Xilam Balam

La danza del venado

En casa de los Flores, el abuelo Chebo explicaba todo sobre la entrega errada de los glifos. La joven, acompañada de un hombre muy anciano de piel cobriza, escuchaban con un gesto de escepticismo.

―Entonces, comprenderás mi niña ―hablaba el tío abuelo Chebo―, que todo fue un malentendido.

―¿Cómo puede ser que yo no sea la indicada? ―gruñó Regina―. Soy la guerrera más fuerte de todo el valle Yaqui, nieta de una de los más respetados chamanas del xilam. No me vengan con el cuento de que esta debilucha patas-de-hilo es más elegida que yo.

―Mi nieta ―habló el chamán―, será una de las chamanas de mi clan. Sin embargo, nuestras leyes exigen que se case antes de cumplir los dieciocho o no podrá casarse nunca.

―¿Y esto por qué?

―Los chamanes xilam del valle Yaqui ―intervino la bisabuela Hortensia―, son muy estrictos en la preparación de sus sucesores. Se les permite casarse, pero máximo a los 18, procrear también jóvenes, un máximo de dos hijos, uno seguido del otro. Cuando el menor de sus hijos cumple los quince y puede valerse por sí mismo, ella debe abandonar a su familia para dedicarse de lleno a sus labores como chamana. Si llega a los 18 sin casarse, se quedará célibe de por vida.

―O sea ―Balam reclamó―, antes de cumplir 20 años de casados, ella me abandonará para ser chamana, ¿es así?

―Es nuestra costumbre ―reafirmó el chamán.

―¡Me niego! No puedo ser usado como un objeto desechable. ¡Le exijo que el compromiso sea…! ―el chamán levantó un bastón de madera y golpeó a Balam en la cabeza obligándolo a callar.

―¿Acaso nadie te ha enseñado que a un chamán nadie debe gritarle?

―Sí ―Balam habló con la voz en un hilo y una lágrima en su ojo―, algo me habían dicho ya.

―Regina está solamente a 6 meses de cumplir los 18 ―exclamó el chamán―. O se casa ahora, o no se casará nunca.

―Nada de nunca. Yo quiero procrear, dejar mi linaje en este mundo ―reclamó la norteña―, así que o te casas o te caso.

―Con nosotros también hay una promesa de matrimonio ―habló Agapanto con severidad―. Pero con la diferencia de que nuestra hija sí resultó ser la elegida, así que…

―Nuestras leyes exigen que una promesa de matrimonio debe cumplirse ―interrumpió el chamán―. Sólo hay una forma de librarse de ella, una contienda, si el que quiere romper el compromiso gana, se ibera, pero si pierde sólo tiene dos opciones, o cumple su promesa o se muere.

―¿Seguro que no hay una tercera opción? ―preguntó Balam aun sobando su cabeza.

―¿En qué consiste la contienda? ―preguntó Lacho.

―La danza del venado. ―La familia Flores ahogó un grito al escuchar eso.

―¿La danza del venado? ―Balam sonrió―. ¡Entonces lo tengo ganado! ―Se levantó de un salto y se colocó en una pose atlética y grácil―. En mi clan no había mejor bailarín que yo.

―No lo entiendes, Balam ―dijo Margarita, preocupada―, esta danza…

―¡Acepto! ―Balam ni siquiera la escuchó―. Usted diga cuándo.

―En dos días, al amanecer ―dijo el chamán y se puso de pie para salir de la casa con su nieta.

―¡Balam! ―exclamó Azucena, alarmada―. ¿Por qué aceptaste tan fácilmente?

―Su arrogancia no le permitió darse cuenta de la idiotez que cometió ―Rosa habló con un gesto neutro.

―¿Qué tiene? Es la danza del venado, la he ejecutado desde niño.

―La danza, más no la contienda ―intervino el abuelo Chebo―. Balam, en el xilam la contienda del venado es más que la danza, exige al danzante ir con los ojos vendados, emulando la agilidad de un venado en la noche. A ciegas, dependiendo sólo de su oído para evadir a cazador… no es algo para lo que te hayamos entrenado.

―¿A ciegas? ¿Por qué no lo dijeron antes? ―reclamó Balam.

―Rosa, Cisa ―dijo Anturio―, tienen sólo dos días. Por favor, entrenen a Balam lo mejor que puedan.

Empezaron desde la mañana siguiente en cuanto salió el sol. Con ropas de entrenamiento, los tres se fueron al área techada para comenzar el entrenamiento.

―Ni siquiera sé por qué tengo que hacer yo esto ―reclamó Narcisa―. Terminaré toda sudada, y tengo una cita en la tarde.

―¿Una cita? ―gruñó Balam―. Pero si tan solo hace un día estabas diciendo que te eligiera…

―Pero no me elegiste ―interrumpió la chica―. La vida sigue. Y este chico me promete comprarme una pulsera de plata con rubíes, no me lo voy a perder por ti.

―Pero… ¿sólo así? ¿Sólo un día para superarme?

―Balam, concéntrate ―regañó Rosa. Se acercó a él y le colocó una venda en los ojos―. No es momento para poner atención a tu ego.

―Sí, lo siento. Dime qué hacer.

―En la danza del venado siempre hay un danzante representando al cazador ―dijo Narcisa―. En esta contienda, el venado se supone en la oscuridad, sólo depende de su oído para salvar su vida, usar las técnicas del venado para evadir las lanzas que vuelan hacia él.

―Aguza tu oído ―ordenó Rosa―. Todo estará en silencio, sólo escucharás el tambor y la flauta, por lo que será difícil, pero entre ese sonido debes aprender a detectar el ruido que hace una lanza al silbar en el aire.

―Lanzaremos unas lanzas sin punta al aire. Pon atención al sonido ―Narcisa puso una grabación de la música propia de la danza y ambas chicas se prepararon con lanzas de piedra con madera.

Balam buscaba estar atento a cualquier sonido, pero era difícil detectar un ruido que no fuera el tambor o la flauta. De repente…

―¡Oye! ―Balam se levantó la venda al sentir un fuerte golpe en la cabeza―. No la lanzaste al aire, sino a mi cabeza.

―Pero fue por el aire, ¿o no? ―Narcisa habló en un tono burlón―. Además, lo mereces por elegir a Rosa y no a mí.

―Basta, Cisa, no tenemos tiempo para esto ―Rosa miró a Balam con el entrecejo fruncido―. Aunque bien merecido lo tiene por mentiroso.

―Bueno, ya. Vamos a comenzar de nuevo ―Balam se volvió a colocar la venda.

Era difícil, realmente no había mucha diferencia entre el silbido de la lanza en el aire del de la flauta, pero al menos aprendió a detectar el sonido de los pasos de las “cazadoras”, identificando de dónde podría llegar el golpe. Aguzó su oído aún más y al fin logró escuchar la lanza frente a él. Saltó en el aire lanzando una patada que dio justo en la lanza.



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, situaciones comicas

Editado: 14.11.2025

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