vi. El día, las noches, quiero decir, la noche del otro día… con las Balames de la pelea, digo, con la pelea con Balam, las cosas dijimos que tan horribles… Eh… ¡Buenos días! ―y se echó a correr.
―¿Qué fue lo que pasó? ―preguntó Rosa.
―Siempre se pone así cuando está a solas con una mujer ―dijo Balam acercándose también a lavarse―. Es demasiado tímido. Puede entablar una charla sin problema entre grupos de personas, pero cuando es una mujer sola, simplemente la lengua se le congela.
―O sea que nunca ha tenido novia.
―Nadie en realidad. El tío Lacho es cobarde en todo, hasta para el matrimonio. Mi madre me contaba que había mujeres interesadas en él, pero por miedo a las responsabilidades él siempre les huía. En cuanto al tío abuelo Chebo, se le fue la juventud entrenando a todos en diferentes clanes. Cuando al fin hizo conciencia de que estaba solo el tiempo ya había pasado y ahora quiere recuperarlo, pero no quiere aceptar que la vejez ya le llegó y por fuerza quiere una mujer joven. Aunque con los métodos que tiene, a veces creo que hasta una mujer de su edad lo rechazaría. En cuanto a mí, bueno, pasaba de la escuela a los entrenamientos y combates, así que nunca tuve tiempo para una chica.
―Oh, ya veo. El desayuno está listo ―dijo Rosa cambiando el tema―. Los esperamos dentro.
La familia se reunió en la mesa para desayunar. Narcisa se notaba malhumorada al momento en que entró Balam.
―¿Ahora sí comerás conmigo? ¿O me dejarás plantada igual que ayer?
―¿Plantada? ―preguntó Rosa, confundida.
―Olvídalo, tendrá que rogarme en un restaurante el doble de caro si quiere que yo le dé otra oportunidad ―dijo Narcisa levantando la nariz.
―No te fijes, linda ―dijo el abuelo Chebo―. Balam es un poco atolondrado, no sé qué pasó, pero seguro fue un error que va a compensar. ―Rosa suspiró en ese momento, el abuelo se volvió hacia ella―. Y tú no estés triste, preciosa. Que Balam se haya decidido por tu prima no quiere decir que tú tengas que estar sola.
―¡Abuelo! ―reclamó Balam.
―¡No interrumpas, muchacho! Como te decía hija, el hecho de ser feita y no tener curvas no es como para acomplejarte en absoluto. ―El gesto de Rosa comenzó a descomponerse a partir de ese momento―. Además, Balam no es el único pez en el agua. Hay otros hombres valiosos, por ejemplo, puedes resultar atractiva para un hombre sabio, maduro y con mucha experiencia ―el abuelo hablaba en un chocante tono seductor―, uno que no se fije en tu falta de curvas sino en tu juventud ―conforme hablaba, las trenzas de Rosa se iban deshaciendo, como serpientes en el aire―. Y ese hombre puede darte una vida holgada, hacerte sentir bella, aunque no lo seas, al menos mientras conserves tu juventud…
―Oh-oh ―Narcisa se levantó de su silla―, trenzas sueltas.
―…ese hombre sabio sabrá valorarte y darte tu lugar, al menos mientras sigas siendo joven…
―¿Qué es lo que pasa? ―preguntó Chava al ver que todos se iban metiendo uno a uno bajo la mesa.
―Creo que lo mejor es que se cubran.
―¿Qué? ¿Por qué? ―preguntó Balam.
El único que alcanzó a reaccionar a tiempo y meterse bajo la mesa fue Chava y de repente… ¡Booom! Un estallido resonó. Chava salió de debajo de la mesa sólo para ver a Rosa salir por la puerta a grandes trancos y a Balam, Lacho y Chebo tirados entre comida regada, convulsionándose como moscas recién aplastadas.
―¿Qué fue lo que pasó?
―Mi hija ―dijo Agapanto―. Es muy débil en los entrenamientos y los combates…
―Pero cuando se enoja tiene la fuerza de 10 bombas atómicas ―añadió Azucena.
―Algo me dice que hoy tendremos que desayunar fuera ―agregó Narcisa al ver la comida regada por todo el comedor.
Balam y su familia se fueron a desayunar a un mercado local mientras discutían entre ellos.
―¿Por qué tuviste que abrir la bocota? ―reclamó Balam―. ¡Ahora me costará más trabajo convencerla!
―¿Convencerla de qué? ―preguntó el abuelo.
―Balam ya decidió, Rosa es la elegida ―respondió Chava.
―¿Rosa? Pero ¿por qué ella? ―reclamó Chebo.
―Sólo lo sé, me lo dice mi corazón. Por primera vez estoy seguro, ella es la elegida.
―¡Demonios! ―gruñó Chebo―. Si con la feíta de Rosa tuve ese resultado, con la bella Narcisa me costará aún más.
―¡Calla de una vez, viejo pervertido! ―Balam le dio un coscorrón―. El problema es que Rosa se quedó con la idea de que yo la considero fea…
―Pero sí es fea ―dijo Chebo.
―¡No lo es! ―Balam dio otro golpe al anciano. En ese momento, vio a Rosa caminar hacia el mercado desde la lejanía―. ¡Vaya que no lo es!
―¿Qué vas a hacer para convencerla? ―preguntó Lacho.
―No lo sé… ¡Agghh! ¿Por qué me tuve que convencer justo por la que no está interesada? No tengo idea de cómo conquistar a una mujer.
―Por eso no te preocupes ―dijo Lacho con total seguridad―. Nosotros te diremos cómo.
―¿En serio?
―¡Claro! Agregó Chava, te diremos qué hacer.
―Cuenta con nosotros ―intervino Chebo.
Nota: Cabe puntualizar que Lacho siempre fue un cobarde que le temía al compromiso; Chebo un hombre solitario que terminó convirtiéndose en un anciano desagradable y raboverde, y Chava es incapaz de hablar a solas con una mujer, y ninguno de los tres jamás tuvo novia, y con todo, se propusieron a ser asesores de Balam en el amor.
Fin de la nota.
Rosa se acercó a una mujer que vendía flores en canastas dentro de una carreta y comenzó a hablar con ella.
―Celos ―dijo Lacho de inmediato―. Ella debe saber que puede perderte, así reaccionará.
―¿Estás seguro?
―¡Por supuesto! Hazle creer que aún no decides entre ella y Narcisa, el hecho de saber que tiene oportunidad, pero puede perderla, la obligará a pelear por ti.
Balam se levantó de inmediato y se acercó discretamente hacia ella.