Xilam Balam

La sirena de Cancún

En la sala de los Flores estaban todos sentados, incluyendo a Ixchel, quien estaba encadenada al sofá, con un velo sobre su rostro y colocando una compresa caliente sobre su cabeza, musitando algunas malas palabras.

―Entonces, Lacho ―hablaba Agapanto con un gesto severo―, ¿cómo se va a resolver esto?

―¿Resolver qué? ―reclamó Rosa―. Yo no me voy a casar con Balam, no quiero un casanova en mi vida.

―¡No soy ningún casanova! ―reclamó Balam. Yo sólo quería demostrar que esta loca no es la indicada.

―Sí, y de paso le ibas a robar un beso ―reclamó Rosa.

―¿Por qué eres tan celosa? No le di el beso, ¿te enteras? ―Balam fue interrumpido por un golpe que le propinó Rosa.

―¡Basta! ―intervino el boxeador―. Lacho, usted hizo una promesa, lo único que exijo es que se cumpla.

―Misma promesa que fue hecha a mi sobrina ―agregó Anturio―. Además, Rosa resultó elegida.

―¡No habrá más elegida que mi Ixchel! ―el campeón tomó a Balam por los hombros y de un jalón lo obligó a ponerse frente a su hija―. Sólo tiene que besarla y…

―¡Yo no necesito a ningún hombre! Soy una empresaria exitosa, independiente a mis 15 años, la mejor combatiente del xilam-ha. Tan hábil en el agua que la gente me conoce como la sirena de Cancún.

―Claro que ese nombre se lo puso ella misma ―dijo Tapón en cuchicheos.

―¡Cállate, nadie te preguntó!

―Vamos, hija ―el boxeador volvió a empujar a Balam hacia ella―, sólo bésalo y corrobora si eres la elegida.

―¡No voy a besar a un troglodita! ―Ixchel soltó un golpe a Balam en el rostro.

―¿Por qué me golpean todos? ―reclamó Balam―. Esto es culpa de mi tío Lacho, no mía.

―Balam tiene razón ―y dicho esto, el boxeador lanzó un golpe a la mandíbula de Lacho.

―¡Nadie tiene que decidir por mí! ―Ixchel respingó―. Yo tomo mis propias decisiones, el primer glifo llegó a mí, sin necesidad de comprometerme a nada. La leyenda dice que los glifos sagrados irán llegando al guerrero del sol, y se dice que, en el pasado, el guerrero ha encarnado en mujeres. Yo demostraré ser digna, pero no de ser la estúpida detrás del guerrero sol. ¡YO SERÉ LA DIOSA GUERRERA DEL SOL! Y cuando eso suceda, lo primero que haré será liberar a mi pueblo del yugo patriarcal.

―¿Ser el guerrero sol? ―el boxeador comenzó a llorar―. ¡Es más rebelde de lo que imaginaba!

―Siento decepcionarte ―dijo Balam con arrogancia―, pero ya van dos chamanas que me visualizan como el guerrero sol. ¿No es así, abuela? ―Balam gritó a la abuela Hortensia que estaba en la cocina.

La anciana salió limpiando sus manos en un mandil, se acercó a Ixchel y la evaluó con una mirada seria.

―Yo profeticé que el guerrero sol llegaría a esta familia en estos días… ella es más decidida… ―apretó sus bíceps―, tiene brazos fuertes, ―miró directo a sus ojo―, de voluntad firme… Sí, mi voto es por ella.

―¿Qué? ―chilló Balam.

―¡En tu cara, troglodita! ―Ixchel se arrancó el velo de un jalón―. No tengo por qué estar más en penitencia, ¡he vencido! Haré que el matriarcado predomine entre los xilam.

―Que la abuela vote por ella no dice nada en realidad ―dijo Azucena―. Ella es un poco… ¿cómo decirlo? Obstinada, y cuando una persona no le agrada de principio, no hay nada que haga que se gane su simpatía. Y Balam le desagradó desde el primer día.

―Además, tú tendrás un glifo, pero lo obtuviste con trampas. Yo tengo tres, el que me heredó mi padre, el que recuperé del los Yaquis y otro de los que me entregó la chamana de Tabasco.

―¿Cuál otro? ―Rosa intervino―, quien tiene el otro soy yo. Y así como veo las cosas, creo que yo podré estar en la contienda de ser el guerrero sol.

―¿Tú también? ―Agapanto parecía decepcionado.

―¿Por qué no? ―reclamó Rosa, enfadada―. ¿Acaso no crees que sea digna?

―Eh… no, hija, por supuesto que no creo eso―Agapanto habló con nerviosismo―, pero es que ellos… ―su voz se hizo como un hilo―, son más… fuertecitos.

―¿A qué te refieres?

―Si a esas vamos… ―Anturio miró a su hija. Narcisa reaccionó de inmediato.

―¡A mí ni me vean! Yo no seré guerrero sol. Requiere demasiado tiempo de entrenamiento, y yo tengo mi agenda muy ocupada como para eso. Pero les propongo algo, dicen que Ixchel obtuvo si glifo haciendo trampa. ¿Por qué no pelea con Rosa? La que gane se queda con el glifo y con Balam.

―¡No voy a pelear por un hombre! ―chilló Ixchel―. ¿Acaso estás loca?

―Si yo voy a pelear es por deshacerme de él, no por ganarlo ―refunfuñó Rosa.

―Oye… ―Ixchel esbozó una sonrisa―, esa es buena idea. Vamos a pelear, la que gane se queda con el glifo y la que pierda se queda con Balam.

―Elige el día y la hora y ahí estaré ―dijo Rosa. El boxeador reaccionó respingando.

―¡No! No dejes que ella elija.

―En el cenote…

―No soy tonta ―dijo Rosa―. Eres una xilam-ha, tendrás ventaja en el cenote. El día y la hora.

Ixchel esbozó una sonrisa. Miró al cielo desde la ventana, hizo cuentas con sus dedos y decidió.

―El próximo miércoles, a las 4 de la tarde.

―En la explanada afuera del colegio ―dijo Rosa con una sonrisa maliciosa.

Por la noche, Balam observaba a Rosa quien entrenaba en el área techada. No se le veía nada fuerte, pero no podía confiar, cuando se enojaba, Rosa se convertía en una bomba de tiempo. Chava se acercó a él.

―Vengo a decirte que tengo que dejarte

―¿Dejarme? ¿Regresas a la hacienda? ―preguntó Balam.

―No. Me voy de tu familia. La señorita Ixchel salvó mi vida, sabes lo que eso significa.

―¿Qué? ―Balam chilló―. ¡Maldito traidor! ¿Te irás con esa loca feminista? ¿Qué hay de lo que mi padre hizo por ustedes?

―Tu padre salvó la vida de mis padres e indirectamente la mía, pero la señorita Ixchel me salvó directamente. Mi clan me exige servirle, pero… ―Chava golpeteó sus dedos con nerviosismo―. ¿Me ayudas a decirle? No creo que sea capaz de dirigirle la palabra.

―¿Estás loco? ¿Aparte quieres que yo le diga…?



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En el texto hay: fantasia, romance juvenil, situaciones comicas

Editado: 14.11.2025

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